domingo, 29 de marzo de 2020

PROPUESTA INADECUADA


La reunión comida sabatina de aquella tarde en casa de un amigo en una población cercana a la zona conurbada de Guadalajara, rumbo hacia la región alteña jalisciense, ya había llegado a los postres o mejor dicho a la sobremesa y continuación de la plática y parranda que de costumbre se prolongaba mucho tiempo.   
Como siempre, sin falsa modestia, mis facultades atoxínicas innatas o de resistencia y autocontrol para la ingerencia de licores estaban en pleno esplendor, sin dejar de lado la máxima de que sólo no se emborracha el que no toma.  
Entre los asistentes que se habían hecho frecuentes a las comelitonas semanales se encontraba una pareja de compadres de los anfitriones, de mediana edad, dueños de una abarrotera en San Pedro Tlaquepaque.  
La señora un tanto más joven que su esposo le ayudaba de manera importante en el negocio. De no mal ver, tomaba más o menos al parejo. De varias reuniones atrás el grado de amistad con ellos se había ido incrementando, principalmente con el marido, entre otras cosas por lo que le comentaba acerca de mi experiencia en el ramo abarrotero y conexos en Atotonilco, a fines de los cincuenta del pasado siglo (relato Trabajo en La Colmena)   
Así mismo se trataban otros temas como la situación del lugar en que estábamos conviviendo, en el que el anfitrión había fungido o pasado sin mayor gloria como delegado municipal, según la chunga que le hacíamos y él se la sacaba con que el presidente municipal de Zapotlanejo era un inepto, con todo y nuestros comentarios del auge en su misma delegación del ramo en la confección de ropa municipal, comparable con Ciudad Hidalgo y Moroleón, Gto.  
Ya lo veía venir. En una ocasión en que el consorte de la señora estaba un tanto distraído con el anfitrión y a la vez rebasado su límite de tequila, ella se destapó espetándome que le gustaba para su cama, contestándole de bote pronto que estaba equivocándose.  
-Pues serás del otro bando
-No, señora, es usted bastante atractiva, pero por respeto a su esposo, a la familia que nos recibe y a mí mismo, no vamos a cometer un error. Aparte acostumbro a escoger y cortejar, no al revés
La señora de la casa al lado
-Comadre, te pasas. Sin que me conste, no eres pulga del petate de este hombre, no la riegues.
-Pues ni que fuera el rey de Francia. Hay muere.

(*) Atoxinia: Facultad extraordinaria que tiene una persona para absorber grandes cantidades de tóxicos sin sufrir daño.

domingo, 8 de marzo de 2020

LA MULA ECHADA DEL TÍO JORGE


Cuando vivimos en el rancho El Salvador (Atotonilco, ver relato) entre 1939 y fines de 1944, para de ahí trasladarnos a Atotonilco, entre mis 4 y 9 años de edad, provenientes de San José de Gracia (Tepatitlán) como hijo mayor de ya 3 hermanos (Ma. Mercedes, José Luis y Ramón) me tocaba desempeñar labores y encomiendas de mi padre que en aquellos azarosos años de grandes necesidades, ahora perecerían quehaceres y hasta hazañas de personas mayores. Al caso ver mis relatos, entre otros, El asiento de botella, La cócona de doña Pachita Morones, La colmena, la naranja y otras vacas, La tía, Guillermo Tell.  
Entre mis obligaciones me tocaba después de apialarle muy temprano a mi papá las dos vacas que teníamos para la necesidades de leche familiar (la naranja y la colmena) trasladarlas con sus crías al lugar de pastoreo que les tocara para a media tarde ir de regreso por el hato, apartar los becerros y achiquerar para la siguiente ordeña. Como el terreno propio para agostadero no alcanzaba con el de siembra, mi padre había rentado  unos terrenos cerriles al tío Guadalupe de la Torre de la Torre, de Garabatos, al otro lado del río, que se alternaban cada año, combinando también las siembras temporaleras a su vez en otros terrenos también rentados.  
Cuando tocaba, para llegar con los vacunos a los agostaderos rentados había que salir de la propiedad, tomar el camino real, seguir en un trecho umbroso y hasta tétrico al margen del río según la estación del año y acceder con los animales al lugar de pastoreo.  
A esas alturas continuaban las dos líneas paralelas de cercado del camino real comunal rumbo a Garabatos, o mejor dicho a la parte denominada El Carmen por el tío Cirilo Franco que desgajó de la propiedad original (ver relato Un falso hacendado)  
Un día terminando mi traslado llegó a eso de las 8 o 9 de la mañana un atajo de soberbias mulas muy bien cargadas, propiedad y al mando del tío abuelo Jorge de la Torre Angulo, miembro menor de los 20 que fueron en su familia.  
Por la relación de parentesco con don Cirilo, esposo de su hija la tía Marina, y luego por la amistad con sus cuñados, principalmente mi padrino de confirmación Jesús Franco González, eventualmente el tío Jorge le prestaba apoyos a su suegro.  
A una de las acémilas en lugar de continuar por el camino real se le ocurrió atravesarse o echarse en un portillo que había en la cerca izquierda de la vía, problema que en situaciones parecidas les toca a los arrieros afrentar con mulas y asnos.  
El tío Jorge intentó muchas maneras para levantar al animal. Varazos en las ancas, panza, jalones de la gamarra o freno y de getas, piquetes en el trasero, etc., y nada. Entonces adoptando postura bestial, le enrolló un poco la cola y a unos veinte centímetros de su nacimiento, le atiza una colosal mordida que de inmediato hizo levantar al bruto para que, afortunadamente sin descomponer la pesada carga, se emparejara al hato.         

