jueves, 24 de julio de 2014

LA PRIMERA VEZ QUE FUI AL CINE

Fue en la semana inicial del ya lejano enero de 1945, seguramente miércoles o jueves, cuando me invitó al cine mi compañero de mesabanco del primer grado de primaria.  Habíamos llegado la familia, del rancho a Atotonilco el Alto, e ingresado a la escuela oficial  los tres hermanos más grandes, yo el mayor casi de 9 años.
-¿Al qué? respondí de rebote instantáneo a la invitación, e inmediatamente: si voy.
Pensé, si él va, yo voy, como me había propuesto ir y hacer todo lo que fuera para ponerme al día y comportarme en consecuencia, lo más rápido posible, acerca de las muchas cosas que desconocía y debía conocer como todos los demás condiscípulos, pues tenía la inocencia de un niño mucho menor. La expresión “te bajaron del cerro a tamborazos” podía aplicárseme justificadamente.    
-Entonces nos vemos a las seis en la plaza, o un poquito antes.
Llegamos a tiempo los dos.
Compró Víctor Lomelí, que así se llama mi amigo, dos boletos a una señorita detrás de una reja ubicada abajo de una escalera de madera.
-Toma -me dio uno -vamos.
Subimos la escalera, yo atrás de él, al terminarse ésta descorrió hacia los lados un par de cortinillas de tela, y vi admirado y asustado, ¡asustadísimo!, un jinete con pistolas en ambas manos que cabalgaba disparando hacia nosotros. Yo, ¿donde me metía?... me le solté a mi compañero y en unos instantes, sin explicarme cómo, estaba sentado, con las manos en la cabeza, en la banqueta de enfrente del cine, la de un costado del templo, que era y es la calle Hidalgo, en donde se encontraba el desaparecido y añorado cine Ideal de aquellos tiempos.
Llegó Víctor en unos instantes, pero muchos más de los que yo había hecho en mi estampida -¿qué te pasó? -de sobra lo sabía, le contesté- no, nada, vamos.
Así, vi mi primera función de cine aquella lejana tarde, algo, para el que escribe, tan fascinante y maravilloso. El acontecimiento me puso en el umbral de un mundo nuevo  e insólito. Mi afición al séptimo arte fue tan arraigada, que en muchas ocasiones me valí, por falta de recursos, de artimañas no muy ortodoxas para estar frente a la pantalla.
La película texana o western en cuestión, que impactó de tal manera mi cerebro aquella tarde imborrable de mi vida, que recuerdo vivamente como si ahora fuera, fue una de las llamadas tipo B del género: "El Hermano Infame", en la que Don "Red" Barry hacía doble papel de hermano.  
Con el tiempo, dada la cinefilia contraída, leí en el tomo dos de la obra "Hollywood Babilonia" de Kenneth Anger, que Donald "Red" Barry, (1912-1980), fue una de las muchas víctimas del macarthismo anticomunista norteamericano en el medio artístico. El motivo para esto fue tomar al pie de la letra y en serio su apodo "red", rojo, por ser pelirrojo, y no por su supuesta filiación política.
Barry debutó en 1936 en una cinta de poca importancia de la Cía. RKO Radio Pictures, consolidándose en 1940 con el estelar de la serie Las Aventuras de Red Ryder (otra vez la pequeña palabra comprometedora), siendo probablemente a este serial y conocido cómic de vaqueros de la época, que pertenezca la cinta que vi. En 1942 se le calificó como uno de los diez actores vaqueros más taquilleros de los Estados Unidos, lo cual era una calificación importante, por el gran número de artistas que participaban en este género prototípico del cine norteamericano.
Participó en varios films del reconocido y laureado director Howard Hawks, como Avidez de Tragedia y Río Lobo. Dirigió y protagonizó Las Mujeres de Jesse James en 1953. El 17 de julio de 1980 se dio un tiro mortal, después de una discusión con su esposa, la actriz Peggy Steward. 
Este fue pues, el inicial de muchos incidentes inolvidables de mí encuentro con el cine, y de  otros de diversa índole no menos sorprendentes, después de pasar ajeno a muchas cosas, mucho más de lo normal, los primeros nueve años de mi niñez primogénita en el rancho. Con todo y esto, podría no haber tenido tan cerrados los ojos,  pero así sucedió por la forma como vivíamos y el   aislamiento e incomunicación del entorno.  
Joseph McCarthy (Wisconsin 14-11-1908/Maryland 2-5-1957), senador republicano norteamericano (1947-1957), fue el principal promotor de la Comisión de Actividades Antiamericanas durante su investidura, creándose el término macarthismo en que acusó a más de 200 supuestos comunistas infiltrados en el Departamento de Estado, incluyendo intelectuales y gente del cine, como Arthur Miller, Orson Welles, Rosaura Revueltas, John Garfield, Charles Chaplin, y hasta miembros de la Casa Blanca. A fin de cuentas fue víctima de su afán persecutorio falleciendo de 48 años, alcohólico y desprestigiado.