sábado, 7 de marzo de 2015

BANAMEX TEPIC

Después de cubrir dos meses una sub contaduría en la sucursal Guadalajara, pasé a mediados de 1963 como contador a Tepic, Nayarit, satisfaciendo innecesariamente el sistema de escalafón del banco. Durante siete años en Atotonilco había ocupado todos los departamentos operativos pero varios sin  nombramientos formales, incluyendo vacaciones al contador, así como auxiliar en algunos aspectos funciones de la gerencia. 
En ese lapso no pude ni ocupar el puesto de volante, antesala de funcionario, porque desde mi ingreso en junio de 1954, estaba ocupado por José Silva Carranza, y el de cajero principal por José Guadalupe Pérez Serrano. Jesús Solís Cervantes, a quien había suplido en vacaciones, era el sucesor de Enrique Moncada Hernández como contador. Al fin en mayo de 1961 vino el cambio a la sucursal Guadalajara como titular del Departamento de Análisis de Crédito en vez de investigador de campo al que iba destinado, pasando de ahí en vez de a la subgerencia que esperaba, nuevamente a la línea administrativa de contaduría. 
En Tepic se había nombrado subgerente al contador Sr. Francisco Loera Carrillo que carecía de experiencia suficiente en la línea de negocios. El gerente Sr. Gilberto Sarmiento Maldonado estaba informado de mi trayectoria y me pidió que, sin descuidar las funciones de contaduría, le ayudara cuanto pudiera en la rama gerencial, en especial en los estudios de crédito. El nuevo subgerente con más antigüedad y edad también sabía mi trayectoria, motivándole un celo profesional hasta cierto punto lógico, que tuvo sus bemoles al principio.        
Para empezar, el primer día real de trabajo porque al llegar el anterior después del viaje en autobús e instalarme en el hotel Colonial, no encontré en la tarde en la gerencia más que a la secretaria Srta. Alicia Lara Maldonado para presentarme, me invitó Francisco a mediodía al bar del hotel Sierra de Álica por la Av. México en el centro de la ciudad. Desde al llegar sospeché que la cosa iba para largo. En la cantina me presentó varios clientes de los que algunos ya sabían de mi llegada, enterándome en la prolongada velada de asuntos diversos importantes para mi futuro trabajo. No nos presentamos a trabajar en la tarde y ya noche tuve que llevar a mi compañero a su casa. En la mañana del día siguiente llegué con mayor anticipación de la que acostumbraba. Arreglé algunos pendientes y en cuanto llegó el Sr. Sarmiento le ofrecí disculpas por lo de la víspera sin mencionarle la compañía. 
Los diez meses que estuve en el cargo fue de trabajo muy intenso y satisfactorio, la interacción con don Gilberto y con el Sr. Loera fueron muy profesionales y de estrecha cooperación. Algunas dispersiones relevantes de trabajo arrastradas de administraciones anteriores y que desde la llegada del Sr. Sarmiento se habían ido corrigiendo, el cambio las agilizó favorablemente y el traslado de la sucursal a su magnífico edificio propio en la avenida México, en lugar del ya inadecuado que ocupaba en la calle Veracruz 185 Nte., tomó gran relevancia. Mi secretaria la Srta. María de Jesús Ortega Aguirre con toda diligencia afrontó el aumento de trabajo reflejo de las mías a su vez. Se promovió en ascenso a otras plazas a compañeros como Oscar Castañeda Martínez (QEPD), que en la sucursal  Guadalajara contrajo matrimonio con Gloria Sagástegui y divorciado y separado del banco después, lo jaló a un banco oficial un padrino político a Toluca; Flavio Peña Aguirre quien al estar destinado como funcionario en Atotonilco contrajo matrimonio con Teresa  González Armenta, que son mis compadres; y Jesús Pacheco Ramírez, que al tiempo se radicó en el estado de Guanajuato, quedando en trámite la transferencia del Sr. Ramón Nuño Vázquez, (QEPD), que estaba anquilosado como cajero principal.   
Eran todavía los tiempos de control caciquil absoluto del exgobernador don Gilberto Flores Muñoz, con mucho entonces el político, presidenciable, más importante del estado.  Negocios importantes de diversa índole giraban a su alrededor e incluso aspectos particulares de administraciones anteriores de la sucursal habían sido tocados por su influencia. Su tocayo el Sr. Sarmiento llevaba buena amistad con él y estaba no obstante por tomar la gubernatura la oposición política de izquierda por el Dr. Julián Gascón Mercado, de quien guardo una impresión agradable. En los días que tomaba el cargo nos  llegó una orden de pago que al notificarla de inmediato a su oficina, personalmente me preguntó cómo podía ocurrir a cobrarla y al contestarle que a dónde le enviaba el dinero, $30,000 de 1964, con todo comedimiento me agradeció colmadamente el gesto.
El gerente de Santiago Izcuintla Sr. Alejandro Sánchez Hernández de donde era originario y antes había sido funcionario en Tepic, me pidió con la anuencia del Sr. Sarmiento, que le ayudara con unos estudios de crédito, conviniendo en hacerlo en domingo, todavía trabajábamos los sábados, para no distraer mis recargadas labores en Tepic. Entonces me tocó conocer el excesivo caluroso y soterrado clima veraniego del lugar que alienta mucho el delta del río Santiago, comparable en mi experiencia sólo con el de tierra caliente de Apatzingan, Mich. Con Alejandro ya jubilado en funciones del Ayuntamiento coterráneo y yo en los negocios del ramo editorial, hicimos unas operaciones del género.   
Tuve la oportunidad de conocer buena parte de las bellezas del territorio de Nayarit. En San Blas los incomparables canales de La Tovara y la playa de Matanchén que un español con propiedades ahí se empeñaba en promover; el hotel El Bucanero y su restaurante de los clientes Sres. Versellino que eran los principales del puerto; el histórico cerro La Contaduría de donde se arrojó con todo y cabalgadura en tiempos de la guerra de Independencia el Sr. cura José María Mercado, cuando el mar cubría todavía el seno del poblado. A la llegada a San Blas en la visita inicial acompañando al Sr. Loera y al cajero principal, el primero aseguró que no podría comerme en su concha con sólo un chorro de limón y salsa Huichol las tradicionales patas de mula de aspecto nada agradable. Tuvo que pagarle al Sr. Nuño Vázquez al servirme en tres ocasiones el dueño del carrito que las vendía. 
También disfruté las playas Los Cocos, las de Miramar y las inmensas Novillero con casi cien kilómetros sin interrumpir; Santa María del Oro, con su fabuloso lago-crater cuya hondura dicen que no se ha logrado medir, en un inolvidable día de campo que la señora de apellido Partida, corresponsal de la sucursal nos organizó un día feriado.
Además de Tepic, Santiago Izcuintla y San Blas, tenían importancia agrícola y comercial en la parte central del estado, Jalcocotán, Ruiz, Tuxpan y la Isla de Mezcaltitán. Más al noroeste Rosamorada, Buenavista, Tecuala y Acaponeta. Al sur de Tepic bastante cerca está Xalisco y después Compostela, que fue el asiento inicial oficial del arzobispado de Nueva Galicia, que luego se trasladó a Guadalajara. Por la carretera panamericana hacia la capital de Jalisco, se ubican la citada Santa María del Oro, Ahuacatlán e Ixtlán del Río. Al sur de Ahuacatlán está Amatlán de Cañas, en los estatales. 
En la parte nororiente en la región cora están los municipios de Huajicori, Nayar y La Yesca. En el sur también región agrícola importante, el ahora municipio Valle de Banderas emanado del de Compostela, con las pujantes localidades San Juan de Abajo y San José del Valle y, así mismo, la zona turística playera con lugares como Chacala, Rincón de Guayabitos, Cruz de Huanacaxtle, Bucerías  y Nuevo Vallarta, que por la proximidad con Puerto Vallarta, han recibido un impulso impresionante.     
