La fiesta de inauguración del nuevo negocio estaba
en crescendo y ya muy concurrida. Los asistentes, crema y nata de la
conservadora sociedad de la típica ciudad media del centro del país, donde se
celebraba, se repartían en las mesas y la pista de baile. A una señal convenida salió una pareja por separado. Los
treinta kilómetros de sinuosa carretera que distaban las cabañas de la rivera
del hermoso lago, que acostumbraban visitar, les llevó menos de media hora. Descontando
otro tanto en el regreso, tenían dos horas para disfrutar su apasionado encuentro,
y reintegrarse al festín a eso de la una de la mañana, cuando el ágape estaría
armonizado por el mariachi, que era el remate y la parte más gustada de la velada.
Mantenían relaciones desde hacía varios meses.
Ella manejaba una tienda de ropa para mujeres. Él, gerente de una sucursal del
banco más importante del país. Ambos en la plenitud de los treintas de edad.
Dama ella morena muy clara, de estatura regular,
cuerpo muy bien formado, ojos y cabello negros; carácter moderadamente festivo y bromista; le
quedaba y lucía excelente su ropa negra de buena calidad que acostumbraba
portar. Administradora eficaz y luchona en su negocio. A su familia, de buena
posición económica y social, de otra ciudad del estado, la había tenido que
dejar, al casarse en desacuerdo con sus estrictas reglas, y el despojo de
sus hermanas que habían conseguido que aprobara su
padre.
De buenas estatura y presencia física él; formal
y pulcra vestimenta, que tenía que renovar en algunos compromisos vespertinos y nocturnos,
como el que ahora asistía. Conocedor y propositivo a fondo en su trabajo, en
una plaza y jurisdicción muy competida, que no obstante ofrecía oportunidades de
expansión importantes. Implementó innovaciones reconocidas por la comunidad y
sus superiores, de las que sus antecesores en el puesto y colegas en el ramo,
no se habían ocupado lo necesario.
Por lo anterior, hubo intrigas y triquiñuelas
de algunos de sus competidores, subordinados y funcionarios de segundos niveles
de la dirección divisional en la institución representada, que intentaron
empañar su desempeño, saliendo siempre airoso de las trastadas de estos chupatintas.
Al regresar la pareja de su correría, el festejo estaba como habían calculado. Algunos invitados menos, uno que otro bastante alumbrado y la acostumbrada cuota de colados. El anfitrión amplió la actuación del mariachi, por la aún abundante concurrencia y el regreso del personaje de esta historia. Uno de los invitados, quiso bailar con la dama que también protagoniza este relato, y ante su negativa intentó propasarse. El acompañante, que por razones obvias no estaba en la misma mesa, ocurrió a ponerlo en su lugar sin llegar a mayores. Al rato, por otras necedades, uno de los invitados sacó al rijoso del recinto.
La relación continuó no obstante, o por ello
mismo, la situación social que la prohibía. Unos meses después de que él fue
ascendido a otra gerencia en la capital de un estado vecino; y ella a su vez
trasladado su negocio a la capital del suyo. Se siguieron viendo en sus
respectivos lugares de residencia y algunos otros que la oportunidad permitía.
El paso del tiempo y las cuotas de cobro de
éste, así como las distancias, han propiciado tranquilidad en la pareja, sin
afectar su relación amistosa. Agradecen a la vida que los haya protegido y facilitado
sus aventuras.