Resultaba que después de algo así como un mes estaba reclamando una orden de abono por $50,000.00 (pesos de aquellos años) que cada viernes le enviaba la agencia Ford Plascencia Motors de Nayarit a sus oficinas regionales de Sinaloa. En la llamada a su escritorio mi jefe me pone al tanto con todo y exabruptos de su energúmeno par.
Con documentos en mano:
-Le pasé la orden al contador fulano de tal, a las tantas horas y tantos minutos, previo chequeo mutuo de contraseñas de los libros correspondientes al caso
-Dice mi amigo García que ahí tiene al lado a su contador y niega haber recibido el aviso telefónico, que es usted un mentiroso
-Páseme por favor la bocina
-No soy ningún mentiroso y ¿por qué un mes después reclaman, luego la correspondiente conformidad al abono vía paquetería por la 1503-B Dependencias del banco, qué? Dice que ahí está su contador, póngalo al habla, o está gravemente enfermo de amnesia o es un irresponsable e inepto, al fin que la llamada es por su cuenta.
-Ay le va
-¿De qué se trata? Te repito todos los datos de mi llamada, además como siempre lo hago y más en estos casos importantes, comentamos acerca del clima y otras cosas que te puedo recordar
-No, no recuerdo
-Repito, te estás haciendo el occiso, o te vas a curar lo amnésico
-Pues sí la recibí, discúlpame
-Así fueron las cosas Sr. Gerente de Mazatlán; para otra ocasión entérese de lo que reclame
-No hay problema Gilberto, todo arreglado
-Y ¿qué tal si no tengo gallo responsable y profesional? Me debes una grande.
Mucho después, cuando ya había decidido dejar al banco, 1972, 1973, como muchos otros funcionarios que la dirección general enviaba a pasarla bien en nuestra Perla Tapatía, de los que con toda franqueza y conocimiento de causa lo digo, muchos no venían a aportar mayor cosa y sí a hacerla de elementos de “conquista” llegó, sin mayor trascendencia, este señor a la Dirección Divisional Guadalajara. Recuerdo que nos citaron a una plática que iba a sustentar, que decliné asistir al no concederle al tema mayor significación.