El estado de Nayarit de creación como tal a principios del pasado siglo veinte, mayo 1, 1917, perteneció en su tiempo al séptimo cantón de Jalisco, era en los sesentas el primer productor nacional de tabaco y uno de los principales de frijol, plátano y otras frutas como piña y mango. En lo cultural ha dado nombres sobresalientes en las letras como Amado Nervo y Alí Chumacero y de aquí fueron el Gral. Eulogio Parra que junto con  Ramón Corona derrotaron a Manuel Lozada, el Tigre de Álica en 1873, Luis Castillo Ledón, literato y gobernador, así como Juan Escutia, de los niños héroes de Chapultepec, todos, por la época, excepto Chumacero por muy poco, nacidos jaliscienses. Más contemporáneos Consuelo Sáizar, editora y Presidente actual de Conaculta, Rosy Mendoza, vedette y actriz  cuya exuberancia física fue muy notable, Everardo Peña Navarro, historiador, María Antonieta de las Nieves (La Chilindrina), actriz; futbolistas destacados  Ramón Ramírez, Misael Espinoza, Marcelino Bernal, Miguel Ángel Zepeda, Erubey Cabuto y Sergio Amaury Ponce.    
Entre los negocios tepiquenses significativos de los sesentas me vienen a la mente Plasencia Motors (Ford), Las Fábricas de Francia, Farmacia Levy y Embotelladora Aga, todos de origen jalisciense; el Ingenio de Puga, de la familia Menchaca; Cía. Cigarrera La Moderna, Tabaco en Rama, que creo después fue Tabacos Mexicanos (Tabamex) y otra del ramo, que creo se llamaba Tabacos Azteca. En agencias de automóviles destacaban también Ricardo L. Gárate (G.M.), que así mismo  manejaba otros negocios importantes, el Sr. Manuel Sierra que inició Datsun/Nissan; en gasolinerías el Sr. Jorge Saucedo, miembro de una familia muy conocida en la que su papá y un hermano, de nombre César los dos, eran abogados distinguidos. Hoteles los mencionados Sierra de Álica y Colonial en el centro de la ciudad y La Loma por la salida a Mazatlán. Restaurantes el Beechcomber por el rumbo anterior y en el centro por la mencionada Av. México, Los Molcajetes.
Tepic tiene cerca varios volcanes, como el Ceboruco, el Sangangüey y el San Juan. El segundo que se ubica por la carretera a Mazatlán, lo escalamos varios compañeros un domingo con todo y una extraviada que casi nos impide llegar a trabajar  a tiempo el lunes. A consecuencia de que los empleados del cliente la embotelladora de Coca Cola nos estuvieron presumiendo sus excursiones al mismo con acampada de una noche en su recorrido, decidimos que lo haríamos sin parar. El día escogido nos dejó el autobús de pasaje a las siete de la mañana a la altura del volcán. Los seis o siete improvisados excursionistas iniciamos de inmediato el ascenso arribando en línea a la cima a campo traviesa como a las doce del día. Después de disfrutar un buen rato el paisaje desde la  altura privilegiada que teníamos, platicar, jugar y tomar fotos, dimos cuenta de manera  opípara de la comida y bebida que llevábamos en abundancia.  
El descenso a las cinco de la tarde planeado previamente sería por el espinazo del cerro, con más dificultad que el arribo, pues a ambos lados era un verdadero despeñadero. Todo iba bien hasta que notamos que se había olvidado donde pernoctamos, la cámara fotográfica propiedad de Alfonso Bazzoni Castro, que estaba en plan de entrenamiento en Tepic y habíamos coincidido en Guadalajara. Era una cámara Retinette de último modelo que apreciaba mucho. Regresamos una parte por el aparato y cuando reanudamos la marcha ya empezaba a oscurecer. Decidimos continuar de manera como habíamos ascendido teniendo como referencia las luces de algunas casas abajo en la carretera.
No tardamos en perder el rumbo complicándose más la situación por la desesperación de algunos compañeros; lo accidentado del terreno y falta de visibilidad nos hacía deambular sin sentido. Teníamos desgarrada la ropa y desollados los pies. Una botella de tequila Herradura blanco y unas mini latitas de leche Nestlé que había conservado les animaron bastante el ánimo a los quejosos. Azotamos en la carretera en plena madrugada del ya lunes y de ahí esperamos un buen rato para que un autobús nos trasladara a Tepic. Tras haber dormido un poco nos presentamos afortunadamente todos puntualmente a trabajar.  
Con Fernando Veytia Jr. que había conocido en Atotonilco como mencioné en su momento,  que tomaba una especie de plan de entrenamiento rápido seguramente en atención a su papá don Fernando Veytia de la Vega subdirector del banco, en su estadía en Tepic junto con otro compañero aprovechamos un puente laboral para conocer las playas de Novillero utilizando un coche que él acababa de comprar. El primer día en la playa confiamos en lo nublado y la resolana nos quemó demás, principalmente a mí, pasando una noche muy incómoda en un hotel de Acaponeta. Al día siguiente del regreso se descompuso el vehículo y tuvimos que empujarlo mucho tiempo a pleno sol llegando con trabajos a Tepic al anochecer. Yo estaba fatal. En la farmacia nos recomendaron una pomada que en lugar de usarla correctamente mi esposa como no aguantaba ni que me tocara me la emplastó toda quemándome más, no pudiendo quitármela con nada y sólo ayudaron un poco talqueadas de maicena.        
En los bancos, y podíamos extendernos a cualquier actividad, hay siempre operaciones que requieren una especial y muy cuidadosa atención so pena de resultados complicados de gravedad. El manejo diligente a veces extremo puede evitar quebrantos cuantiosos a las partes implicadas. Así como mencioné en otro espacio lo de la interpretación del balance en Guadalajara, voy a relatar los siguientes casos.
La agencia Plasencia Motors transfería de Tepic los fines de semana a las oficinas regionales de la Cía. Ford en Mazatlán una orden de abono bastante cuantiosa. El Sr. Sarmiento me había encomendado  la atención personal de estas operaciones. Resultó que un día el gerente de la plaza receptora Sr. Enrique García Pérez reclamó sumamente contrariado una operación de un mes atrás. Don Gilberto influenciado por la contundencia del reclamo me pidió cuentas en tono parecido. Felizmente aparte de la documentación contraseñada de estricto reglamento transferida telefónicamente, (no existían aún los sistemas de comunicación de ahora), anotaba la fecha, hora exacta, nombre completo y cargo del funcionario colega que recibía, así como su número de firma autorizado y hasta alguna anécdota o referencia adicional.   
Como el alegato no avanzaba pedí el audífono y el energúmeno Sr. García me espetaba hasta de lo que me iba a morir, por lo que estando al lado su contador pedí me lo pasara teniendo que indicarle que si padecía de amnesia confirmara el número de firma del banco que le estaba dando, no quedándole así otra opción más que reconocer ante su jefe el error. 
Si el procedimiento de la parte reclamante no hubiera sido tan obtuso, les habría salido  mucho más barata la kilométrica llamada.
La mencionada compañía tabaquera Azteca, disponía de Créditos Comerciales de exportación  que le establecían sus clientes importadores del extranjero. Las facturas, guías de embarque y demás comprobantes de cada operación las remitíamos al banco ordenante el mismo día por correo certificado. En una ocasión muy cargada de trabajo, que en mi caso casi no había de otra, al mensajero se le pasó ir a tiempo a la oficina de correos y a mí supervisar el asunto como era encomienda expresa de la gerencia. Por atención del jefe de correos, como todavía no habían salido las valijas de correspondencia hacia el ferrocarril, me documentó la pieza fuera de horario, corrigiéndose así la anomalía que me hubiera provocado un incidente nada grato de trabajo.  
Como esperaba, del traslado a Tepic por supuesto sí salían las cosas, obtuve la subgerencia postergada en sólo diez meses a principios de mayo del 64 en la sucursal Zamora, Mich., muy diferente a Tepic. Varios clientes y amigos me decían que no me fuera. Pero la llamada Perla del Duero representaba un hito importante en mi carrera. Don Claudio Pita Hurtado, gerente y personaje líder regional de la institución, a cuyo  beneplácito correspondería cabalmente, a mi llegada me dio carta abierta en la sucursal.
En Tepic nació el 4 de marzo de 1964 Francisco José, el primero de nuestros cinco hijos que ya iba encargado desde Guadalajara. En Zamora el 8 de julio del 65 Alma Rosa y después en Guadalajara, en mi segundo destino en la Perla Tapatía, Adriana Teresita el 18 de noviembre del 66 y Carlos Felipe el 4 del mismo en 1967 y, finalmente en agosto 31 de 1969 Claudia Patricia en Zacapu, Mich., desempeñando mi primera Gerencia.

