jueves, 13 de abril de 2017

PIZCA DE LEGÍA EN LA CAJETA

En el tiempo en que manejaba la proveedora abarrotera La Colmena, fines de 1951 a mediados de 1954, eventualmente apoyaba a La Colmenita tienda chica de atención al menudeo, propiedad de inicio en el ramo, rebautizada, del Sr. Cecilio Hernández Quiroz, cuando por alguna razón Francisco Hernández Aceves el encargado no ocurría a su trabajo.
La Colmena se ubicaba en la calle 16 de Septiembre, entre Juárez y Prisciliano Sánchez, frente al mercado Miguel Hidalgo, y La Colmenita en este centro municipal, en la esquina de dicha calle esquina con la ahora Dr. Espinoza. Por el mismo costado o sea 16 de Septiembre, dos locales de por medio, hacia la ahora Álvaro Obregón, se encontraba el negocio similar del Sr. Víctor Padilla, luego atendido por su hijo del mismo nombre, y en el interior los de los Sres. Alfonso Anaya, quien después se cambió a Colón y Niños Héroes, así como de los hermanos Alfredo y Jesús Sepúlveda Navarro, siendo estos últimos negocios más importantes.
La clientela tempranera, conformada básicamente por mujeres, era muy nutrida y había que jugársela para darles atención adecuada. Teníamos que despachar con rapidez y mucha agilidad las casi siempre pequeñas cantidades para las necesidades cotidianas del diario de las compradoras.
Había una cliente diaria, muy pequeña consumidora, de presencia y vestimenta desaseadas, que con los dedos de una de sus manos observé que le sacaba cajeta de membrillo a la pieza que vendíamos a granel en el  mostrador, desempacada de una lata alcoholera de veinte litros. A eso de las doce, ya calmo el movimiento afortunadamente, la maqueta fresca del dulce calló al piso, teniéndola que colocar de lado contrario en su lugar.
Al día siguiente al repetir su hazaña, empezó la señora a escupir borbotones de espuma y a amenazarme furiosa hasta de lo que me iba a morir, al no notar que junto con la cajeta había engullido un poco de la legía, masa previa en la elaboración del jabón de lavar, de color muy similar a la golosina, que coloqué en la marqueta del producto. Incluso tuvo cara la señora de ir a darle la queja, obvio infructuosa, a mi patrón el Sr. Hernández Quiroz.