lunes, 7 de diciembre de 2020

LAS CUALIDADES Y PROEZAS DE MI PADRE

Aunque en el relato Un Hombre Excepcional y en varios otros, menciono en estas vivencias las cualidades de mi padre Francisco de la Torre Hernández, considero necesario resaltarlas.
En primer lugar, no siendo el hijo mayor, hacerse cargo en edad infantil de labores de mayor calado desde en el rancho El Palo Dulce donde nació el 30 de junio de 1909, y luego en Garabatos, a donde se trasladó en poco tiempo la familia, ambos lugares del municipio de Tototlán, donde se dividen los de Tepatitlán y Atotonilco el Alto.
Desde el lugar de nacimiento muy chico ya se hacía cargo del cuidado de las chivas de su papá, combinándose para aprender a “juntar las letras” y poner su nombre con una Cartilla y un Silabario de San Miguel, instrumentos por demás elementales de enseñanza escolar que autoridades o particulares habían promovido. Además la naturaleza lo dotó de una fuerza física extraordinaria para realizar labores descomunales.   
Con apenas 14 años de edad, hacerse cargo de la familia huérfana por el asesinato en 1923 de su padre, mi abuelo Cipriano de la Torre Angulo, compuesta por su madre Francisca Hernández de la Torre y sus seis hermanos (ver relato Un Artero Cuádruple Asesinato) 
Acometer enseguida como bracero en los EE.UU. las faenas agrícolas más difíciles, que dominaba a cabalidad y luego, que desconocía, tareas extraordinarias en el llamado traque o  ferrocarriles gringos. En esta etapa lo acompañó desde el principio su primo el tío Filemón de la Torre de la Torre, que luego fue su cuñado al casar con su hermana la tía María.
Hacerse cargo de nuevo de su familia, después que sus hermanos habían dilapidado sus envíos destinados a ir reponiendo las tierras que el tío Cirilo Franco Hernández les había usurpado (relato Un Falso Hacendado) creando éste el malhadado Ejido Garabatos, con mayoría de camaradas foráneos, entre ellos el sátrapa comisario  Alfonso Aranda, así como el nuevo esposo de mi abuela Francisca, Juan Moreno Ubarrio soldado raso liberto del ejército del General Saturnino Cedillo, acérrimo enemigo del movimiento cristero 1926-1929.   
Sin tierras, ni parcelas ejidales que jamás hubiera aceptado como le ofrecieron, y que también rechazaron otros hombres de campo locales, tuvo que desempeñarse como campesino y mediero en tierras de Cirilo Franco y de mi abuelo materno Manuel Galindo González quien como terrateniente aventajaba en mucho al primero, a su vez cuñado cuya esposa era la tía Magdalena Gonzáles Franco, hermana de mi abuela Emilia. En estas verdaderamente titánicas tareas jaló, voluntaria o forzadamente a sus hermanos, que por mucho no le iban  a la zaga. 
No obstante el desalojo de tierras y otras tropelías infringidas, la nobleza de haberle pagado o restituido a don Cirilo a su regreso el préstamo de $200.00 que necesitó mi padre para aventurarse como bracero en EUA.
Enseñar a trabajar en las labores de campo primero a los tres hijos de Cirilo Franco, Ramón, Maurilio y Jesús que fue mi padrino de Confirmación, y luego a mis tíos hermanos únicos de mi madre Rafael asesinado en 1941 por Alfonso Aranda, y Gabriel.
Retenerse aguantando las injurias terribles injustificadas del tío bisabuelo José Galindo Castellanos tío carnal de mi abuelo materno Manuel y hermano de Justo Galindo, Jefe de la Acordada y Juez de Paz de la región de Tepatitlán, por la nimiedad de descubrir que sin saberlo mi padre, traía en la trilla del trigo una yegua propiedad del tío e igual la injusticia de mi abuela Emilia que en lugar de apoyarlo ya como su yerno encargado y proveedor de grandes méritos de trabajo al rancho, además quitarle el trabajo que su esposo mi abuelo Manuel, ya fallecido, le había encomendado (ver relato El Bisabuelo José Galindo Castellanos)    
La ayuda económica y de varios tipos que siempre proporcionó, no obstante sus limitaciones, a la nueva familia de su madre Francisca, mi abuela, representada por su segundo marido, que al igual que los demás ejidatarios de Garabatos fueron siempre de escasos, aparte por el repudio de que eran objeto del vecindario, por sus no muy dotadas luces de emprendimiento. 
La titánica y repetida proeza agrícola al quedar por ahí de mayo de 1949 o 1950  prácticamente en la calle con motivo de un malhadado viaje con accidente carretero catastrófico automovilístico en uno de sus ya dos taxis rumbo a Ciudad Juárez, Chih., y a  principios de junio cederle por su prestigio un conocido amigo en Garabatos, unas tierras semi preparadas para el ciclo, de poco más de dos yuntas, trabajo para dos o tres personas que él reacondicionó muy rápido para maíz y frijol y sin ayuda alguna levantar una extraordinaria cosecha y podernos regresar a Atotonilco después de unos tres meses y no perder para nada ni el ciclo escolar siguiente de la primaria. 
La regeneración del abandono de años en que se encontraba la pequeña propiedad adquirida en el rancho El Salvador (ver relato) adjunto a Garabatos ya en el municipio de Atotonilco, al desmontar, talar árboles de grandes tamaños, emparejar y retirar pedregales en terrenos enmarañados y su acondicionamiento para las labores agrícolas y otros cultivos conexos, como la plantación de caña de azúcar, melón papaya y otros frutales, aprovechando la riqueza del agua rodada limpísima que tenía.      
También fue un hecho valeroso dejar el medio rural donde era un excepcional experto, para trasladarnos con miras a la escolaridad de la familia a Atotonilco el 31 de diciembre de 1944 a afrontar nuevas vicisitudes. 
Podría alargar este relato con muchos más de sus trabajos extraordinarios. Sólo quiero agregar la siguiente calificación asentada también en el relato La Sardina Descompuesta, del hacendado don Jesús Villa en su casa de uno de sus ranchos cercano a El Ojo de Agua de Latillas:
-Don Jesús, este es mi primo Chuy que me acompaña muy seguido
Le comentó mi primo hermano Manuel Gutiérrez Galindo al irle a arreglar unas cabeceras que le habían quedado pendientes de terminar con su maquinaria mayor en los patios de su enorme residencia.  
-¿Y de quién eres Chuy?
-De Francisco de la Torre y Dolores Galindo
-¿De Garabatos?
-Sí
-¡Tu padre, muchacho, es un admirable hombre de mucho valer!
-Gracias señor 
-No me lo agradezcas, ojalá traigas mucho de él.