BANAMEX GUADALAJARA UNO

Llegué a la sucursal Guadalajara el 15 de mayo de 1961, después de esperar el cambio en Atotonilco más de cinco años. En vez de ocupar el puesto de investigador en campo del Departamento de Análisis de Crédito al que iba, por la calificación de mi trabajo en el primer mes haciendo mancuerna con el titular Sr. Juan Ramírez Méndez, el gerente don Amador Murguía Blancarte me nombró en su lugar al salir éste en plan de entrenamiento. Previamente  habían  mediado las recomendaciones del Sr. Rafael Esqueda Garibay gerente de Atotonilco y del Sr. Roberto de la Rosa Nuño, Funcionario de Personal Regional.   
El cambio, detenido por la apatía de varios de mis jefes y del anquilosado sistema de escalafón del banco, me daba la oportunidad de desempeñar un trabajo singular interno en la  gerencia de la sucursal más importante de provincia, que concentraba aún funciones clave de las futuras Gerencias y Direcciones Regionales, así como acceso a las radiografías económicas operativas de empresas y personajes protagonistas de Guadalajara y otras poblaciones. El volumen de asuntos que me derivaba primordialmente don Amador y algunas los subgerentes Joaquín Ruiz Fernández y Alfredo Bué Vázquez y luego Miguel Belmán Torres en sustitución del primero, frecuentemente conllevaban labores adicionales que con  entusiasmo realizaba. De las poblaciones foráneas que manejábamos, que luego fueron sucursales, varias eran corresponsalías que visitábamos regularmente. 
En años inmediatos anteriores se habían abierto las sucursales urbanas Santa Mónica e Independencia y el Sr. Ruiz Fernández ocupó en el ínter la gerencia de la apertura de la Vallarta. Después, de septiembre de 1970 hasta mi renuncia el 30 de abril de 1974 ocupé la gerencia de Independencia, mi tercer destino en la Perla de Occidente y antes, de mayo 1966 a diciembre 1968 una subgerencia en esta misma sucursal Guadalajara.    
Entonces la sucursal se ubicaba provisionalmente en la planta alta de la manzana que abarca de Maestranza a Corona por la Av. Juárez, enfrente de su sede tradicional, cuya construcción colonial se demolió para dar paso al edificio actual que se tuvo que demorar bastante por modificaciones al proyecto del arquitecto Struck constructor oficial de Banamex. Cuando a mediados de 1963 me fui a la contaduría de Tepic, aún no se terminaba. El domicilio temporal era una larga tira acondicionada que causaba varias incomodidades. La gerencia estaba a partir de Maestranza y en un privado al inicio nuestro lugar de trabajo que seguido compartíamos con ésta.     
El querer hacer bien o mejor las cosas me ha ocasionado con frecuencia la oposición de quienes defienden la comodidad de su estatus principalmente al ver amenazadas sus fuerzas de mando. Por otra parte, aunque se dice que nadie es indispensable, sí es necesario en determinadas circunstancias, y aunado a la forma de hacer las cosas en el banco, se frena insanamente el camino de gente meritoria. Aparte del tapón de más de cinco años en la sucursal Atotonilco, en este primer destino y en el segundo de 1966 en Guadalajara así como el de Zamora en que en este año iba a iniciar la sucursal Sahuayo, el nuevo gerente tapatío don Adolfo Sánchez Medal y don Manuel Moreno Guevara, gerente regional, le pidieron a don Claudio Pita Hurtado, paisano y amigo del primero, me ocupara de regreso de una subgerencia que este último me aseguró sería por sólo seis meses y se alargó más de dos años y medio.   
A Guadalajara quería irse medio mundo en el banco. En muchas ocasiones lo lograron personas apadrinadas que no eran la mejor opción. Siempre sostuve que para vivir en nuestra capital dentro del banco, no había que pedirlo ni valerse de las ayudas mencionadas o bien, sentar raíces propias. Conocí en esta trascendente primera estancia  asuntos de crédito y de políticas de gerencia  muy importantes del quehacer bancario. El Sr. Murguía y otros gerentes con quienes tuve la fortuna de trabajar, fueron  personajes  líderes del banco.  
A principios de 1963, con año y medio a cargo del  Departamento de Análisis de Crédito, don Amador me propuso para una subgerencia, pero otra vez la rigidez y necedad del escalafón imponían que debía pasar oficialmente como funcionario de contaduría que no había ejercido en Atotonilco no obstante haber ocupado ahí con todo éxito varias veces la estructura de servicios. Así, pasé de inmediato como tercer sub contador donde sólo estuve dos meses para tomar la contaduría de la sucursal Tepic, con el beneplácito del Sr. Gilberto Sarmiento Maldonado, otro gran gerente y amigo, para diez meses después tomar la subgerencia de Zamora también con el asentimiento de don Claudio Pita Hurtado así mismo gran banquero. En menos de cuatro años del desbloqueo de Atotonilco las cosas iban justas y bien, pero luego tuve que lidiar con similares problemas.  
A los funcionarios del área de contaduría que conmigo íbamos a ser tres sub contadores más el titular, todos con mucho más antigüedad, de entrada reprobaron mi nombramiento por no conocer mi trayectoria, principalmente la Srta. Abigail Martínez que me creía, con expresiones despectivas, verde para el cargo pero que a la vuelta de la esquina cambió de  opinión. Tanto con ella como con el contador Herminio Michel Neaves y el otro sub contador Huber Nava Cabrera hicimos muy buen equipo y relación personal. En el cargo de analizador de crédito afronté al inicio otras experiencias más serias.  
En la mancuerna de trabajo con Juan Ramírez que era bastante reconocido en el puesto, le pedí luego que me dejara elaborar mis propios estudios, que como todos se turnarían a la gerencia para su calificación en donde básicamente lo hacía el Sr. Joaquín Ruiz Fernández, primer subgerente, a quien conocía por lo de la visita al gerente de Atotonilco que describí anteriormente, con sobrada fama de exigente y drástico en extremo.
Me hice cargo del caso del cliente Distribuidora Dyna de Máquinas de Coser de un señor alemán que ahora sólo su recuerdo su nombre de Pedro, que manejaba ventas en abonos a largo plazo a consumidores particulares. Probablemente Juan me lo haya dejado   conociendo que tenía cierto grado de dificultad por el tipo de ventas que por cierto después el banco reclasificó en las líneas de créditos para Adquisición de Bienes de Consumo Duradero (ABCD) y que junto con la de Préstamos Personales había iniciado en la banca mexicana. 
El cliente, razonablemente en mi opinión, consignaba las ventas en el Estado de Perdidas y Ganancias por las sumas recuperadas y no por operaciones nominales como en los formatos se consideraba, puesto que eran transacciones con índices elevados de devolución. Previamente con Juan analicé el asunto coincidiendo en que era correcta la apreciación. Pedí el turno de mi debut con el subgerente perdonavidas porque el estudio tenía ya varios  días esperando.   
Al estarle explicando al Sr. Ruiz la particularidad del estudio se puso como energúmeno y más al decirle que lo podíamos discutir, expresión a la que respondió que quien era yo para discutir con él y que iba a ver para que diablos servía si no para devolverme a mi pueblo, llamando de inmediato a Juan Ramírez quien inexplicablemente se echó para atrás acerca de lo que habíamos acordado. Me mandó a mi escritorio y llamó a don Pedro que se hizo presente en unos cuantos minutos. Estaba casi seguro que el señor accedería a reclasificar  los datos, pero para mi fortuna los confirmó y defendió con firmeza. Mi presunto verdugo sin ningún tipo de disculpa ni mayor explicación me dijo con todo lujo de sequedad: “usted tiene la razón”,  señalando con el índice mi escritorio y … punto. 
Después en un acto de conciencia ya como gerente de la sucursal urbana Vallarta me llamó para felicitarme por mi santo, confundiéndose con otro san Felipe de los del santoral. Después cambió del todo y tuvimos una magnífica relación profesional y personal.   
En el estudio de los créditos, junto con la medición fría y rígida de las partes del balance, debe tomarse en cuenta también la capacidad y habilidad del solicitante y su moralidad, así como la licitud y características estimables para el desarrollo del negocio y otros datos favorables o negativos que aporten para tomar una buena decisión. Estos puntos finos pueden concluir en casos peculiares en el rechazo de un millonario y la aceptación de un candidato sin mucho peculio. Si además siempre mediaran los principios de que el crédito debe ser un apoyo sano para el desarrollo de los negocios, nunca habrían habido IPABS y FOBAPROAS, ni privatizaciones y reprivatizaciones bancarias perversas del gobierno con sus amigos y políticos muchas veces  pseudobanqueros y pseudoempresarios, creándose las súper empresas y monopolios actuales fruto del añejo tráfico de influencias y corrupción en nuestro país. 
Algunas situaciones singulares aludidas antes en el encuadre equitativo de números financieros, serían las empresas gaseras, panificadoras, embotelladoras y otras en que los valores de sus flotillas de reparto en el activo fijo debilitan irrealmente los índices de capital de trabajo y de liquidez; como de efecto negativo la excesiva rotación de personal, sobrantes y obsolescencia de inventarios, entorno desfavorable de los negocios, la falta de pericia y aptitudes de los dirigentes, etc.  