domingo, 1 de marzo de 2020

LA TÍA ESPERANZA


Mi mamá estaba muy delicada de su décimo embarazo en Atotonilco, allá por 1951 o 1952 y mi papá estaba en sus seis meses de cada año de bracero en los Estados Unidos. 
Al irse en esa ocasión a California (Woodland) ya mi madre estaba con el problema, y me encargó que en el cuidado de la casa en su lugar durante sus ausencias, ya de varios años como padre postizo o padrastro de mis 8 hermanos, estuviera muy al pendiente. Que no dejara de llamar al Dr. Guzmán. Y que si se ponía grave la situación, fuera por la tía Esperanza en demanda de ayuda.      
Esperanza de la Torre Hernández, Garabatos (Tototlán) 2/11/1915-15/10/1988 Atotonilco,   prima hermana doble de mi padre, hija de mis tíos abuelos Alfredo de la Torre Angulo y María Concepción Hernández de la Torre, casada a su vez con su primo hermano Salvador de la Torre Galindo, Garabatos 10/5/1913-27/7/1978 Atotonilco, hijo del tío abuelo Jesús de la Torre Angulo y Emilia Galindo González hermana de mi abuelo materno Manuel Galindo González, fue una mujer admirable, como la inmensa mayoría de las mujeres alteñas jaliscienses, y más en aquella época.
Proveniente de los troncos familiares de la Torre de Garabatos, con mi padre se trataban entrañablemente como hermanos. El tío Alfredo su único hermano (ver relato Venganza atrasada) fue así mismo muy amigo de mi padre. 
Cuando llegamos a Atotonilco, primero de enero de 1945, tanto su mamá, ya viuda, como ella vivían en Atotonilco en una propiedad con frente a la calle 16 de Septiembre (Eje Norte) y a espaldas con la calle Mina, cerca del Molino Harinero El Refugio de don Francisco Salcedo Ordaz, en las orillas norte de la ciudad. Nosotros llegamos a la casa de la tía abuela materna Emilia González Franco, también viuda, ubicada en Juárez # 31 (Eje Poniente) ahora Colón 109/113.    
Con troncos familiares ya numerosos, nuestra familia con seis vástagos y la del tío Salvador y la tía más o menos los mismos, en una situación de desarraigo desfavorable del medio rural por las circunstancias y resabios oficiales de la Revolución Cristera (1926-1929) en perjuicio de la región alteña jalisciense y de alguna manera especial contra los apellidos familiares de la Torre y Galindo. Además hay que agregar otros hechos violentos de la época, en que fueron asesinados juntos mi abuelo paterno Cipriano y sus hermanos José, Jesús (antes mencionado) y un amigo. Se pueden ver mis relatos Un artero cuádruple asesinato, Un falso hacendado, El tío Aurelio, Un drama de la Revolución Cristera, La hiena de San Ramón, ¿Dónde están las viejas? diversos Árboles genealógicos, etc.    
Mi madre empeoraba cada día y llegó uno en que le dije que iba por la tía Esperanza. Intenté cuesta arriba a caminar de Juárez y Mina por esta hacia el norte, pero en más de una ocasión me regresé pensando que mi mamá estuviera agonizando o lo peor, hasta que por fin volví acompañado del auxilio tan valioso.  
En las labores de parto con su tranquilizador apoyo, mi tía logró que la embarazada se fortaleciera y resignara a lo que Dios dispusiera, que fue el aborto de una niña fallecida casi al nacer y la mamá gravemente enferma.   
A mi hermana Rosa María, que había nacido el 21 de febrero de 1950, vino cerca de 5 años después, el 27 de octubre de 1954, mi hermano Jorge, lográndose así el décimo retoño de la familia de la Torre Galindo.     
Su esposo el tío Salvador en enero de 1945 era el encargado de la cantina ubicada en la esquina Juárez (ahora Colón) y Andrés Terán rumbo norte y Nicolás Bravo rumbo sur, contra esquina de la también cantina La reina Xóchitl que atendía su dueño don Cleofas Navarro; para mayores datos esquina con esquina al poniente con la casona del Dr. Ignacio Córdova Quintanilla y al sur con la tienda de abarrotes que entonces era de los hermanos que les decían los colorados y después de un señor don Andrés que era el abuelo del centro delantero Carlos González, de La Piedad, Mich., que figuró en la Selección Nacional de Futbol. Cosa curiosa, nunca supe ni pregunté quién era en la cantina el dueño y patrón del tío Salvador. Llegué a ver, al pasar diario a la escuela, que el tío abuelo Jorge de la Torre Angulo llegaba a cerrar por su cuenta muchos días dicho establecimiento; cosa que también era conocido hacía en otros lugares como San José de Gracia con el tío don Jesús Angulo, apodado “el cuadrado” primo hermano de de los de la Torre Angulo.
