jueves, 23 de marzo de 2017

BANAMEX, LOGOTIPOS

El logotipo que ha identificado a Banco Nacional de México (Banamex) como a infinidad de instituciones y empresas de todo tipo, tanto nacionales como internacionales (Bimbo, Cemex, Cinépolis, Telmex; Coca Cola, McDonald, Nestlé, Google) son emblemas que se graban irremisiblemte en el imaginario popular. 
Banamex a partir de su fundación el 2 de junio de 1884 ha tenido varios, creo los siguientes cuatro:                                                              





El último a la derecha, según la revista Banamex, que debe haber persistido desde 1884, fue sustituido por el tercero en agosto o septiembre de 1955, que según entiendo llegó a tener más puntas en cada una de las tres letras o iniciales. El segundo que aún se sigue usando parcialmente, las cinco grecas en color terracota alrededor de un círculo, apareció cuando don Agustín F. (Francisco) Legorreta inició su etapa como presidente del consejo en 1970 o 1971, visitándonos a todas las sucursales y dependencias con su Operación Contacto. Al mismo tiempo creó la no muy afortunada división del personal en Azules (personal de negocios, Gerentes y demás) y Amarillos (personal administrativo, Contralores y ayudantes) que ocasionó no pocos enfrentamientos jerárquicos entre ambos bandos.   
Este logotipo que inicialmente tenía 6 y no 5 grecas alrededor del círculo y representación de un todo, que quizá lo hayan dejado así por las 5 instituciones financieras oficiales del grupo, Banco Nacional de México, Financiera Banamex, antes Crédito Bursátil, Financiadora de Ventas Banamex, Seguros América, luego Seguros Banamex y Arrendadora Banamex, antes Arrendadora de Maquinaria y Equipo (Amesa) o bien por los 5 continentes del planeta.
Previo a su institución estando todavía como subgerente de la sucursal Guadalajara (ver Banamex Guadalajara 2) nos seleccionaron  a un grupo de funcionarios para unas mesas de trabajo, pidiéndonos sin decirnos más, que diseñáramos la imagen de una sala de juntas para una empresa. En la que me tocó presidir entregamos un diseño consistente en una mesa redonda con 6 lugares también redondos o sillas de consejo en rededor de la misma, cuya similitud es notoria con el logo institucional autorizado y actual de las cinco grecas. Por supuesto nunca nos mencionaron nada, pero nos quedó la satisfacción de haberles presentado algo cercano e interesante. Después se comentó que el diseño aprobado tuvo un costo de varios millones de pesos (pesos de aquel tiempo)
El logo que inicia las ilustraciones, Citibanamex, ha sido instituido recientemente por Citi Bank dueño de la institución desde agosto de 2001 (tardaron más de la cuenta porque si les conviniera, hasta “Banamex” le hubieran quitado) Las cinco grecas ya tradicionales aparecen al final y al principio un cuartito de círculo sobre “citi” y, lo más significativo, desaparece el color terracota por rojo fuerte y azul rey o blanco en el texto.

domingo, 19 de marzo de 2017

SE ECHÓ EL CABALLO ENCIMA

Francisco Orozco chico era un individuo bastante popular en El Salvador y ranchos vecinos, era de El Ranchito colindante con el primero, donde vivíamos, y con Garabatos o si se quiere con El Carmen, así llamada la parte de este último que don Cirilo Franco Hernández se adjudicó (ver relato Un falso hacendado) 
Su papá del  mismo nombre era el propietario del rancho citado y su hijo se dedicaba a la buena vida más que a labores propias de la hacienda. En una ocasión de visita en El Salvador en inconveniente estado festivo anduvo haciendo galanuras y piruetas en el magnífico y fino caballo que montaba, ocurriéndosele calarlo en el puente que en aquel tiempo, primeros años de los cuarentas del pasado siglo veinte, existía en el camino real para pasar el río y salir del rancho, siendo tan pasado de fuerza y falto de pericia el jalón de riendas al equino, que se lo echó encima de lomos aplastándolo mortalmente con la cabeza de la silla de montar.
Don Francisco con la muerte del hijo vendió El Ranchito trasladándose a Atotonilco el Alto, Jal., donde compró una propiedad en el No. 17 de la calle Porfirio Díaz en el barrio del Chichimeco, instalando una pequeña fábrica de tequila, posiblemente porque observó las dos que había en El Salvador propiedad una del Ing. Pablo o Porfirio Barba hijo del famoso hacendado y charro don Andrés Z. Barba y la otra de don Carlos González Estrada.  
Al poco tiempo a don Pancho le compró la propiedad don Julio González Estrada 7/1/1925-20/3/2012, hermano de don Carlos, naciendo ahí en 1942, con consecutivas ampliaciones y modernizaciones, bajo el nombre de La Primavera,  la empresa Tequila Tres Magueyes (ver relato Empresarios Atotonilquenses Industria Fábricas de Tequila) cuyo nombre ha sido marca insignia de la organización y al tiempo, 1987, de Don Julio, gran marca plus que después de varios propietarios (Seagram, Funtanet, Cuervo) es ahora de la empresa británica internacional Diageo.
Me tocó llevar una relación cercana y de amistad con don Julio en Atotonilco, desde que llegamos ahí procedentes de El Salvador al inicio de 1945 y conocerlo tal vez en este mismo rancho por la fábrica que ahí había construido don Carlos. Al ingresar a Banamex en junio de 1954, el contacto fue más constante. Incluso en la semana santa de 1960, trabajando dichos días santos para arreglar a puerta cerrada unos problemas del banco en la sucursal Santa Mónica de Guadalajara, fue a ofrecerme me fuera a Tres Magueyes, que con toda corrección decliné, pero le sugerí que se lo propusiera a mi compañero Francisco Hernández Muñoz, que no estaba a gusto en el banco ni éste con él, y así duró muchos años en dicha empresa, cosas que relato en escritos aparte.     