En los dos meses como sub contador, entre otras cosas, establecimos un reporte diario a la gerencia de las operaciones importantes de clientes y terceros, con miras primordialmente a la captación en ésta de nuevos negocios; y en lo referente a personal por su alto número, se hizo una guía sencilla de rutinas de trabajo, y otra, a la que no faltaron funcionarios que la regateaban sin razón, de las diversas prestaciones porque una buena parte las desconocía incluyendo las de la Sociedad Mutualista.  
Guadalajara era en esa época de 1961/63, muy distinta a la de hoy en día. Estaba ya presente toda la banca nacional pero la competencia de la local era aún bastante fuerte con los bancos Refaccionario de Jalisco, Industrial de Jalisco, de Jalisco, Popular y algunas  Financieras, instituciones todas por supuesto desaparecidas al presente vía las fatídicas estatización, reprivatización y absorción extranjera de la banca mexicana.
El mercado de San Juan de Dios, ahora oficialmente Libertad, era de puestos semifijos de tablas y láminas de cartón en la calle Javier Mina que aún no se ampliaba. De mayo a agosto de 61, antes de casarme, viví por esta calle con una prima hermana un poco antes de la 60 a la altura donde estaba la penal y en las inmediaciones había lotes baldíos. Luego, ya casado nuestro primer domicilio fue en Marsella Norte 388 ahora Manuel M. Diéguez, esquina con Herrera y Cairo. Al poniente después de la cercana Av. de las Américas había pocas fincas. El señor Murguía hizo una casa prácticamente en despoblado por la continuación de esta avenida a la altura de lo que ahora es Plaza Patria, cerca de donde había un lugar de alquiler de caballos. Ni sus luces entonces de la extensa colonia Providencia y otras del rumbo. 
La colonia Independencia también muy grande, donde nos tocó vivir en Monte Parnaso y en  Chimborazo, estaba en desarrollo y varias colindantes tampoco existían. Las colonias Moderna, Americana y Ladrón de Guevara y otras en los sectores Hidalgo y Juárez incluyendo la también extensa Chapalita que abarca parte de Zapopan eran de las importantes. Zapopan en este rumbo y Tlaquepaque en el oriente estaban muy separados y bastante lejos Tonalá y Tlajomulco. 
El primer cuadro del centro de la ciudad era el corazón de todas las actividades comerciales con todavía algunas instalaciones fabriles. Albergaba por la Av. Juárez ya tiempo ampliada y remodelada en tiempos del gobierno de Jesús González Gallo (1949-1953), los importantes negocios Las Fábricas de Francia que aún persiste con edificio reformado y en manos de otros dueños, Almacenes Favier, El Nuevo París, varias joyerías tradicionales y el edificio de teléfonos cuya hazaña de reacomodo del ingeniero Matute Remus todavía asombra a propios y extraños.  
También estaban Casa Moragrega, los hoteles Génova, Roma y Del Parque, el cine Variedades, el restaurant bar Don Quijote y desde luego Banamex. A una cuadra en Corona y Pedro Moreno la original El Nuevo Mundo que ahora con el agregado de Guadalajara está también en Juárez; a la vuelta en Maestranza entre Morelos y P. Moreno el hotel Francés; así mismo en Corona con Madero el histórico hotel Morales y con López Cotilla El Fénix y por ahí la desaparecida tienda El Nuevo Regal.  Por Prisciliano Sánchez frente a los templos Aranzazú (que debía ser Aránzazu) y San Francisco, el Bar Imperial y a la vuelta por Colón el Cué y en la esquina de ésta con Miguel Blanco los restaurantes aún presentes Lido, y La Alemana a espaldas de los templos citados. De las zapaterías del centro recuerdo la Regis, Las BBB, Dione, Canadá, El Perico, Lis. 
Los cines de entonces, todos desaparecidos, estaban varios en la Calzada Independencia: el Alameda con Álvaro Obregón (ahora Cinépolis), Juárez con Gigantes, Avenida entre Gómez Farías y Aldama y Metropólitan con P. Sánchez. Al oriente por Obregón el propio Obregón y el Park; en Javier Mina luego se instalaron el Ideal por ahí de Churubusco y L. Vicario  y otro que no recuerdo si Princesa o Encanto, más al este por rumbos de la citada penal. En el centro el mencionado Variedades, el Colón y el Roxy; antes habían estado el España creo que por Angulo y el Jalisco que no ubico. Los señores Ramírez dueños del imperio Cinépolis mencionado o Multicinemas, lograron después romper la competencia  de los dos circuitos nacionales, abriendo un multicinema individual en la calle Aldama por ahí de la 16 a la 20 en el sector Reforma, cuyo local mucho tiempo vacía ahora ocupa una organización religiosa. Los centros o plazas comerciales no habían aflorado, les tocó sentar precedente al tiempo a Plaza del Sol y Plaza Patria. 
La red telefónica que era monopolio del gobierno (ahora Telmex de Slim) era reducida y conseguir una línea bastante difícil y la atención de su personal verdaderamente tiránica. El actual Estadio Jalisco (1960), ampliado en dos ocasiones, tenía como un año de haber sustituido al tradicional parque Oblatos, también llamado Oro y Martínez Sandoval; la plaza de toros era El Progreso en el corazón de San Juan de Dios y la Monumental, llamada luego Nuevo Progreso, aún no le hacía compañía al Jalisco.   
Embotelladoras: La Favorita (Coca Cola), de Occidente (Pepsi), Aga (Sidral y Aguilita). Galleteras:  Jalisciense y Guadalajara, y Productos de Trigo. Aceiteras y harineras: Grasas Vegetales, Aceites, Grasas y Derivados y Cía. Harinera del Parayas. Chocolateras: Ibarra y Dos Hermanos. Fábricas del Calzado Canadá que aún estaba  por lo que ahora es la Av. Revolución antes Catalán. Vinilos y Hules (calzaletas). Tequilas Sauza, Cuervo, Herradura y Orendáin con sus plantas en Tequila, Jal. La sede de la Cámara de Comercio estaba en Av. Chapultepec entre Morelos e Hidalgo. 
Agencias automotrices: Casa Solana y Automotriz Occidental (Chevrolet); Plasencia Motors con sucursal en Tepic, Casa Schultz que luego fue Jiménez Automotriz y Jalisco Motors (Ford); SyC Motors y Camarena y González Fernández (Dodge); de Volkswagen: Américas del atotonilquense don Rubén González Orozco, después González Gallo de su sobrino Carlos González González y Ávila Camacho de otro sobrino, aún no estaba Albarrán. Baruqui Motors (Datsun-Nissan) tenía poco de haber abierto. Gaseras: Gas Menguc y Gas Royal que al tiempo se fusionaron persistiendo Menguc para al fin vender a la actual Zeta Gas.  
La calzada Independencia y la Av.16 de Septiembre y calles adyacentes, entonces mucho más área comercial que ahora, alojaban aparte de algunos negocios ya citados, otros como varias refaccionarias automotrices y talleres del ramo, Ferretería Calzada que aún no era cadena, la antigua Central Camionera, periódico El Occidental, bancos Banamex y Refaccionario e Industrial de Jalisco, hoteles populares y de paso y algunos de mayor nivel como el Nueva York, el Colón y el Nueva Galicia de don Benito Fong Gómez; el Hilton sucesivamente Marriott, Sheraton, Carlton y Misión Carlton, todavía no nacía ni su gemelo Condominio Guadalajara. También estaban Mayoreo Automotriz y Agrícola de don Adolfo Orendáin Badillo de donde después se creo la cadena Orma Autopartes.  
Además se alojaba aquí la llamada zona roja, poblada además de los hoteles de paso, de  negocios de diversión de la farándula como El Zarape, El Nopal, el Afrocasino, El Zombi y de menor clase el Dandy, La Tarara y otros; cafés, loncherías, cantinas, licorerías y restaurantes más formales como el Tecali de la cadena de don Francisco Silva Romero (Lido, Tizoc, Capri), el chino Tai Pai y el de los Hermanos Reyes en donde en mayor predio después construyeron su hotel actual.          
Los restaurantes de moda que recuerdo: La Copa de Leche (desaparecido), Carnes Asadas Tolsá, Cazadores Campestre por la glorieta de la Paz sumamente concurrido por clientes locales y visitantes (desaparecido); los de los hoteles Morales y Fénix. Populares: La Chata en Federación ahora cerrada pero con dos sucursales; La Gorda en Gral. Coronado casi esquina con Juan Álvarez que luego cambió a dicha esquina en construcción propia, con varias sucursales; Lonches Chula Vista y Lonches la Playita; La Fonda de Don Pedro en San Martín por Belisario Domínguez, Ricos Tamales por Garibaldi enfrente del Templo de Jesús, Don Tomasito, Tacos Minerva, Mi Tierra; la cadena citada de don Francisco Silva; El Gallo  iniciador de las carnes en su jugo en la banqueta de República y la treinta y dos.
Otros bares o cantinas, el citado Don Quijote, Los Panchos y El Marino casi juntos en  Maestranza y Madero el segundo y entre Juárez y Pedro Moreno el tercero; el Imperial y el Cué ya mencionados y cerca de estos el California; por Juárez hacia la calzada el 1,2,3, del Hotel Génova, y  a unos pasos el Popular, y el Víctor ya en la citada calzada Independencia y Libertad. La Fuente en Pino Suárez entre Hidalgo e Independencia, Los Equipales en Juan Álvarez y Mariano Bárcena y más antiguos La Sin Rival en calzada Independencia en Analco y La Iberia en Herrera y Cairo en El Retiro. El conjunto El Parián en el centro de Tlaquepaque jalaba parroquianos de Guadalajara.  