Después el tío Salvador pasó a hacerse cargo de la cantina y billares de don Manuel Hernández Muñoz situada en la calle ahora Dr. Juan José Espinoza, costado norte del mercado municipal Miguel Hidalgo, entonces al lado de la cantina El Gato Tuerto, de don Manuel González, en las afueras del Mesón de San Cayetano, ésta una enorme propiedad que adquirió Enrique Fonseca Navarro, construyendo su núcleo comercial abarrotero, habitacional y al fondo al norte colindando con la calle Calderón, una harinera. Ahora en estos lugares se encuentra el Hotel Real Cervantes y la tienda Milano en la esquina de Andrés Terán. Este mesón fue el escenario de mi relato Un artero cuádruple asesinato e indirectamente la cantina billar de Venganza atrasada. 
Volviendo a la tía Esperanza eje de este relato, por las necesidades de su numerosa familia que ya mencioné arriba, los no muy abundantes ingresos de su esposo y la situación para nada opulenta de su mamá, la ya viuda tía Concha, a cuyo amparo vivían no de una forma del todo satisfactoria, se vio en la necesidad de contribuir a las urgencias económicas familiares. Situación que en un ambiente conservador y machista casi a ultranza de entonces, no era nada fácil para el género femenino.   
Así, a las órdenes de su primo el tío Baudelio de la Torre de la Torre, hijo del tío Aurelio (ver relato homónimo) atendió una menudería en la esquina de la ahora Colón y Mina, antes de llegar nosotros a Atotonilco en enero 1945, pues ahí estuvieron desde entonces negocios con abarrotes sucesivamente, si mal no los menciono, don Teófilo Muñiz esposo de doña Emilia Villalpando, don José esposo de D. Josefina García hermana de don Lupe famoso dueño del molino de nixtamal a unos pasos por Colón hacia su continuación o barrio de los pozos; de  doña Catalina Angulo hermana de doña Isabel esposa de don Lupe, luego las Srtas. Soledad y Anita Rubio, hermanas de doña Brígida esposa de don Manuel González con negocio igual en  Calderón y Terán; enseguida J. Trinidad Vázquez Valle con quien traté la compra o traspaso para que mi padre Francisco de la Torre Hernández, después de aceptar ya no irse  a trabajar a los E.U.A. se hiciera cargo bajo mi apoyo, no sin antes oponer una férrea resistencia. Luego la tienda ocupó uno de los dos locales enfrente en Juárez donde vivíamos, pasando luego primero a manos de mi hermano Ramón, mi cuñado Javier Aguirre Villagrán, esposo de María de la Luz y ahora, enfrente por Colón a unos pasos por mi sobrina Judith Aguirre de la Torre.  
La finca fue adquirida por Miguel Gutiérrez para instalar su famoso Café El Zancas que aún persiste dividido en dos negocios similares de sus herederos.  
La tía Esperanza luego se hizo cargo de la Lonchería El Jacalito que de Niños Héroes entre 20 de noviembre y Zaragoza, si no mal recuerdo, don Regino su dueño, cuyo apellido tampoco he  podido recordar, había pasado a un lado de La Reyna Xóchitl de don Cleofas Navarro, en la ahora Colón y Bravo, donde después otro dueño convirtió también en cantina conservando el nombre de El Jacalito.  
Un dato adicional, en la esquina de 16 de Septiembre de la citada propiedad de la tía Concha, de ahí hacia Mina, cuyo callejón o desbarrancadero de entonces ahora lleva el nombre de Heliodoro de la Torre Hernández, primo segundo hijo del tío Alfredo antes mencionado. Este primo, muy estimado en Atotonilco, manejó ahí una tienda de abarrotes en la que le ayudaba Isaura hija mayor de la tía Esperanza, que adquirió después una cuñada de ésta.   
Finalmente, mi agradecimiento a mi prima María Guadalupe, Lupita, por los valiosos datos que me complementó acerca de sus papás.