sábado, 18 de marzo de 2017

REPARO DE CABALLO

Mi papá, dentro del trabajo muy intenso y variado que desarrollaba titánicamente los siete días de la semana, sin ayuda alguna, para manejar la propiedad que había adquirido en el rancho El Salvador, municipio de Atotonilco el Alto, Jal., tenía que salir eventualmente del rancho por necesidades diversas, que si no eran caminando por más distantes, lo hacía a caballo, pues no había en aquellos tiempos, treintas, cuarentas del pasado siglo veinte, otros medios de comunicación en el medio rural mexicano, y más en esos rumbos de los Altos del estado, que, como se le vea, estaban más abandonados como represalia por haber sido la cuna de la Revolución Cristera de 1926 a 1929, aunque desde siempre, en circunstancias adversas de muchas maneras, la laboriosidad, capacidad de trabajo, el empeño de supervivencia y de salir adelante de los alteños, era reconocida en todos los ámbitos.          
Así, en una ocasión que a mediodía tuvo que ir por medicina para uno de mis hermanos con el médico Jacinto Hernández a San José de Gracia, al regresar ya noche, como en otras ocasiones, después de pasear y enfriar el caballo, me encargó como hijo mayor llevar el  animal a la caballeriza que había en la casa vieja de la propiedad que menciono en el relato Caída del guayabo.   
Para llegar a dicha casa había una especie de callejón umbrío empedrado con árboles y arbustos a ambos lados, que en la noche era como una boca de lobo y a nosotros, a veces me acompañaban mi hermana Mercedes o mi hermano José Luis, nos daba mucho miedo la ida, incluso porque la gente decía que en la casa asustaba y las ánimas salían de la finca.
Cabestreando el caballo a su destino, me seguían atrás mis citados hermanos, y a José Luis se le ocurrió darle un varazo en el trasero que lo hizo pararse sobre sus patas traseras y aterrizar las delanteras en mi espalda.  Inexplicable y milagrosamente, como en la caída del guayabo, no pasó del terrible susto, sin lesión ni consecuencia física alguna, que ahora a 75, 76 años de distancia no acaba de asombrarme. Dejamos en el establo al equino, sin quitársenos el susto y suspenso que sentíamos en el regreso.   

