domingo, 20 de marzo de 2016

OTROS INCIDENTES TEQUILEROS

En tiempos pasados, digamos de los setentas y anteriores del pasado siglo XX, se menospreciaba bastante nuestra bebida nacional por excelencia. “¿Tequila? eso es para los albañiles” o bien “no tomo porquerías” epítetos que aún aducen por ahí algunos cuantos nomás por darse tono.
A esto contribuía que en muchas ocasiones al pedir esta bebida, ahora altamente valorada en todo el mundo, el cantinero, hoy en día pomposamente barman o bartender, sacaba debajo de la barra o mostrador un recipiente de plástico o vidrio a veces exteriormente de dudosa higiene y servía un menjurje sin marca comercial de sospechosa calidad. En la actualidad, con todo y organismos para cuidar el prestigio y autenticidad del Tequila: Consejo Regulador, Academia y Cámara del Tequila, y otros, no se ha podido, o querido, erradicar la venta clandestina básicamente adulterada de este orgullo nacional. Hay infinidad de licorerías o misceláneas que aparte de embotellados autorizados, y no pocos que no llenan los requisitos, sobre todo en sitios al paso de carreteras, que su principal venta es al modo dicho en los primeros renglones de este párrafo. 
Entonces los bebedores consumían más otros licores. Por ejemplo, Aguardiente Blanco Madero, Madero  XXXXX y brandies Evaristo I y Sagarñac, de Casa Madero; luego salió una variedad de marcas, entre otras: rones Castillo, Batey y Huasteco Potosí; brandies: Club 45, Berreteaga, Mogavi y Viejo Vergel, pasando después este último a Pedro Domecq, casa que ya había introducido Presidente y Azteca de Oro, que ahora son con todos sus demás productos de Pernod Ricard. El ron Bacardi, de origen cubano, ahora con matriz en los E.U.A. llegó también después.
Desde hace varios años han surgido centenas de nuevas marcas de tequila, incluyendo no pocas que las empresas tradicionales han agregado a sus catálogos. Hay asimismo  fábricas que tienen una o varias marcas propias y no pocas maquilan y/o embotellan a comercializadores y personajes diversos sus propios sellos. Esto motivado en gran medida por la problemática de los agricultores para vender su agave. Así, ha habido o hay tequila José López Portillo, expresidente del país y de último momento Honor del Castillo, por la actriz Kate del Castillo.
También se han instalado fábricas con marcas propias cuyos dueños son hombres exitosos en otros negocios, como por ejemplo Espolón de los dueños de la cadena de mueblerías El Gallo, de Guadalajara, que vendieron a la empresa italiana Campari; Tequila Galindo, de  mi primo Miguel Galindo Galindo, que está en el lote de tequilas de Pedro Domecq/Pernod Ricard. Por otro lado, un caso muy especial, Don Julio de enorme éxito, bautizada así en honor de don Julio González Estrada (QEPD), dueño de la empresa Tres Magueyes en Atotonilco, que después de estar de manera parcial alternativamente en manos de comercializadoras internacionales: Seagram, Funtanet y Cuaik, pasó 100% a Casa Cuervo (mexicana) y ahora es de Diageo (inglesa)  
Las grandes fábricas y sus marcas rectoras del mercado mundial, que necesitan enormes cantidades de agave, como Cuervo, Herradura, Patrón, utilizan procedimientos variados  para proveerse de agave azul tequilana Weber materia prima básica y esencial para elaborar el producto. Unas con asesoramiento integral a los terratenientes mediante contratos tipo aparcería a precios fijos o del mercado para comercializar desde los hijuelos o plantas entre tres y cinco años para replantar en otros terrenos, y al tiempo, a partir del año siete y siguientes, tres o cuatro, las cosechas correspondientes de las plantas que van rindiendo. Otras prácticas son sólo rentar y muy eventualmente comprar las tierras, casi siempre a nombre personal de los accionistas, así como a través de introductores intermediarios (coyotaje)    
En lo personal, soy de los avis raras, partidarios de los buenos tequilas blancos de alta calidad y graduación, de marcas de efectivo 100% agave que cuidan desde la selección de las plantaciones y los demás procesos, sin mezclas de elementos extraños, como los originales  Herradura de 46º y que antiguamente estuvo a 48º y Siete Leguas de 40º 
En la actualidad, desafortunadamente, esta importante fuente de riqueza agrícola industrial de nuestro país, está principalmente en manos extranjeras. Así, Sauza pasó primero a Pedro Domecq y ésta vendió a Pernod Ricard; Herradura a Brown-Forman; Cazadores a Bacardí; Patrón, de gran venta mundial, que por años le maquilaba Tequila Siete Leguas a Patrón Spirits de Las Vegas, quienes al finalizar el convenio instalaron en Atotonilco una gran planta que exporta sus diversas presentaciones al igual que está compitiendo ya en el mercado mexicano.
Antes de describir los siguientes sucesos, que entre otros, he experimentado con la degustación del tequila, invito a leer los relatos: ¿Tequila? Atoxinia: Resistencia a los licores y Asomnia: Dormir a voluntad, de estas vivencias. 
A fines de los 1950´s en diciembre o enero en Atotonilco habían estado lloviendo cabañuelas varios días con  mucho frio. La plaza principal, no como ahora, estaba cubierta de añosos, enormes y frondosos árboles, que unos llamaban Hules, Tules y más acertadamente Laureles de la India, formando un primoroso cuadrilátero de densa sombra apreciadísima en días calurosos. Un domingo en la mañana, se cayó desde la raíz el árbol que estaba en la esquina de 5 de Febrero y la orilla de la cuadra que ahora se  llama Andador José Garibi Rivera fronteriza de la parroquia de San Miguel. Pegó en la esquina que forma parte del curato  que entonces todavía no le devolvía al clero el gobierno. El gigantesco tronco y ramaje solo desmoronaron un tanto las firmes paredes de adobe y algunas cosas del ejército en el interior.  