¿EXCOMUNIÓN?

En la época que me he venido ocupando, cuarentas y cincuentas del pasado siglo veinte, los bailes de las fiestas patrias septembrinas en Atotonilco eran un acontecimiento muy especial, sobresaliendo desde luego el del 15, ya que en algunos años según en qué días cayeran, llegó a haber hasta en tres fechas, independientemente de la concurrida y gustada botana charra matutina del 14. 
En uno de esos bailes del día 15 con sede oficial en el Centro Social Recreativo Atotonilco, propiedad del señor Benjamín Navarro Hernández, la iglesia tomó muy a pecho su papel y decretó la excomunión a los que asistieran al evento. Los padres Franco y Zermeño se ocuparon  muy en serio de su papel como principales ayudantes de la parroquia, advirtiendo en el púlpito en las misas de varios domingos anteriores acerca de la pena decidida.
Como yo fui, aunque ni bailé por el exceso de vigilancia de mis cuñados, independientemente de que nunca he sido muy bailador que digamos, nos dimos por excomulgados mi ahora esposa y yo, sin creérnosla mucho. Como a los dos meses me mandó llamar el Sr. Cura José de la Torre Rueda, con quien llevé siempre una especial amistad.
-Quihubo hereje, ¿qué animal te picó?
-¿Por qué señor Cura?
-No te he visto comulgar.
-¿No sabe que estoy excomulgado?
-¿Qué, que?
-Pues sí, fui al baile del 15 al Social.
-Y ¿quién te dijo que por eso ibas a estar excomulgado, qué barbaridades hiciste?
-¡Uh! ni siquiera bailamos, a mi novia vino a llevársela uno de mis cuñados, el que usted ya sabe, y si no haber dejado que se saliera con la suya fue pecado suficiente también, agrégueselo al chahuistle que nos mandó. 
-En primer lugar no se excomulga así como así, y yo no soy promotor de ninguna plaga como dices. Lo que los padres quisieron decir fue que suspenderían temporalmente la comunión.
-Pues no lo dijeron así.
-Bueno, bueno, nadie quedó castigado, si acaso a algunos unos días de escarmiento o una penitencia especial por desobedecer, pero ya se que tú eres un alegón. Ven a confesarte y a comulgar como cualquier buen cristiano y sanseacabó. Por lo que respecta al sainete con los hermanos de tu novia, muy sencillo, ya cásate.
-¿Sí, verdad, usted nos va a mantener? No, no se preocupe, pronto lo haremos.
Nuestro matrimonio fue el sábado 19 de agosto de 1961, el primero en Atotonilco por la tarde, 18 horas, y el Sr. Cura de la Torre vino de E.U. convaleciente de una operación de la cadera especialmente a casarnos.

