domingo, 8 de marzo de 2020

LA MULA ECHADA DEL TÍO JORGE


Cuando vivimos en el rancho El Salvador (Atotonilco, ver relato) entre 1939 y fines de 1944, para de ahí trasladarnos a Atotonilco, entre mis 4 y 9 años de edad, provenientes de San José de Gracia (Tepatitlán) como hijo mayor de ya 3 hermanos (Ma. Mercedes, José Luis y Ramón) me tocaba desempeñar labores y encomiendas de mi padre que en aquellos azarosos años de grandes necesidades, ahora perecerían quehaceres y hasta hazañas de personas mayores. Al caso ver mis relatos, entre otros, El asiento de botella, La cócona de doña Pachita Morones, La colmena, la naranja y otras vacas, La tía, Guillermo Tell.  
Entre mis obligaciones me tocaba después de apialarle muy temprano a mi papá las dos vacas que teníamos para la necesidades de leche familiar (la naranja y la colmena) trasladarlas con sus crías al lugar de pastoreo que les tocara para a media tarde ir de regreso por el hato, apartar los becerros y achiquerar para la siguiente ordeña. Como el terreno propio para agostadero no alcanzaba con el de siembra, mi padre había rentado  unos terrenos cerriles al tío Guadalupe de la Torre de la Torre, de Garabatos, al otro lado del río, que se alternaban cada año, combinando también las siembras temporaleras a su vez en otros terrenos también rentados.  
Cuando tocaba, para llegar con los vacunos a los agostaderos rentados había que salir de la propiedad, tomar el camino real, seguir en un trecho umbroso y hasta tétrico al margen del río según la estación del año y acceder con los animales al lugar de pastoreo.  
A esas alturas continuaban las dos líneas paralelas de cercado del camino real comunal rumbo a Garabatos, o mejor dicho a la parte denominada El Carmen por el tío Cirilo Franco que desgajó de la propiedad original (ver relato Un falso hacendado)  
Un día terminando mi traslado llegó a eso de las 8 o 9 de la mañana un atajo de soberbias mulas muy bien cargadas, propiedad y al mando del tío abuelo Jorge de la Torre Angulo, miembro menor de los 20 que fueron en su familia.  
Por la relación de parentesco con don Cirilo, esposo de su hija la tía Marina, y luego por la amistad con sus cuñados, principalmente mi padrino de confirmación Jesús Franco González, eventualmente el tío Jorge le prestaba apoyos a su suegro.  
A una de las acémilas en lugar de continuar por el camino real se le ocurrió atravesarse o echarse en un portillo que había en la cerca izquierda de la vía, problema que en situaciones parecidas les toca a los arrieros afrentar con mulas y asnos.  
El tío Jorge intentó muchas maneras para levantar al animal. Varazos en las ancas, panza, jalones de la gamarra o freno y de getas, piquetes en el trasero, etc., y nada. Entonces adoptando postura bestial, le enrolló un poco la cola y a unos veinte centímetros de su nacimiento, le atiza una colosal mordida que de inmediato hizo levantar al bruto para que, afortunadamente sin descomponer la pesada carga, se emparejara al hato.