Con mi amigo y ex compañero escolar, Arturo Gutiérrez “La Tuvia” ingresamos al tradicional Bar Los Naranjos, en Morelos y Juárez, pidiéndole a Chava García “El Meniche” que suplía en el negocio a su hermano Jesús, nos pusiera sobre la enorme barra  una botella de litro (realmente 950 ml) de Herradura Blanco vaciada en  caballitos, junto con una buena ración de las estupendas botanas fuertes que preparaba. Consumimos  los 20 recipientes que daba la botella y a horas todavía de la comida salimos, como si nada, a nuestras respectivas casas caminando sobre los charcos y bajo la lluvia que aún caía.
Al Centro Social Recreativo Atotonilco, que he  mencionado varias veces en estos relatos, con mucho el mejor restaurante bar y lugar para festejos que había en nuestra ciudad, llamada con razón El Jardín de Jalisco, íbamos con frecuencia varios amigos. En una ocasión llegó un poco retrasado Bernardo “Nitos” Mercado, pidiendo su primer caballo y nosotros el tercero para que Alfonso Barón “Ponchito” el jefe de meseros y buen amigo de todos, surtiera la parada completa de cuatro Herraduras blanco.                  
Nitos solía tomar algo más ligero, pero esa vez aguantó vara y además consumíamos como siempre buenas botanas. Al ir a ordenar su tercer trago y nosotros un número mayor, se paró, o  se quiso parar al baño y cayó de bruces como regla cuan largo era. Lo “revivimos” y acompañamos al baño regresándolo a sentarse en su lugar al rechazar que lo lleváramos a su casa distante una cuadra. El resto seguimos pero mis otros acompañantes cambiaron a bebidas suaves. La casa del doctor Mercado papá de Nitos, ahora totalmente modificada en aras del crecimiento comercial, es la de la esquina de Juárez y Matamoros. Nitos, creo, ya ocupaba un cargo en el ayuntamiento de Ayotlán (Ayo el Chico todavía)
En Zamora fungiendo aún como subgerente (ver relato Banamex Zamora) me seleccionó la institución para asistir en la ciudad de México a un novedoso curso sobre toma de decisiones que por primera vez se experimentaría, e iba a durar cuatro semanas a  iniciarse el lunes 30 de mayo de 1966, con participación básica de gerentes de mediana y alta categorías y funcionarios de la Dirección General. Llegué al hotel sede para los foráneos, que éramos la mayoría, el sábado 28, para ver si el domingo 29 me acompañaban algunos a la inauguración del Estadio Azteca, a ver el partido América vs Torino de Italia. Nadie quiso ir y a las diez de la mañana ya había comprado en taquillas, sin problema alguno, mi solitario boleto, encontrándome ya en las gradas prácticamente atiborrado el estadio y yo literalmente engentado. Un grupito de aficionados que resultaron americanistas, me invitaron a sentarme con ellos.
Después de contestarles de donde era y que le iba al Guadalajara, uno o dos pusieron mala cara pero nada más. El partido se lo dejó empatar el América a dos goles de ir ganando 2-0; el primer gol lo anotó el brasileño Arlindo Dos Santos y el segundo, del mismo origen, José Álvez “Zague” papá de Luis Roberto “Zaghiño” Los goles del Torino fueron de Ulisse  Gualtierre. A propósito de este evento, las gentes del América y Televisa, que ahora son muchos, cacarean que la asistencia al Coloso de Santa Úrsula eran en un 80% partidarios de su equipo, lo que se derrumba a una expresión muy por abajo, tomando sólo en cuenta que los espacios que les destinaron a las porras correspondientes del D.F., la del Guadalajara, no siendo de ahí, era el doble de cualquier otra, e incluso la del Atlante superaba a la del América. Se identificaban todas por los colores de su equipo. Por cierto, cuando TV Azteca tuvo equipo de Fut Bol, Televisa, que eran en alto grado enemigos acérrimos le cambió el nombre al estadio, pero nomás por corto tiempo, como  “Guillermo Cañedo” jalisciense, primer y más fuerte impulsor que los cremas  han tenido.
El citado curso, que en vez de cuatro semanas duró cinco,  porque Banamex premió al grupo con el evento anual de Ejecutivos de Ventas, los fines de semana e incluso en los demás días si no teníamos mucho trabajo o tareas extras, nos íbamos algunos de farra, a lo que se agregaban algunos compañeros que no formaban parte del grupo de estudio.   
Así, entre otros, conocí al “Chato” Austreberto Contreras, tipo con muchos años en el banco, ocupante de varios puestos administrativos en diversas sucursales, folklórico y dicharachero, muy “lo que usted mande” ante sus jefes, y con fama de carrera larga en las juergas. Coincidimos en algunas comidas que de ordinario se alargaban hasta la noche. Se había adoptado, a mi iniciativa, el tequila al que la mayoría no aguantaba muchos Herraduras blancos, u otros de su preferencia, y menos si no eran derechos. En una ocasión ya en la madrugada caímos en un centro nocturno donde el chato era bien conocido. Cambiamos, contra mi opinión, a Coñac no tardando él en perder la casi nula entereza que le quedaba y mostrar a cabalidad su lado agresivo mentándome, entre otras ofensas hasta a mi progenitora. Contra dejarlo a su suerte, como me sugerían en el bar donde seguido hacía lo mismo, después de pagar la cuenta, lo llevé a su casa en un taxi, dándole término al mal rato y él olvidarse de ningún tipo de disculpa después.                   
Podría describir otros casos similares haciendo, creo, innecesariamente más largo este relato.