NOCHE DE ANGUSTIA

Eran pasadas las diez de la noche de aquella lejana fecha de principios de 1954, cuando llegó a buscarme a la casa Lino Gutiérrez Navarro, que había sido compañero de mi papá en el sitio de carros de alquiler,  llevaba el periódico del día El Sol de Guadalajara, que se vendía por las tardes en Atotonilco. 
-¿No te has enterado?
-¿De qué, Lino?
-El periódico trae una lista de varios braceros que se quemaron al otro lado allá en California, viene el nombre de tu papá.
-¿Qué? 
-Aquí está: Francisco de la Torre ¿Te acuerdas cómo se llama el pueblo donde está trabajando?  Dice aquí que fue en Woodland ¿No es ese el lugar? 
-Sí, las cartas traen sello de correo de ahí. 
La nota del periódico decía, palabras más palabras menos: “Esta mañana fallecieron cinco braceros mexicanos al incendiarse un camión en que se transportaban al campo de trabajo completamente apiñados treinta y tantos de éstos cerca de Woodland, California en los Estados Unidos. Se cree que la mayor parte de la cuadrilla mencionada son del estado de Jalisco, de la región de los Altos. Los muertos son (listaban cinco nombres, uno homónimo de mi padre). Ocho de los demás accidentados están graves por las quemaduras  y los demás sólo sufrieron leves daños”.
Mi angustia era terrible ¿Qué hacer? El servicio telefónico ya estaba cerrado. Mi madre estaba delicada de salud. Mis hermanos todos más chicos y los parientes y amigos de confianza ¿en qué me podían ayudar? Lo más seguro era que de inmediato divulgaran el asunto. Decidí callarme y aguantar hasta la mañana del día siguiente.
No dormí casi nada. Me fui sin mencionar el problema a abrir la tienda La Colmena, propiedad de Cecilio Hernández Quiroz, de la  que yo me encargaba, ubicada en 16 de Septiembre frente al Mercado Hidalgo, justo donde ahora son Las Fábricas de Francia del señor Luis Hernández Navarro. En cuanto se abrieron las oficinas de teléfonos ya estaba pidiéndole a la señorita María Cervantes Estrada que me ayudara a comunicarme al lugar de trabajo de mi papá. La única información que tenía era el nombre antes mencionado y que creía estaba cerca de San Francisco.
El supuesto mal carácter de la señorita Cervantes para mí fue todo lo contrario. Desde al explicarle atropelladamente el problema me calmó diciéndome que no me apurara, que a lo mejor no se trataba de mi padre, aunque coincidieran el nombre y el lugar de origen según el periódico; que más rápido de lo que me imaginara conseguiría la llamada. 
Y así fue. Unos veinte minutos después ya tenía yo nada menos que a mi padre contestando el teléfono. Sus palabras fueron de lo más reconfortantes y gratificantes para mí; muy lejanas y con mucha interferencia pero verídicas y ciertísimas de mi padre, que a su vez se imaginó que acá nos hubiera pasado algo grave por lo insólito de la llamada. Me regresé rápidamente a la casa para poner al tanto a mi mamá y a mis hermanos; no fuera que  alguien más llegara con la noticia del periódico y se descompusieran las cosas. Al rato ya estaba de regreso en el  trabajo. Las personas que leyeron la noticia fácilmente se enteraron que no se trataba de mi padre.
Siempre llevé buena amistad con la señorita Cervantes que al tiempo falleció en Guadalajara, así como con muchos de sus parientes. Su hermana María Ana, también ya fallecida, con quien manejaba la telefónica, era la esposa de Don José González Flores, quien al enviudar casó con Etelvina Jiménez. Una hermana de Don José, la señora Aurora, fue la esposa de Don Víctor González Orozco, en cuyo importante negocio abarrotero que compartía con su hermano Don Ezequiel, su cuñado trabajaba como contador. Este muy conocido negocio estaba en lo que ahora baldío funciona como estacionamiento por la  calle eje Juárez entre la 5 de Febrero y la Madero. En esta esquina se ubica ahora la escuela oficial para niñas Manuel Ávila Camacho, habiendo sido antes la primaria para niños Benito Juárez donde estudié.
Cuando esta vez regresó mi padre de los Estados Unidos, después de estarse yendo para allá año con año, yo ya no la hacía bien como padre sustituto de mis muchos hermanos. Me costó bastante trabajo convencerlo que se quedara en Atotonilco y tanto o más que se dedicara al comercio de abarrotes. Traté casi a escondidas la tienda del ramo que tenía Don Trinidad Vázquez Tejeda, en la esquina de Colón y Javier Mina, justo donde ahora son los cafés el Zancas y el Mora, propiedad hasta su fallecimiento de Miguel Gutiérrez Valle. El lugar no podía quedar más a la mano porque vivíamos enfrente en el No.31 de Juárez, ahora Colón 109/115, desde que empezando enero de 1945 habíamos llegado del rancho El Salvador a esta casa que era propiedad de nuestra abuela materna Emilia González. La tienda fue desde entonces la ocupación definitiva de mi padre y base del sustento familiar.
Antes de Don Trino, papá de Pepe Vázquez Valle (qepd), propietario de la Ferretería Central por la calle Bravo, y de Hugo y Othón, el local había sido negocio abarrotero primero de Doña Josefina García y su esposo Don José Becerra y luego de Doña Emilia Villalpando y su esposo Don Teófilo Muñiz, hermano de Don Hilario y Don Vicente; después, de las señoritas Soledad y Anita Rubio, hermanas de Doña Brígida esposa de Don Manuel González, cuya familia sigue manejando su tienda familiar  en Ramón Corona y Terán. Desocupado por nosotros, el inmueble fue ocupado por poco tiempo con el mismo giro por la señora Catalina  Angulo y su esposo Francisco Romero.
Doña Josefina fue hermana de Don Guadalupe García, conocido y popular personaje de Atotonilco, propietario a media cuadra por Colón de uno de los principales y antiguos molinos de nixtamal; Doña Catalina era hermana de Doña Isabel esposa de Don Lupe. La propiedad fue adquirida de esta familia García por el señor Gutiérrez Valle a cuyos sucesores pertenece. Mi papá  cambió el negocio casi enfrente a la casa de Colón en donde aún está, en uno de los dos locales que se acondicionaron. En el otro está mi hermano Adolfo con la distribuidora de publicaciones. Negocio que yo gestioné también para Mi hermano Cipriano. Mi padre en su momento le pasó la tienda de abarrotes a mi hermano Ramón y éste a Javier Aguirre Villagrán (qepd) esposo de mi hermana María de la Luz, que ahora lo maneja con la ayuda de sus hijos.

