domingo, 4 de junio de 2017

DANZA DE SAN VITO

La dedicación total primerisimamente a las clases de la escuela, desde el ingreso el primer lunes del año 1945 a primer año o párvulos en la Escuela Urbana Foránea Oficial para Niños No. 15 Benito Juárez en Atotonilco el Alto, Jal., a cargo de la directora María Felícitas Sánchez Ramírez, turno mixto de lunes a viernes de 9 a 12 y de 15 a 17 horas, ubicada en la esquina de Juárez y Madero y hacia atrás o sur hasta Jardín Hidalgo, ahora López Cotilla, en el centro de la ciudad, junto con el hacer en la misma escuela otras cosas, como encargarme del manejo de la tiendita o cooperativa escolar, ocupaban realmente más tiempo que un niño, aunque crecidito, de nueve años debería de hacer.      
Además de que desde el primer miércoles, tres días después, al impacto de descubrir el cine (relato La primera vez que fui al cine y cuatro siguientes) hacer algunos mandados, agenciármelas para pagar esta afición de casi todos los días de la semana, alquilar en la plaza a la salida de la escuela los paquines, chamacos y otros monitos o cómics, y casi de inmediato, una vez que pude juntar las letras, leer de corrido, hacer dibujos y reseñas de ambos apegos incrustados irremisible y permanentemente en mi vida, así como leer todo lo que podía adquirir o llegaba a mis manos; quedarme varias veces sin desayunar y mal comer por corretear a todo lo descrito, razonablemente tenía que traer consecuencias.
Así, ya cursando el quinto, de 14 años, a principios de 1950, se me empezaron a caer de las manos los platos y los vasos de las comidas por tembloroso que me puse. Mi padre, siempre muy rígido y de carácter muy fuerte, me regañaba y también golpeaba ignorando lo que pasaba. Algunos parientes y vecinos dijeron que tenía Danza de San Vito y que en Guadalajara había un doctor que la curaba. Así, mi papá me llevó a recetar con el Dr. Roberto Dali o Dalli, ubicado en Álvaro Obregón entre las calles 32 y 34 en el barrio de San Felipe de Jesús en la zona oblatos del Sector Libertad. El 79 de la 32 (Román Morales) es ahora la casa de mi hermana Mercedes y lo era entonces de doña Eufrosina Rodríguez viuda de González y a la vez de mi tía Irene, hermana menor de mi madre, que ya casada con Roberto González Rodríguez ahí vivía y fue el conducto para ir con el médico.
Persona de edad el doctor, muy seguro me confirmó el diagnóstico Danza o Baile de San Vito en la variedad de Corea; que había venido por tanto tiempo de debilidad; que necesitaba un buen lapso de reposo y muy buena alimentación. Me recetó un medicamento llamado Perepar (inyecciones tomadas) que tenían muy mal sabor y olor.
Mi tía Amelia, también hermana de mi madre, casada con Manuel Muñoz Hernández a la vez hermano de Luz esposa de mi tío Gabriel, que se había dado cuenta como todos, de lo que me pasaba, pidió que me mandaran con ella al rancho El Saucillo donde vivía, a unos kilómetros por la carretera a San Francisco de Asís. Después de más o menos tres meses ahí, de vivir como rey alimentándome y tomando mi medicamento con puntualidad estricta, me regresé totalmente curado a continuar con mi curso escolar sin menoscabo alguno. Al caso, las cuñadas de mi tía, Socorro, Nena, Angelina y hasta el hermano Juan, me trataban como niños con juguete nuevo y ellas en especial me hacían desatinar mucho.
Al investigar el padecimiento, caí en cuenta que era y es de gravedad, primeramente que Dios me alivió, que el médico Dali era una maravilla e igual los familiares de El Saucillo, y que la enfermedad posiblemente estuviera aún incipiente en mi cuerpo.     
“Baile (o danza) de San Vito, llamada enfermedad de Huntington (George) Nueva York 9/4/1850 id 3/5/1916, la descubrió en 1872. Enfermedad neurológica degenerativa incurable con 15 a 20 años de evolución” etc.
Deseo agregar que el curso de mi vida continuó con más variedad, ímpetu y dedicación. Al salir de la primaria en junio de 1951 de inmediato empecé a trabajar, no faltándome actividad física. (trabajos en Casa Valle y tienda La Colmena) Sin embargo, aunque ya me alimentaba bien, estaba un tanto flaco y esquelético. Realicé algunas actividades físicas; y en especial las de mayor calado posteriores, al prestar el servicio militar nacional obligatorio, me fortalecieron mucho.