La reunión comida sabatina
de aquella tarde en casa de un amigo en una población cercana a la zona
conurbada de Guadalajara, rumbo hacia la región alteña jalisciense, ya había
llegado a los postres o mejor dicho a la sobremesa y continuación de la plática
y parranda que de costumbre se prolongaba mucho tiempo.
Como siempre, sin falsa
modestia, mis facultades atoxínicas innatas o de resistencia y autocontrol para
la ingerencia de licores estaban en pleno esplendor, sin dejar de lado la
máxima de que sólo no se emborracha el que no toma.
Entre los asistentes que se
habían hecho frecuentes a las comelitonas semanales se encontraba una pareja de
compadres de los anfitriones, de mediana edad, dueños de una abarrotera en San
Pedro Tlaquepaque.
La señora un tanto más
joven que su esposo le ayudaba de manera importante en el negocio. De no mal
ver, tomaba más o menos al parejo. De varias reuniones atrás el grado de
amistad con ellos se había ido incrementando, principalmente con el marido,
entre otras cosas por lo que le comentaba acerca de mi experiencia en el ramo
abarrotero y conexos en Atotonilco, a fines de los cincuenta del pasado siglo
(relato Trabajo en La Colmena)
Así mismo se trataban otros
temas como la situación del lugar en que estábamos conviviendo, en el que el
anfitrión había fungido o pasado sin mayor gloria como delegado municipal, según
la chunga que le hacíamos y él se la sacaba con que el presidente municipal de
Zapotlanejo era un inepto, con todo y nuestros comentarios del auge en su misma
delegación del ramo en la confección de ropa municipal, comparable con Ciudad
Hidalgo y Moroleón, Gto.
Ya lo veía venir. En una
ocasión en que el consorte de la señora estaba un tanto distraído con el
anfitrión y a la vez rebasado su límite de tequila, ella se destapó espetándome
que le gustaba para su cama, contestándole de bote pronto que estaba
equivocándose.
-Pues serás del otro bando
-No, señora, es usted
bastante atractiva, pero por respeto a su esposo, a la familia que nos recibe y
a mí mismo, no vamos a cometer un error. Aparte acostumbro a escoger y
cortejar, no al revés
La señora de la casa al
lado
-Comadre, te pasas. Sin que
me conste, no eres pulga del petate de este hombre, no la riegues.
-Pues ni que fuera el rey
de Francia. Hay muere.
(*) Atoxinia: Facultad
extraordinaria que tiene una persona para absorber grandes cantidades de tóxicos
sin sufrir daño.