martes, 14 de marzo de 2017

LA CRUZ DEL MUERTO

En la casa vieja que he mencionado en los relatos Caída del guayabo y Reparo de caballo, que servía como bodega y caballeriza en la propiedad familiar en el rancho El Salvador del municipio de Atotonilco el Alto, Jal.; al pie de una de sus entradas corría el agua limpísima de orilla a orilla de la propiedad, enorme e invaluable riqueza del predio, y situada ahí recargada al tronco del guayabo al que me subía hasta su copa contra la prohibición de mi padre, había una cruz que precisaba el lugar exacto de una muerte violenta, señal por cierto multiplicada por miles en la región y en todo el país, producto de las épocas violentas que han caracterizado a nuestro país y muy significativamente la Revolución Cristera que tuvo lugar de 1926 a 1929, de la que fue cuna la región alteña jalisciense. 
Estaba esta cruz muy vieja y la madera si tuvo alguna vez en el travesaño horizontal o en otro lugar el nombre del fallecido, su mucha antigüedad se lo había borrado. Nadie en el rancho  sabía o decía a qué sujeto y quién lo asesinó y porqué. Por lo tanto era sólo parte del mobiliario o cosas raras, como otras, que había en la propiedad y nosotros nos santiguábamos con respeto cada que nos encontrábamos ante tal señal.
Respeto que un día no se le antojó cumplir a mi hermano José Luis, que cargó con ella y se la entregó a mi mamá como leña para el fogón en que cocía los alimentos. Alarmada nuestra madre, después de la severa regañada y rezarle al difunto, le ordenó a mi hermano que la fuera a devolver a donde había cargado con ella.                
Por lo que ve a muertos, asesinatos y otras violencias, que han sido en el pasado parte doliente de México, incluso en  nuestros días por la impunidad y el crimen organizado, respecto a lo que me tocó vivir y oír, mis relatos, entre otros, Un artero cuádruple asesinato, Un drama de la Revolución Cristera, El tío Aurelio, El tío Rafael y Silverio Plascencia, dan cuenta.        

jueves, 9 de marzo de 2017

CAÍDA DEL GUAYABO

En el relato Rancho El Salvador, del municipio de Atotonilco el Alto, Jal., contiguo a Garabatos del de Tototlán y éste al de San Ramón de Tepatitlán, conté las labores titánicas, para muchos increíbles, que mi padre Francisco de la Torre Hernández desarrolló para acondicionar la propiedad que ahí compró para venirnos de San José de Gracia (Tepatitlán)  Vivimos en este lugar de mediados de 1940 hasta el último día de 1944 al  trasladarnos a Atotonilco, cuando en febrero 5 siguiente cumpliría nueve años. Mi edad en esta anécdota escasamente llegaba a los cinco años. 
Mencioné que junto a la segunda casa en ruinas que había en lo comprado, dejó entre otras cosas, dos o tres guayabos criollos enormes, cuando menos de veinte o más metros de alto, a lo mejor treinta, pues he leído que hay hasta de cuarenta y cinco en algunos lugares. Me gustaba subirme al que quedaba pegado a dicha casa y a la zanja de agua corrida permanente que había, acompañado siempre de mi hermana Ma. Mercedes que nomás me observaba. Mi padre me tenía prohibido que lo hiciera pero no resistía la tentación con el asombro de mi hermana. Mi objetivo era subir hasta la última rama y sobre la copa sacar la cabeza y las manos y observar el panorama lo más lejos posible.
En una ocasión ya habiendo obtenido la meta y haciéndole piruetas a Mercedes, empezó a gritar como loca que si no me bajaba de inmediato ahora sí se lo iba a contar a mi papá. Por su alegato, porque estaba soplando más o menos fuerte el aire o porque las ramas de los guayabos son bastante resbaladizas, pero flexibles, me destantié y me vine abajo, sorteando de manera poco menos que milagrosa las diferentes ramas al paso, cayendo al suelo de pie, sin ningún rasguño ni ramaje conmigo y amortiguando el viaje guayabil el colchón de hojas secas y tierra blanda y húmeda que de años había en la superficie.        
La noticia la recibió mi mamá y ella la pasó a mi papá, pero hasta el día siguiente y en el momento más oportuno para que no me diera una paliza que yo esperaba casi segura, como otras con merecimiento y hasta sin éste.                                                                                                                   