EL CENTRO SOCIAL RECREATIVO ATOTONILCO

En el lugar donde ahora se encuentra el Portofino, frente al costado oriente de la plaza de armas, en 5 de Febrero y el eje Juárez, estuvo durante muchos años el Centro Social Recreativo Atotonilco, propiedad de Don Benjamín Navarro Hernández, Restaurant, Bar y Salón para Eventos Sociales, igual que el Portofino actual. Además en la mera esquina estaba, también propiedad del Sr. Navarro, el Bar Modelo que era el de más vuelo, con parroquianos conocidos de la mejor sociedad y cierto grado de autoselectividad. Esquina con esquina, enfrente, estaba el Bar Los Naranjos, más amplio que el Modelo, mucho más concurrido, clase media y alta también, del Sr. Manuel González, auxiliado algunos días por su hermano Salvador “El Méniche”, muy buen preparador de botanas. 
El edificio del Social Recreativo antes fue el Hotel Jardín y quizá inicialmente haya sido la casa  de algún acaudalado ciudadano. Se componía de un amplio patio central cubierto, con capacidad para unas 40/50 mesas para cuatro y hasta seis personas. Los cuartos en los cuatro francos, antes habitaciones del hotel, se empleaban como reservados para los clientes, oficina, bodegas y servicios sanitarios. Los que daban a la calle aparte del que albergaba al Bar Modelo, eran rentados para negocios independientes. Incluso Don Benjamín tenían una paletería franqueando la entrada principal de 5 de Febrero. Al fondo dando frente a dicha entrada se habían sacrificado uno o dos cuartos para estrado musical u otros usos. 
En los días festivos principales, como 15 de septiembre, 8 de diciembre, año nuevo, etc., se llevaban al cabo bailes especiales para celebrar el acontecimiento relatico. El del día 15 era muy sonado y oficial de los festejos patrios. Concurrían en sin falta en acto oficial las autoridades municipales e invitados locales y foráneos encumbrados del sector oficial y privado, presidiendo  la Reina y su cortejo, lo cual constituía realmente el principal acto de la noche, a diferencia de ahora en que esto se ha deslucido. La Reina era más mujer que jovencita y obviamente más majestuosa y sensual, esto último dicho con todo respeto.   
De los cincuentas-sesentas recuerdo con especial admiración de este tipo de reinas a: Blanca Velázquez, Tere Orozco, Arcelia Flores, Tere Cervantes e Ivette Muñiz. Orquestas bastante famosas amenizaban estos bailes, como Arturo Javier González, Pablo Beltrán Ruiz y otras. Alternaban normalmente con otro grupo musical, a veces también de alto vuelo. Recuerdo que en una ocasión la segunda orquesta fue Los Bomberos, que dejó una impresión muy agradable. Uno de sus trompetistas para interpretar el solo de  la melodía El niño perdido, se trasladó hasta donde sierra la calle de los padres o Morelos en José María Rojas. Al empezar se apagó la luz en todo el pueblo y el soliloquio fue impresionante en aquella inesperada quietud, impregnando toda la población y alrededores. Unas personas que venían de Los Altos escucharon claramente la sorprendente melodía en lo más alto de la cuesta.
En este centro de reunión se veía ordinariamente a gran parte de la sociedad atotonilquense afecta a festejar y convivir con sus amistades y así mismo a personas y familias de otros lugares. Concurrentes cotidianos eran, sin que desde luego la lista sea completa: Jesús Valle Vázquez, Ignacio y José “Pepe” Castellanos Flores, Los hermanos Fonseca Navarro: Enrique, Guillermo, Norberto, Adolfo, Germán, Hermila, Don Guillermo su papá; Ignacio González Vargas el popular “Siete Leguas” que en varias ocasiones tuvo altercados con el dueño por intentar modificar sus estrictas reglas de admisión; Carlos, Julio, Ignacio y Raymundo González Estrada; sus primos hermanos dobles Fermín, José, Jesús, David y Alberto; Ing. Luis, Raúl, Carlos y Alicia  González González,  hijos de Don Víctor González Orozco;  el Lic. Ernesto Moreno y D.; los hermanos Córdoba Ibarra Dres., Guillermo, Cruz, Urbano y Ernesto, Ing. Vicente, cuando estaba de visita, y Arcelia; sus hermanos Arturo, Salvador y Ernestina estaban aún chicos; los doctores, entre otros,  José Guzmán Martínez, Fernando de Alba Hermosillo, Gerardo de la Mata, y Casillas de quién no recuerdo su nombre.  
Ayudaban eficazmente a Don Benjamín en el manejo del negocio: su sobrino Edmundo “Mundo” Guardado, así como meseros muy populares y estimados por los parroquianos como Alfonso “Ponchito” Barón, quién ya desempleado no se animaba a abrir el primer “Pipiolo” que sería luego una importante cadena de restaurantes en Guadalajara, propiedad de un señor Vaqueiro del D.F. a repetida insistencia de Raymundo González Estrada  que lo recomendó.  
Cuando el inmueble fue adquirido por Ignacio Barragán Maldonado, el señor Navarro, un tanto desmejorado de salud, abrió una farmacia en Guadalajara por la Av. Revolución a la entrada de Tlaquepaque, en una finca con casa habitación contigua de su propiedad. Ahí falleció pocos años después.  

EL BRINCO DE LOS VIEJOS

Atotonilco es prolífico en bellos lugares para disfrutar paseos, excursiones y otros eventos sociales. A Los sabinos, Taretan, El Rincón del molino, Los chorritos, etc. se agregaban otros en aquellos años ya remotos de 1950/1960, más retirados, menos populares pero igualmente interesantes y quizá más tradicionales y rústicos que los mencionados, como La cueva del agua, La cueva de Renterías, El rincón del molino, Los tepames, El brinco de los viejos, y algunos más que no vienen ahora a mi  memoria. 
Al brinco de los viejos, existente desde años inmemoriales,  llegamos a ir con frecuencia en días festivos en grupos de 6, 8 amigos, repartiéndonos lo que había que llevar para una comida-día de campo. Es un corte u hondanada angosta a todo lo alto del cerro que en el fondo tenía un precioso y basto ojo de agua fresca tirando a fría, lleno todo el año, rodeado de árboles y arbustos. No sé sí su estado actual sea el  mismo, quizá la situación ecológica lo haya modificado. 
 A este paradisiaco lugar se llegaba por una vereda de a pie que arrancaba más o menos en el cruce del camino, ahora pavimentado, con la carretera-libramiento a Los Altos, menos de un kilómetro después de pasar por lo que fue Industrias Unidas de Atotonilco y ahora es la fábrica de muebles tubulares del señor Francisco Hernández Aceves. A la distancia al lado izquierdo en temporadas muy lluviosas se veía en la cresta del cerro alteño la espectacular caída de agua llamada cola de caballo, que creo a la fecha, en igualdad de condiciones fluviales, todavía debe verse. 
En una de estas excursiones en que entre todos los asistentes nos repartíamos lo que había que llevar para la comida, a Ramón Arámbula (qepd) que debía llevar la carne para asar, se le el compromiso. Después de bañarnos, acompañar la plática y chascarrillos con sus respectivas cervezas y unos tragos, el hambre feroz que traíamos, característica nada ajena a nuestra juventud, con tortillas, queso, jitomates, cebollitas cambray,  limones, sal y chiles serranos, con postre atotonilquense de cajeta de membrillo y hasta unos chongos zamoranos, comimos todos a placer.  
Respecto a lo ecológico, ha habido consecuencias graves para Atotonilco. El mayor uso y desechos acuíferos sin ningún control ni tratamiento por el despegue urbano e industrial en la zona inmediata de Los Altos, ha semi secado y contaminado altamente el río Los Sabinos y seguramente mermado la afluencia subterránea de agua para el llamado con razón Vergel de Jalisco. No sería raro que el manantial de Taretan, abastecedor bastante sobrado antaño de agua potable y para otros usos, haya reducido su caudal y pueda estar en  riesgo de extinción por la cantidad de aprovechamientos y perforaciones profundas de los mantos friáticos que se sigan haciendo en la zona alteña. 
Ignoro si se hayan tomado ya las medidas para solucionar este grave problema ecológico. Atotonilco merece con sobrados méritos que sus autoridades le regresen esta parte, y muchas otras, de su grandeza. 

TRABAJO EN "LA COLMENA"

