martes, 9 de enero de 2018

SAN JOSÉ DE GRACIA

La situación en Garabatos, municipio de Tototlán, donde vivíamos, rancho que divide los de Tepatitlán y Atotonilco, se tornó difícil para mi padre, por lo que a principios de 1939 decidió que nos trasladáramos a San José de Gracia, municipio del segundo. Las tropelías de Alfonso Aranda, comisario del ejido Garabatos, al echarse para atrás en el arreglo para que mi padre agostara las doce o quince cabezas de ganado básicamente vacuno que poseía, en las tierras que, irónicamente, a su familia y a otras del rancho, se les había arrebatado al instalarse ahí el indeseable e innecesario ejido, en virtud de las malas artes, en connivencia con el gobierno, del sinvergüenza Cirilo Franco (ver relato Un falso hacendado)
Esta población es una de las prósperas delegaciones municipales de Tepatitlán, como Capilla de Guadalupe que ha estado pugnando por convertirse en municipio; Pegueros y Capilla de Milpillas. Su templo parroquial, construido a partir de 1888, es de gran mérito arquitectónico. Fue fundada en 1793. Su asiento fue el lugar conocido como El Bramadero o El Bramido donde desde principios del siglo XVIII se sabe vivía la familia del Sr. Cristóbal Hernández Gamiño, cuyos bisnietos hermanos Francisco, Salvador, Antonio Rafael y José Antonio Hernández Padilla, se repartieron las tierras con sus familias a principios del XIX.
Este apellido es sumamente común en la región alteña jalisciense y más en esta localidad, en la que cuando menos han existido cuatro troncos familiares: el citado de los fundadores, el del doctor Jacinto Hernández, el de los hermanos Hernández Martín del Campo, comerciantes que se radicaron en Atotonilco y el del Lic. Arcadio Hernández, esposo de la tía abuela paterna Herlinda de la Torre Angulo (ver relato Un drama de la Revolución Cristera)    
Entre sus personajes célebres menciono a la Lic. Nubia Macías Navarro (1966) directora de FIL (Feria Internacional del Libro de Guadalajara) y del Grupo Editorial Planeta y ahora con bufete por su cuenta en la Ciudad de México.  
El tío Rafael, hermano de mi madre, que siempre apoyó, como mi abuelo, a mi padre, le compró el ganado. Con el producto adquirió una casa en el centro de San José de Gracia, en la calle Corona número 54 según recuerdo, así como una máquina manual para embotellar refrescos, de aquellos con tapón de corcho y gancho.
Tenía tres años, y como de otras cosas a temprana edad, recuerdo que era una máquina de forma vertical que alojaba arriba el recipiente con el líquido o fórmula a envasar, en medio un espacio para sentar las botellas una a una y rellenarlas, y abajo un pedal para maniobrar la operación. Al envasar, como podía, le ayudaba a mi papá arrimándole botellas limpias para llenar. 
Ahí vivían la tía abuela Herlinda de la Torre Angulo, hermana de mi abuelo paterno, cuyo esposo Arcadio Hernández se menciona en mi relato Un drama de la Revolución Cristera; el tío abuelo Abelino González Franco, hermano de mi abuela materna, con su esposa la Sra. Ma. Soledad Navarro y su familia; el Sr. Jesús Angulo Navarro, primo segundo de mi abuelo paterno, y su esposa Micaela Gutiérrez Gutiérrez, de quienes con su hijo Pedro fuimos compañeros en Banamex.
Otras familias conocidas eran las de Wenceslao “Wence” González y su esposa Dolores Álvarez cuyo hermano Luis se casó con mi tía Josefina de la Torre Galindo, hija de mi tío abuelo Jesús; las Srtas. Antonia y Refugio González; las Srtas. Aceves Hernández, benefactoras del pueblo; Epitacio González, hermano de don Wence; Emilio Ferreira Navarro, esposo de María de Jesús Hernández, todos comerciantes; así como las de don Jacinto Hernández, famoso como médico práctico, cuya hija María Ignacia fue la esposa del connotado Dr. Luis Martínez Torres, originario de Arandas, dueño fundador del hospital El Cármen de Guadalajara, en el que el día de su inauguración, 18/11/1966, nació mi hija Adriana; y la de Jacinto Angulo y su esposa Aurora Esqueda Valle. Además, la muy estimada familia benefactora de Atotonilco de la casa Valle de don Lorenzo Valle Valle, que llegó ahí desde San José de la Unión o San José Casas Caídas, Mpio., de La Barca, procedía de este lugar.      
Don Mariano Velázquez de Atotonilco decidió enviar su refresco a San José, similar de tapón, pero más barato, y peor, empiezan a llegar los refrescos con el revolucionario tapón corona de las marcas conocidas y de embotelladoras grandes. Mi padre atendiendo un mal consejo, traslada la máquina a Juanacatlán, no lejos de Guadalajara, sin mejor resultado.
Entonces decide regresar al campo que tan bien conocía. Le vende la casa al tío Jesús Galindo Franco, esposo de la tía Consuelo hermana de mi madre, su prima hermana y su tía en segundo grado.
Trata en el rancho El Salvador la compra de una propiedad de unas 13 o 14 hectáreas (50 solares) prácticamente abandonada de muchos años, a un anciano don Teodosio, que vivía con su esposa y una hija solterona, que en nada podían ayudarle en su manejo. El precio pactado luego le pareció bajo al vendedor, y mi padre tuvo que pagarle una suma adicional. En virtud de tal acción, “Don Tocho” fue luego en el rancho sinónimo de rajón.       
Al irnos a San José, mis padres ya con tres hijos seguiditos, este relator, María Mercedes y José Luis, se llevaron consigo a la nana doña Manuela Cortés, que ya tenían en Garabatos, tía de Ángel “El Manso” que es motivo de otro relato en estas vivencias. Era una señora muy afable que nos quería mucho e intervenía, en la medida que podía y se atrevía, ante el carácter extremadamente duro y exigente de mi padre, como por ejemplo a mi favor, cuando me reprendía por no poder hacer las tareas difíciles que para mi edad me encargaba.
Doña Manuela era de las personas que presagiaban cosas. Continuamente contaba relaciones de aparecidos y tesoros. Les decía a mis padres que en la casa asustaba, que veía un ánima en un lugar fijo donde ardía. Mi padre nunca le hizo caso, y la disuadía de sus historias. Los tíos, nuevos dueños, luego desenterraron una considerable cantidad de monedas de oro, hallazgo que la tía confirmó en más de una ocasión ¡Lo que no toca, no toca!
Las hazañas de trabajo que llevó a cabo mi padre para poner al mejor nivel esta propiedad,  no desmerecen las de un verdadero titán. Las detallo en la narración Rancho El Salvador.