sábado, 4 de marzo de 2017

CLUB ROTARIO DE ZACAPU

Banamex en mis tiempos, trabajé ahí del 8 de junio de 1954 al 30 de abril de 1974 (20 años menos un mes ocho días) nos otorgaba algunas prestaciones sociales a determinados funcionarios, normalmente gerentes, algunos subgerentes y contadores y a otros funcionarios de sucursales importantes o de dependencias de dirección. En el caso de los gerentes y subgerentes recomendaba los clubes Rotario, Leones o algún otro que en sus respectivas plazas fuera más preponderante entre la comunidad, recomendando renunciar a las presidencias respectivas y aceptar otro cargo honorífico como la tesorería. 
Así en mi primera estancia en la sucursal Guadalajara de mayo 1961 a agosto de 1963 como Jefe del Departamento de Análisis de Crédito de la Sucursal Guadalajara y como tercer Subcontador, me inscribió en el Club Deportivo Guadalajara, al que en realidad muy pocas veces pude asistir por darle preferencia a mis responsabilidades específicas de trabajo y los domingos, todavía trabajábamos los sábados, me sobraban invitaciones de familiares y amigos, o me iba a ver a mis padres y parientes en Atotonilco. En Zacapu ingresé a los Rotarios y mi subgerente Jorge Alcaraz ya estaba en el de Leones.     
Rotary se manejaba ahí realmente en la inercia y a la deriva con 6 o 7 socios en su nómina y cuóroms de asistencias en promedio de 3 o 4. Lo presidía entonces el Sr. Jesús Arredondo del que su hermano José era el principal político de la ciudad y hombre de negocios importante. Solamente se necesitaba moverlo un poco y enriquecerlo con nuevos integrantes, para lo que en el sector empresarial y profesional había prospectos de sobra. El Sr. Arredondo vio mi actitud en Banamex y en algunas convivencias, entre ellas una de bienvenida ofrecida por su hermano el magnate político y empresarial. Me invitó al club ostentándome como un miembro natural de los principios del organismo, sin necesidad, decía él, que tuviera la investidura correspondiente.
Desempeñando el citado cargo de Tesorero, logré ingresar varios socios con cierta facilidad respaldado por la preponderancia del banco y, sin falsa modestia, la imagen que en lo personal había logrado como gerente. Cuando regresé a Guadalajara a la gerencia de la sucursal Independencia, en septiembre de 1970, dejé a Rotary Zacapu con 27 miembros activos, con todo y bajas de algunos por la rotación de funcionarios principalmente en el complejo industrial de Celanese Mexicana, pero muy firmes los del sector empresarial y profesional zacapense.  
En armonía con el presidente del club en turno, ya había terminado su gestión don Jesús, propuse varias acciones comunitarias. Empecé elaborar un boletín mensual vocero del grupo que se abandonó a mi traslado y tercer destino a Guadalajara.   
Rotary Internacional fue fundado por  Paúl Harris el 23 de febrero de 1905; su domicilio actual se encuentra en Evanston, Ill, EUA; tiene clubes en más de 200 países; siendo exclusivamente para varones, a partir de 1989 se aceptó al género femenino. La regla primordial de la organización es tener en su seno la representación en las personas más adecuadas de cada actividad empresarial y profesional de su entorno, con un máximo, en su caso, de un 10% de socios correspondiente. Al fundador se le relacionó con la masonería que se encargó de rechazar firmemente hasta por escrito. En varios países, incluso México, la agrupación ha tenido, como toda institución sobresaliente, detractores de diversos tipos, pero las actividades y programas que ha instituido hablan bien de su cometido.
Algunos rotarios famosos han sido o son: el Papa Francisco, Luciano Pavarotti, Dr. Carlos Canseco, Mario Moreno “Cantinflas” John F. Kennedy, Douglas MacArthur, Cecil B. de Mille, Claude Vuitton, Franz Lehár, J.C. Penney, Manny Pacquiao, Beyoncé, Rihanna, Bill Gates, Walt Disney, varios presidentes y políticos de diversos países, etc. etc.            

MARIACHI EN LA SUCURSAL


El 5 de febrero de 1971 o 1972, como a las 11 o 12 del día, entró al patio de público de la sucursal Independencia Guadalajara en Calzada Independencia y Aldama, mi amigo y cliente don Antonio Antón Corona dueño de la empresa Escobas Barre Barre y creo, funcionario en las áreas administrativas de la organización Calzaletas. Lo acompañaba un magnífico mariachi tocándome Las Mañanitas con motivo de mi cumpleaños y santo. Por la sorpresa y no esperando el gesto de amistad del Sr. Antón, se tocaron una o dos canciones más para pedirle de la mejor manera que terminara el festejo.  
Aunque en la Dirección Occidente del banco, a cargo de don Adolfo Sánchez Medal, no me llamaron para nada al respecto, desde luego indagaron, porque en reuniones posteriores de gerentes y funcionarios no faltó quien me preguntara y felicitara por el detalle del cliente. Como testigos de la anécdota hay varios miembros del personal de entonces en la sucursal, que también forman parte del Grupo Amigos Banamex Guadalajara, que manejo desde enero de 1996.   
A esas alturas traía ya muy fija la idea de dejar al banco para dedicarme a negocios por mi cuenta, sin manifestarlo en ninguna forma y sin descuidar para nada mi trabajo en Independencia a la que había llegado en septiembre de 1970, haciendo efectiva mi renuncia el 30 de abril de 1974, a un mes y 8 días de cumplir 20 años en Banamex, en la forma que en relatos aparte describo con amplitud.