A fines de septiembre de 1951, una vez que se terminó el trabajo eventual en la casa Valle en lo de los pepinillos para la empresa Clemente Jacques, me fui a trabajar a la  tienda La Colmena que el señor Cecilio Hernández Quiroz había adquirido de don Efrén Morales Orozco. Era un antiguo negocio abarrotero mayorista de Atotonilco que estuvo entonces en  16 de Septiembre frente al Mercado Hidalgo, en el lugar que ahora es Las Fábricas de Francia de ropa y novedades propiedad de los hijos del Sr. Luis Hernández Navarro. Cecilio Hernández era al adquirir en traspaso este negocio, locatario del mercado en el mismo ramo en la esquina de 16 de Septiembre y la ahora Dr. Juan José Espinosa, que rebautizó como La Colmenita.   
Este trabajo del que luego me hice cargo junto con los demás negocios del dueño, me enseñó con rapidez las cosas que se manejaban en el ramo y su diversidad de clientes y proveedores. Aparte de abarrotes se manejaba mercancía de los giros acostumbrados entonces como ferretería, tlapalería, etc. El nuevo dueño agregó luego ropa y telas, giro que  por lógica resultó incompatible con los demás. Tampoco funcionó el convenio con el Sr. Salvador Hernández para proveerle en exclusiva las necesidades para su negocio en el barrio de Los Leones y el traslado de su hijo Francisco Hernández Aceves como encargado de La Colmenita, movimientos que al tiempo fracasaron. Francisco se convirtió después en un conocido comerciante e industrial en el ramo mueblero y de electrodomésticos con La Casa del Radio de la que abrió sucursales locales y foráneas.   
La desbordada actividad y entusiasmo de Cecilio, para emprender cosas empíricamente sin la planeación conveniente, como se deduce de lo anterior, en que medió siempre mi opinión en contra, lo llevó sin medir complicaciones y eventualidades del medio agrícola michoacano a arrendar tierras meloneras en Apatzingan, a lo que por malos resultados tuvo que renunciar. Previo a esta decisión me planteó su intención de pasarme La Colmena en sociedad, cosa que yo no veía viable porque aparte de las prácticas citadas, tenía implicaciones familiares en que hasta los cuñados metían o pretendían meter mano y me ponían en entredicho para cumplir las indicaciones recibidas, ganándome además su injustificado repudio que por cierto me importaba muy poco.   
El gran número de clientes de mayoreo y menudeo locales y prácticamente de todos los ranchos del municipio y de algunos aledaños, alteños y de la ciénega, concurrían a compras principalmente los  domingos, diferenciándose los foráneos claramente por sus maneras de comprar. Los primeros más conservadores y cuidadosos de los precios y las mercancías a recibir, incluyendo el trueque de los huevos de sus gallinas que se les tomaban a cuenta, contra una menor preocupación general de los del plan.        
Abría la tienda de lunes a domingos a las ocho de la mañana alternando dos o tres días más temprano para supervisar La Colmenita y mensualmente practicar una tarde los balances en la tienda de Los Leones. Se cerraba a las siete o hasta que salía el último cliente y luego del  corte de caja proseguía con las labores contables. El día de descanso se componía, como hasta ahora según entiendo, con las tardes del sábado y del domingo. El sábado generalmente no se perdonaban las reuniones o comidas en paseos y días de campo de diversa índole.    
El Sr. Enrique Fonseca Navarro, que había trasladado su pujante mayoreo abarrotero "La Fama" de la esquina de 16 de Septiembre y José María Rojas, donde ahora es la casa de los herederos del tío Gabriel Galindo González, con el nuevo nombre de "La Casa Amarilla" a Andrés Terán frente al Mercado Hidalgo, me ofreció el mismo puesto que rechacé al considerar incorrecto irme con la competencia. Casi desde mi ingreso me empezaron a invitar a Banamex, donde obviamente conocía y me conocían todos. El gerente don Urbano Díaz Aguirre al tiempo se salió con la suya.
Resultó que en una de las idas de mi patrón a Apatzingan el fin de la primera semana de junio de 1954 no me quedó otra más que llamarles la atención con cierta energía a sus dos hijos ya grandecitos para que dejaran las guerritas que practicaban con la sal y el azúcar y otros artículos en polvo de las cajoneras con los cucharones de los mismos. Su mamá con quien iban seguramente ese día andaba más de malas al recriminarme con un “son más bravos los tenejales que la cal”. No le contesté absolutamente nada ni para bien ni para mal. Ese día, viernes o sábado, llegó por la tarde a comprar algo el Sr. Díaz Aguirre y al reiterarme la pregunta e invitación: “¿Cuándo te vienes al banco?” y mi sorpresiva respuesta “Ahí nos vemos el lunes” selló el compromiso del inicio de una carrera bancaria de 20 años, que había rechazado repetidamente.
En la noche antes de cerrar regresó el Sr. Hernández a quien después de darle los informes del negocio, sin mencionarle para nada el incidente con su familia, le dije de sopetón que hasta el domingo trabajaba. Después de atragantarse por la sorpresa con el cigarro que traía casi permanentemente en la boca, me preguntó porqué me iba, adonde y cuánto iba a ganar, a mis respuestas de que había empeñado mi palabra al Sr. Díaz y ni siquiera sabía mi sueldo y no poder aceptar su oferta de pagarme el doble, quedamos en buenos términos incluso  posteriormente hasta su fallecimiento. La Colmena tuvo que cerrarse unos tres meses después de mi salida. Él construyó luego unas casas para renta por el rumbo del barrio de los pozos al norte de prolongación Colón a la altura de 5 de Mayo. Después se fue a los E.U. de donde periódicamente venía a Atotonilco.    
Mi ingreso al Banco Nacional de México fue el lunes 8 de junio de 1954. Se ubicaba todavía en su local inicial de 16 de Septiembre y Prisciliano Sánchez, donde se inauguró ante la sociedad atotonilquense el domingo 5 de febrero de 1950, Hoy es la pollería El Gordo de Jorge Velázquez Aceves. 

PRIMER TRABAJO FORMAL

Terminé la primaria en junio de 1951. Mi escuela, como ya dije en otra ocasión, fue la oficial Benito Juárez que estaba en la calle Madero, de Juárez al Jardín Hidalgo ahora  López Cotilla, inmueble que hoy alberga otro plantel escolar también oficial pero para niñas. Nuestra directora y maestra de sexto año fue la inolvidable Prof. Felícitas Sánchez Ramírez, originaria de San Miguel el Alto, de cuyos méritos indiscutibles Atotonilco apenas se acuerda. 
En la celebración escolar del domingo 21 del citado mes se me acercaron en la fiesta unos religiosos, probablemente legionarios de cristo o jesuitas, que de la manera más sorpresiva me dijeron que iban exprofeso por mi para ingresarme al seminario. La propuesta fue tan inesperada como para ellos el rechazo a la misma. Mis planes eran empezar a trabajar al día siguiente para auxiliar en el gasto de la casa. Me replicaron que era un honor y una consideración única que se me concedía por méritos escolares y personales. Ante su insistencia y su aparente alta investidura y mi notoria novatez igual les dije que no. Nunca supe cómo obtuvieron mis datos.  
Efectivamente ya tenía un trabajo, eventual, para más o menos un mes en la casa Lorenzo V. Valle y Cía. Consistía en seleccionar manualmente por tamaños, del 1 al 5, el pepino criollo que entonces se cultivaba en Atotonilco y se procesaba en salmuera para la firma Clemente Jacques de la ciudad de México, en donde se terminaba su proceso comercial. En esta tarea trabajábamos otras cuatro o cinco personas más a cargo del señor José Núñez Vázquez hermano de doña Esperanza que era la esposa de don Francisco Valle, socio y directivo de la Casa Valle. Don Lorenzo Valle Valle, de donde tomaba nombre la importante negociación atotonilquense, era un rico y muy reconocido  empresario en la producción nacional de naranja y uno de los benefactores del pueblo.  
Al terminar el proceso indicado me ocuparon como dos meses más en labores relacionadas hasta que se terminaron los envíos a México. Mis pantalones de pechera de la mezclilla azul marino dura de aquel tiempo, la que tenía la orilla anaranjada, junto con mi demás ropa se ponían como cuero al abastecer las barricas y el escozor de la sal en la piel me importaba muy poco. El Sr. Núñez y la familia Valle incluyendo a don Lorenzo eran muy buenos personas conmigo, como era fama que lo eran con los demás empleados de los  negocios que se manejaban en la organización, destacando el gran número de huertas de naranjos, a cuya fama atotonilquense de productora de cítricos incluso a nivel internacional contribuía la corporación en gran parte.  
Los pepinillos se preparaban en la finca sede de la Casa Valle que en la actualidad es el Hotel Portal del Vergel propiedad de la Sra. Elba Hernández Gutiérrez en la calle Terán frente al Mercado Hidalgo, conocida entonces como Portal Florencio Luna. Muchas  familias dependían económicamente del trabajo en las huertas. Todos los días después de  su asistencia a misa de cinco de la mañana, los grupos de jornaleros le empezaban a dar literalmente movimiento al pueblo. 
De la Casa Valle, de cuya familia se tratará en otro escrito, me fui luego a la tienda abarrotera "La Colmena", uno de los principales negocios mayoristas del ramo,  que había adquirido el señor Cecilio Hernández Quiroz, originario del rancho Santa Equiteria, al señor Efrén Morales Orozco, quien junto con sus hermanos Alfredo e Ismael eran conocidos hombres de negocios del pueblo que emigraron luego a Guadalajara. Esta familia Morales que llegó en mayor número al justamente llamado El Vergel de Jalisco, procedía del rumbo de Santa María del Valle municipio de Arandas.