martes, 16 de septiembre de 2014

EL PROFESOR MORENO


En el Atotonilco de mediados del pasado siglo XX, se realizaban funciones de diversos tipos. Teatro, títeres, magos, etc., que  normalmente hacían parada en la entonces una de las cabeceras municipales  más importantes del estado jalisciense, básicamente en el Gran Teatro Cine Atotonilco, de don Margarito Ramírez, ubicado en la esquina norte de la calle Juárez y poniente de la calle Morelos, frente a la plaza principal.
Así, por ahí de 1954 o 1955, tuvo verificativo una función de magia del mago español Profesor Moreno, principalmente con actos de adivinación e hipnotismo.                   
Entre los que paramos la mano, me escogió para un acto con hipnotización de por medio. Había leído en alguno de los libros, que ya formaban mi aún incipiente biblioteca personal, que al interponer en contra una firme voluntad mental, no existía hechicero que lograra su objetivo.
El esfuerzo y luego enojo, por no lograr su intento, lo descompusieron bastante anímicamente, y así quedaron las cosas.
Muchos años después, en los primeros meses de 1963, mi gerente, don Gilberto Sarmiento Maldonado, en  Banamex Tepic, a donde se me había nombrado contador de la misma, me recomendó y sugirió como la mejor opción de asistencia, mientras conseguía casa y me llevaba de Guadalajara a mi familia, la de un matrimonio español sin familia, muy abundantes en la cocina, que desde hacía tiempo rentaban una habitación de su casa.     
¡Gran sorpresa fue para mí constatar que se trataba del mismo profesor Moreno del  incidente en Atotonilco!  
Efectivamente el servicio era estupendo, si mi casero me identificó por el acto lejano, que creo que así fue, nunca me dijo nada. La comida, toda de la rica cocina española, rebasó lo  tragón que era; al grado de casi a la fuerza, so pena de desaire, me tenía que comer los tres opulentos menús del día. Como antes no me había sucedido, en diversos cambios de plaza similares, aumenté, en un mes, dos o tres kilos en vez de bajarlos.
Casi todas las noches, el profesor se paraba de su cama, manifestando los traumas que como veterano, le había dejado la Guerra Civil Española (1936-1939) Se quejaba amarga, estruendosa y muy lastimosamente, golpeándose la cabeza contra las paredes de su recámara, que yo oía claramente en mi cuarto.