sábado, 6 de mayo de 2017

UN IMBERBE DE FUERA

Cuando en mayo de 1961 don Amador Murguía Blancarte, mi gerente, gran gerente, en la sucursal Guadalajara, en lugar de enviarme a la calle como investigador de crédito para sustituir en dicho trabajo a José Guadalupe García Ochoa en el Departamento de Análisis de Crédito, me nombró jefe del mismo en sustitución de Juan Ramírez Méndez, como describo en el artículo Banamex Guadalajara Uno; al no aceptar la dirección general del banco promoverme, a su propuesta, a principios de 1963, para contador e incluso subgerente de sucursal porque oficialmente no había tenido ninguno de los dos cargos en las respetivas áreas, no obstante ocupar en Atotonilco varias veces los departamentos de la sucursal y colaborado con las gerencias significativamente (véase Banamex Atotonilco) me nombró, advirtiéndome que si aceptaba sería por unos cuantos meses, tercer sub contador atrás de Huber Nava Cabrera y la güerita Abigail Martínez, bajo la tutela del contador Herminio Michel Neaves. A la postre tres meses después estaba recibiendo la contaduría de la sucursal Tepic, Nayarit.
Me enteré a tras mano que la Srta. Martínez, a quien había conocido años atrás en un día de campo al que con otros compañeros había ido a Atotonilco, expresó que cómo a un imberbe lo ponían a su nivel. Por supuesto no hice comentario alguno, pero a mi estilo trabajé muy bien en mis atribuciones, incluyendo actividades que le mejoraron sus áreas de responsabilidad. Un día después de labores me llamó a su escritorio para comentarme sus falsas impresiones ofreciéndome disculpas. Que estaba al tanto de mi sobresaliente carrera en el banco, incluyendo mi actuación en crédito de ahí mismo, que por tanta gente en la sucursal no se había dado cuenta, y por supuesto lo de Atotonilco. Le contesté que me había enterado inmediatamente de su expresión y que así era y había sido siempre mi manera de trabajar, que por ningún motivo se preocupara, que la conocía desde el paseo al que había asistido en la huerta Las Corrientes de don Lorenzo V. Valle en Atotonilco.
En los citados tres meses, en que la sucursal estuvo “transitoriamente” en la primera planta de la finca de enfrente de Maestranza a Corona por la Av. Juárez, en tanto el banco y el ingeniero Struck dirimían sus diferencias, de algo así como dos años, para levantar la construcción del nuevo y actual edificio (desafortunadamente ya enajenado) llevé a buen fin otras funciones.
No siendo ya mi responsabilidad, don Amador me encargaba algunos asuntos de la gerencia de los que en algunos había tomado parte, así como otros diferentes (ver relatos Un gerente excepcional y Vámonos haciendo...) En una ocasión cuando Herminio Michel quería correr sin más preámbulos a Roberto Rojas Flores, encargado del departamento de Cartera, en que le había precedido Antonio Figueroa Gallegos, porque se venían arrastrando omisiones importantes en los cobros de intereses mensuales en créditos millonarios de la empresa Productos de Trigo, me encargó que lo acompañara a hablar con los propietarios. Se aclaró muy amigablemente un error de dos días en las escalas de números para calcular sus pagos a cajeros ambulantes en fines de semana, que al banco ingresaban hasta el lunes siguiente, que Roberto Rojas había heredado en su departamento. Herminio Michel ya ni pío dijo. 
Un poco después de llegar a Guadalajara, por ahí de junio o julio de 1961, había ingresado al banco, muy joven, la Srta. Reyna Concepción Velasco, hermosa como ella sola. Herminio Michel la destinó al conmutador ubicado en uno de los peores rincones del inmundo local que ocupábamos. Sin estar todavía bajo sus órdenes en contaduría sino en mi departamento de crédito, me atreví a decirle que estaba cometiendo un error y desperdicio teniéndola  escondida y arrumbada, que era para presumirla a la vista del público. Al contestarme que era porque todavía no sabía nada del banco, le impartí el curso básico de capacitación, de los varios que junto con otros compañeros enseñábamos en la institución. A ella luego le perdí la pista y ahora, añales después, nos acompaña seguido a las reuniones de los primeros martes de mes del grupo que manejo desde enero de 1996.            
En otra ocasión, ya estando en la sub contaduría, un muchacho ayudante de departamento, del que no puedo recordar su nombre, me comentó que en la Caja de Ahorros y Auxilios no le querían autorizar un préstamo a corto plazo. Confirmé que tenía derecho al mismo,  reconsultando el manual correspondiente, que por cierto todavía conservo; lo acompañé con el Sr. Pedro González Vaca, funcionario encargado de la autorización correspondiente. De entrada le soltó autoritariamente que ya le había dicho que no; y al meter mi cuchara de  por qué no y refutar, porqué ya lo dije, no tuvo más que hacer buches y olvidarse en esa ocasión, ante el reglamento, de su cuadratura recalcitrante y sin más autorizar la solicitud.   
José Guadalupe García Ochoa, con quien llevé siempre una cercana amistad; así como Herminio Michel Neaves, vivían en la colonia Independencia del oriente norte de la ciudad.
Al iniciar mi vida de casado, vivimos unos meses en una casita totalmente nueva, chiquita, ubicada en Marsella Norte 388 (luego Manuel M. Diéguez) esquina con Herrera y Cairo, que era propiedad del Dr. Amado Saavedra López, resultando que las primeras rentas se presentó a cobrarlas un salaz y desgraciado “El Sope" Hernández, popular en la bohemia de segunda tapatía, sobrino de don Heliodoro Hernández Loza, que mi esposa mandó al diablo y así para estar cerca de la señora Petrita García Estrada, hermana de mi suegra y segunda mamá de mi mujer, nos  cambiamos a Montes Urales 1027 a la vuelta de Monte Ajusco 588 de la tía. Herminio Michel vivía en Chimborazo también a una cuadra y Lupe García a una mano de distancia, con quien desde un principio convine en pagarle los traslados diarios al banco, por cierto en un  carrito  Chevrolet de dos puertas que en Banamex bautizaron como el avispón verde por su color. Todavía, por unos meses, antes de irme a Tepic, me tuve que cambiar a la misma Chimborazo porque la dueña de Montes Urales, que también era una casita nueva, me la pidió para un familiar.