sábado, 22 de agosto de 2015

LA PERRA DE DON BENJAMÍN NAVARRO

En la cuadra que tiene al lado oriente la Plaza Principal, que enmarcan las calles Juárez (Eje Norte) 5 de Febrero, lado poniente, Madero, lado oriente y el Jardín Hidalgo, ahora López Cotilla al sur, se ubicaba en la parte esquinera de Juárez y Madero hasta el Jardín Hidalgo, la Escuela Oficial Urbana Foránea número 15 Para Niños Benito Juárez, en la que ha mucha honra cursé mi primaria de inicios de enero de 1945 a junio de 1951, única instrucción escolar oficial que pude cursar. 
Y en la esquina de la citada Juárez y 5 de Febrero estaba el Centro Social Recreativo Atotonilco, propiedad de don Benjamín Navarro Hernández, que a su vez era dueño del Bar Modelo en un local independiente en la mera esquina de la propiedad, como de una paletería en el pasillo de ingreso principal por 5 de Febrero, que al lado hacia el Jardín Hidalgo, rentaba un local primero al Sr. Enrique Escoto con negocio de vidrios y cristales y luego a un Sr. don Nacho con peluquería.   
Por Juárez a media cuadra hacia Madero, se encontraba el conocido negocio mayorista de abarrotes y afines y otros giros, originalmente instituido como Eleuterio González e Hijos, que éstos, don Víctor y don Ezequiel González Orozco, ya manejaban como dueños a principios de 1945 cuando llegamos del rancho El Salvador la familia de la Torre Galindo.
En la esquina norte de Juárez y Morelos (la calle de los padres) se iniciaba la construcción  del “Gran Teatro Cine Atotonilco” por don Margarito Ramírez político atotonilquense que fue gobernador del territorio de Quintana Roo, para desplazar y hacer cerrar al Cine Ideal de don Manuel Navarro Ruiz, ubicado por Hidalgo en frente de la parroquia de San Miguel. 
En lo que podríamos llamar esquina con López Cotilla o Jardín Hidalgo y 5 de Febrero  estaba entonces el portal Hidalgo por todo el frente de la hermosa casa colonial del Licenciado y político José María Plascencia, que después de alojar la distribuidora Automotriz del Centro (Chevrolet) donde era gerente el Sr. Augusto L. Morrill, fue adquirida y plenamente remozada, afortunadamente, por Banamex, para instalar ahí su cuarto y definitivo domicilio. De paso menciono que en la esquina sur de dicho Jardín y 5 de Febrero, estaba la Escuela Urbana Foránea para Niñas número 16 Lázaro Cárdenas, a la que en enero del 45 ingresó mi hermana María Mercedes y después mis tres hermanas más chicas. La finca después fue adquirida por Francisco Hernández Aceves, dueño de lo que fue la cadena de muebles y electrodomésticos La Casa del Radio, donde fincó su casa habitación.      
Pues bien, las azoteas de todas estas propiedades en la cuadra, conformaban un solo plano  en donde el Sr. Navarro tenía como guardián una enorme perra de cuya bravura todo el pueblo tenía conocimiento, sobre lo que incluso don Benjamín nos advertía a los escolares que por ningún motivo se  nos ocurriera subir a la azotea. Al respecto creo que todos los vecinos, principalmente la presidencia municipal por la escuela, debían haber puesto medidas de seguridad por el propietario del can, pero nadie veía con malos ojos la libertad de residencia que ahí tenía la temida perra.   
En el amplio rectángulo que formaba el patio interior de la escuela, que en sus cuatro lados tenía los ingresos a los diferentes salones de clases, aparte de disfrutar del recreo, jugábamos principalmente Voli Bol. En una ocasión en que después de la salida de las cinco de la tarde jugábamos hasta empezar a pardear la tarde, se nos fue el balón a la azotea que teníamos tan prohibido subir.  
Después de colocar una escalera que había en el plantel escolar, decidí espontáneamente subir por la pelota pero que nadie me acompañara, no quería que la fregada perra viera a más de una persona. Como a tres cuartos de la subida vi que me seguía mi condiscípulo Francisco Hernández Muñoz, a quien intenté sin resultado regresar. Ya estaba más oscuro que claro el día, ubiqué y ya había rescatado el balón cuando como un descomunal monstruo se nos echó encima la gigantesca perra, o al menos así la vi, con la mala suerte para La Jota, así le decíamos a Francisco, que le rajó con un colmillo la planta de la mano izquierda. 
La finca del Social Recreativo, una de las ya escasísimas que quedaban en Atotonilco con valor colonial, que anteriormente había sido sede del Hotel Jardín, fue adquirida al tiempo junto con otras propiedades por Ignacio Barragán Maldonado, propietario de negocios inortodoxos de carácter político gansteril. Tiró el edificio, sin protección alguna de su valor colonial, y construyó el restaurante bar y servicio de eventos Portofino, que sigue funcionando en manos de su viuda la Sra. María Guadalupe Castillo y sus hijos, quienes luego abrieron una sucursal campestre en la salida por la carretera hacia el balneario Los Sabinos, que también sigue funcionando.
El edificio de mi escuela actualmente es primaria mixta y de turnos matutino y vespertino con el nombre de Manuel  Ávila Camacho, antiguo de la primaría para niñas que en el inter había cambiado unos años a Lázaro Cárdenas, ubicada en 5 de Febrero y Jardín Hidalgo, como digo más arriba. El negocio abarrotero de los hermanos “güeros” González Orozco se cerró a su fallecimiento y el heredero Lic. Gustavo González González hijo de don Víctor, inexplicablemente, por su alto valor económico, lo tiene destinado a simple corralón de estacionamiento.