lunes, 28 de agosto de 2017

UN PUÑITO DE GARBANZOS

Al Gran Teatro Cine Atotonilco me dio por entrar sin pagar a fines de 1945 o principios de 1946. El edificio donde se encontraba, ubicado en la esquina norte de Juárez y Morelos, frente a la plaza de armas, fue entonces el más ostentoso y moderno (ahora desafortunadamente un cascarón venido a menos ocupado por diversos negocios misceláneos) Era propiedad de don Margarito Ramírez. Hizo cerrar al tradicional Cine Ideal de don Manuel Navarro Ruiz, que estaba contra esquina en Hidalgo frente a un costado de la parroquia de San Miguel (ver los cinco relatos sobre el cine, en especial Cómo entrábamos al cine sin pagar)
Hacía mi ilegal ingreso aprovechando el primero de los dos intermedios en las funciones diarias, entre siete y media y ocho de la noche. Esperaba sentado en la banqueta al salir en tropel los asistentes a comprar golosinas en la dulcería, que en lugar del exterior don Margarito debía haber colocado dentro del área de la sala.
En esas ocasiones obviamente no traía ni un centavo, de lo contrario pagaría mi boleto. Me acuclillaba vigilando el momento, a un lado del pequeño espacio que quedaba entre mesitas de vendimia frente al edificio, al lado de la de una señora mayor muy güera, mamá de uno de los taxistas muy popular apodado el cebollo. La señora vendía garbanza blanca, más grande que el garbanzo normal,  muy apetitosa y exquisita, cocida y aderezada en agua con sal que preparaba diariamente.
Al surtir su producto en cucuruchos de papel de estraza a sus clientes, eventualmente se le caían algunos granos, que junto con los que ya habían caído antes, engullía como apreciado manjar. La señora nunca dejó de enterarse de mi fortuita recolección y en la primera oportunidad, sin decirme absolutamente nada, depositaba a mis pies un puñito del objeto de mi apetencia.       
Don Margarito fue uno de los principales políticos de origen atotonilquense (del rancho Mesa del pino). Fue gobernador interino de Jalisco y gobernador del aún entonces territorio de Quintana Roo. Además del cine fue dueño del balneario Los Chorritos localizado por la entonces calle Reforma, ahora 16 de Septiembre, que tuvo mucho auge en la región varios años y ahora también dejado venir a menos. Como empleado ferrocarrilero de vía, ayudó a escapar a Álvaro Obregón en tiempos de la revolución, viniéndole en consecuencia el apoyo político y riquezas de que gozó. Su hijo Carlos Ramírez Ladewig fue líder de la Universidad de Guadalajara, fallecido en Guadalajara tempranamente durante un sepelio a manos de sus opositores políticos.