Y en la esquina de la citada Juárez y 5 de Febrero estaba el Centro
Social Recreativo Atotonilco, propiedad de don Benjamín Navarro Hernández, que
a su vez era dueño del Bar Modelo en un local independiente en la mera esquina
de la propiedad, como de una paletería en el pasillo de ingreso principal por 5
de Febrero, que al lado hacia el Jardín Hidalgo, rentaba un local primero al
Sr. Enrique Escoto con negocio de vidrios y cristales y luego a un Sr. don
Nacho con peluquería.
Por Juárez a media cuadra hacia Madero, se encontraba el conocido
negocio mayorista de abarrotes y afines y otros giros, originalmente instituido
como Eleuterio González e Hijos, que éstos, don Víctor y don Ezequiel González
Orozco, ya manejaban como dueños a principios de 1945 cuando llegamos del
rancho El Salvador la familia de la Torre Galindo.
En la esquina norte de Juárez y Morelos (la calle de los padres) se
iniciaba la construcción del “Gran
Teatro Cine Atotonilco” por don Margarito Ramírez político atotonilquense que
fue gobernador del territorio de Quintana Roo, para desplazar y hacer cerrar al
Cine Ideal de don Manuel Navarro Ruiz, ubicado por Hidalgo en frente de la
parroquia de San Miguel.
En lo que podríamos llamar esquina con López Cotilla o Jardín Hidalgo y 5
de Febrero estaba entonces el portal
Hidalgo por todo el frente de la hermosa casa colonial del Licenciado y
político José María Plascencia, que después de alojar la distribuidora
Automotriz del Centro (Chevrolet) donde era gerente el Sr. Augusto L. Morrill,
fue adquirida y plenamente remozada, afortunadamente, por Banamex, para
instalar ahí su cuarto y definitivo domicilio. De paso menciono que en la esquina
sur de dicho Jardín y 5 de Febrero, estaba la Escuela Urbana Foránea para Niñas
número 16 Lázaro Cárdenas, a la que en enero del 45 ingresó mi hermana María
Mercedes y después mis tres hermanas más chicas. La finca después fue adquirida
por Francisco Hernández Aceves, dueño de lo que fue la cadena de muebles y
electrodomésticos La Casa del Radio, donde fincó su casa habitación.
Pues bien, las azoteas de todas estas propiedades en la cuadra, conformaban
un solo plano en donde el Sr. Navarro
tenía como guardián una enorme perra de cuya bravura todo el pueblo tenía
conocimiento, sobre lo que incluso don Benjamín nos advertía a los escolares
que por ningún motivo se nos ocurriera subir
a la azotea. Al respecto creo que todos los vecinos, principalmente la
presidencia municipal por la escuela, debían haber puesto medidas de seguridad
por el propietario del can, pero nadie veía con malos ojos la libertad de residencia
que ahí tenía la temida perra.
En el amplio rectángulo que formaba el patio interior de la escuela, que
en sus cuatro lados tenía los ingresos a los diferentes salones de clases,
aparte de disfrutar del recreo, jugábamos principalmente Voli Bol. En una
ocasión en que después de la salida de las cinco de la tarde jugábamos hasta
empezar a pardear la tarde, se nos fue el balón a la azotea que teníamos tan prohibido
subir.
Después de colocar una escalera que había en el plantel escolar, decidí
espontáneamente subir por la pelota pero que nadie me acompañara, no quería que
la fregada perra viera a más de una persona. Como a tres cuartos de la subida
vi que me seguía mi condiscípulo Francisco Hernández Muñoz, a quien intenté sin
resultado regresar. Ya estaba más oscuro que claro el día, ubiqué y ya había
rescatado el balón cuando como un descomunal monstruo se nos echó encima la
gigantesca perra, o al menos así la vi, con la mala suerte para La Jota, así le
decíamos a Francisco, que le rajó con un colmillo la planta de la mano
izquierda.
La finca del Social Recreativo, una de las ya escasísimas que quedaban
en Atotonilco con valor colonial, que anteriormente había sido sede del Hotel
Jardín, fue adquirida al tiempo junto con otras propiedades por Ignacio
Barragán Maldonado, propietario de negocios inortodoxos de carácter político gansteril.
Tiró el edificio, sin protección alguna de su valor colonial, y construyó el
restaurante bar y servicio de eventos Portofino, que sigue funcionando en manos
de su viuda la Sra. María Guadalupe Castillo y sus hijos, quienes luego
abrieron una sucursal campestre en la salida por la carretera hacia el
balneario Los Sabinos, que también sigue funcionando.
El edificio de mi escuela actualmente es primaria mixta y de turnos
matutino y vespertino con el nombre de Manuel Ávila Camacho, antiguo de la primaría para
niñas que en el inter había cambiado unos años a Lázaro Cárdenas, ubicada en 5
de Febrero y Jardín Hidalgo, como digo más arriba. El negocio abarrotero de los
hermanos “güeros” González Orozco se cerró a su fallecimiento y el heredero Lic.
Gustavo González González hijo de don Víctor, inexplicablemente, por su alto
valor económico, lo tiene destinado a simple corralón de estacionamiento.