domingo, 16 de agosto de 2015

SEMANA SANTA EN CUYUTLÁN

En la semana santa de 1955, de jueves a domingo, fuimos a pasarlos mi compañero Banamex José Silva Carranza (QEPD) y yo a la playa de Cuyutlán, Col. Decidimos dicho lugar en vez de San Blas, Nay., que también estaba de moda en esos años. Eran mis primeros días libres, había ingresado al banco en junio de 1954. 
Previamente al darse cuenta el contador de la empresa Molino de Trigo El Refugio, propiedad de don Francisco Salcedo Ordaz, presto se acomidió para que nos la pasáramos en el grupo que cada año promovía su patrón en dicho lugar, tomando por su cuenta la planta baja del Hotel Ceballos, que era el mejor entonces de Cuyutlán. 
Como no nos gustaba la invitación por más de una razón, principalmente a mí, decidimos irnos sin hacer reservación alguna. Llegamos a eso de la hora de comer del  jueves y lo primero que vimos fue a quien nos había invitado junto con algunos acompañantes. Les mentimos asegurándoles que ya teníamos donde hospedarnos y procedimos a recorrer los demás hoteles que como el Ceballos estaban al hilo de la playa. 
Me había prevenido llevando unas botellas de tequila 7 Leguas, tres o cuatro, y en el hotel Guadalajara, después de dos que ya habíamos visto, a la propietaria le caímos en gracia, ofreciéndonos compartido con unas sobrinas que tenía de visita, un espacio suficiente en una enorme sala, pasándonos los cuatro días como reyes, y más por las dos botellas de tequila que les regalé.     
En ese tiempo Raúl González González era delantero jugador del Atlas, que en Atotonilco tenía mucha afición por su carisma y porque todavía estaba cerca el único campeonato de liga que en 1951 ha ganado en toda su historia este equipo. Las malas lenguas decían que su papá don Víctor González Orozco le pagaba al club porque su hijo jugara y no al revés. En un juego internacional en que empataron a seis goles, Raúl anotó uno, que sus fans nunca acababan de celebrar. 
El viernes santo irrumpió Raúl, acompañado de varios amigos, en el citado Hotel Ceballos, y al rato, como no era nada raro que hiciera, armó un pleito tumultuario que a la gente del orden del hotel le costó buen trabajo apaciguar, pero no mucho recibir los donativos económicos del infractor. Falleció en un accidente carretero, acompañado de varias personas, en una curva antes de llegar a Tototlán rumbo a Atotonilco. 
La ola verde de las playas de Cuyutlán, según los que saben, es una de las más peligrosas del país. En esas vacaciones hubo cuando menos tres o cuatro ahogados, básicamente por no hacer caso a las indicaciones de los salvavidas.