Aunque
en el relato Un Hombre Excepcional y en varios otros, menciono en estas
vivencias las cualidades de mi padre Francisco de la Torre Hernández, considero
necesario resaltarlas.
En
primer lugar, no siendo el hijo mayor, hacerse cargo en edad infantil de
labores de mayor calado desde en el rancho El Palo Dulce donde nació el 30 de
junio de 1909, y luego en Garabatos, a donde se trasladó en poco tiempo la
familia, ambos lugares del municipio de Tototlán, donde se dividen los de
Tepatitlán y Atotonilco el Alto.
Desde
el lugar de nacimiento muy chico ya se hacía cargo del cuidado de las chivas de
su papá, combinándose para aprender a “juntar las letras” y poner su nombre con
una Cartilla y un Silabario de San Miguel, instrumentos por demás elementales
de enseñanza escolar que autoridades o particulares habían promovido. Además la
naturaleza lo dotó de una fuerza física extraordinaria para realizar labores
descomunales.
Con
apenas 14 años de edad, hacerse cargo de la familia huérfana por el asesinato en
1923 de su padre, mi abuelo Cipriano de la Torre Angulo, compuesta por su madre
Francisca Hernández de la Torre y sus seis hermanos (ver relato Un Artero
Cuádruple Asesinato)
Acometer
enseguida como bracero en los EE.UU. las faenas agrícolas más difíciles, que
dominaba a cabalidad y luego, que desconocía, tareas extraordinarias en el
llamado traque o ferrocarriles gringos.
En esta etapa lo acompañó desde el principio su primo el tío Filemón de la
Torre de la Torre, que luego fue su cuñado al casar con su hermana la tía
María.
Hacerse
cargo de nuevo de su familia, después que sus hermanos habían dilapidado sus
envíos destinados a ir reponiendo las tierras que el tío Cirilo Franco
Hernández les había usurpado (relato Un Falso Hacendado) creando éste el
malhadado Ejido Garabatos, con mayoría de camaradas foráneos, entre ellos el sátrapa
comisario Alfonso Aranda, así como el
nuevo esposo de mi abuela Francisca, Juan Moreno Ubarrio soldado raso liberto del
ejército del General Saturnino Cedillo, acérrimo enemigo del movimiento cristero
1926-1929.
Sin
tierras, ni parcelas ejidales que jamás hubiera aceptado como le ofrecieron, y
que también rechazaron otros hombres de campo locales, tuvo que desempeñarse
como campesino y mediero en tierras de Cirilo Franco y de mi abuelo materno
Manuel Galindo González quien como terrateniente aventajaba en mucho al
primero, a su vez cuñado cuya esposa era la tía Magdalena Gonzáles Franco,
hermana de mi abuela Emilia. En estas verdaderamente titánicas tareas jaló, voluntaria
o forzadamente a sus hermanos, que por mucho no le iban a la zaga.
No
obstante el desalojo de tierras y otras tropelías infringidas, la nobleza de
haberle pagado o restituido a don Cirilo a su regreso el préstamo de $200.00
que necesitó mi padre para aventurarse como bracero en EUA.
Enseñar
a trabajar en las labores de campo primero a los tres hijos de Cirilo Franco,
Ramón, Maurilio y Jesús que fue mi padrino de Confirmación, y luego a mis tíos
hermanos únicos de mi madre Rafael asesinado en 1941 por Alfonso Aranda, y
Gabriel.
Retenerse
aguantando las injurias terribles injustificadas del tío bisabuelo José Galindo Castellanos
tío carnal de mi abuelo materno Manuel y hermano de Justo Galindo, Jefe de la
Acordada y Juez de Paz de la región de Tepatitlán, por la nimiedad de descubrir
que sin saberlo mi padre, traía en la trilla del trigo una yegua propiedad del
tío e igual la injusticia de mi abuela Emilia que en lugar de apoyarlo ya como
su yerno encargado y proveedor de grandes méritos de trabajo al rancho, además
quitarle el trabajo que su esposo mi abuelo Manuel, ya fallecido, le había
encomendado (ver relato El Bisabuelo José Galindo Castellanos)
La
ayuda económica y de varios tipos que siempre proporcionó, no obstante sus
limitaciones, a la nueva familia de su madre Francisca, mi abuela, representada
por su segundo marido, que al igual que los demás ejidatarios de Garabatos fueron siempre de escasos, aparte por el repudio de que eran objeto del
vecindario, por sus no muy dotadas luces de emprendimiento.
La
titánica y repetida proeza agrícola al quedar por ahí de mayo de 1949 o 1950 prácticamente en la calle con motivo de un malhadado
viaje con accidente carretero catastrófico automovilístico en uno de sus ya dos
taxis rumbo a Ciudad Juárez, Chih., y a principios
de junio cederle por su prestigio un conocido amigo en Garabatos, unas tierras semi
preparadas para el ciclo, de poco más de dos yuntas, trabajo para dos o tres personas
que él reacondicionó muy rápido para maíz y frijol y sin ayuda alguna levantar una
extraordinaria cosecha y podernos regresar a Atotonilco después de unos tres
meses y no perder para nada ni el ciclo escolar siguiente de la primaria.
La
regeneración del abandono de años en que se encontraba la pequeña propiedad
adquirida en el rancho El Salvador (ver relato) adjunto a Garabatos ya en el
municipio de Atotonilco, al desmontar, talar árboles de grandes tamaños,
emparejar y retirar pedregales en terrenos enmarañados y su acondicionamiento
para las labores agrícolas y otros cultivos conexos, como la plantación de caña
de azúcar, melón papaya y otros frutales, aprovechando la riqueza del agua
rodada limpísima que tenía.
También fue un hecho valeroso dejar el medio rural donde era un excepcional experto,
para trasladarnos con miras a la escolaridad de la familia a Atotonilco el 31
de diciembre de 1944 a afrontar nuevas vicisitudes.
Podría
alargar este relato con muchos más de sus trabajos extraordinarios. Sólo quiero
agregar la siguiente calificación asentada también en el relato La Sardina
Descompuesta, del hacendado don Jesús Villa en su casa de uno de sus ranchos
cercano a El Ojo de Agua de Latillas:
-Don
Jesús, este es mi primo Chuy que me acompaña muy seguido
Le
comentó mi primo hermano Manuel Gutiérrez Galindo al irle a arreglar unas cabeceras
que le habían quedado pendientes de terminar con su maquinaria mayor en los
patios de su enorme residencia.
-¿Y
de quién eres Chuy?
-De
Francisco de la Torre y Dolores Galindo
-¿De
Garabatos?
-Sí
-¡Tu
padre, muchacho, es un admirable hombre de mucho valer!
-Gracias
señor
-No
me lo agradezcas, ojalá traigas mucho de él.