sábado, 7 de marzo de 2015

NOCHE DE ANGUSTIA

Eran pasadas las diez de la noche de aquella lejana fecha de principios de 1954, cuando llegó a buscarme a la casa Lino Gutiérrez Navarro, que había sido compañero de mi papá en el sitio de carros de alquiler,  llevaba el periódico del día El Sol de Guadalajara, que se vendía por las tardes en Atotonilco. 
-¿No te has enterado?
-¿De qué, Lino?
-El periódico trae una lista de varios braceros que se quemaron al otro lado allá en California, viene el nombre de tu papá.
-¿Qué? 
-Aquí está: Francisco de la Torre ¿Te acuerdas cómo se llama el pueblo donde está trabajando?  Dice aquí que fue en Woodland ¿No es ese el lugar? 
-Sí, las cartas traen sello de correo de ahí. 
La nota del periódico decía, palabras más palabras menos: “Esta mañana fallecieron cinco braceros mexicanos al incendiarse un camión en que se transportaban al campo de trabajo completamente apiñados treinta y tantos de éstos cerca de Woodland, California en los Estados Unidos. Se cree que la mayor parte de la cuadrilla mencionada son del estado de Jalisco, de la región de los Altos. Los muertos son (listaban cinco nombres, uno homónimo de mi padre). Ocho de los demás accidentados están graves por las quemaduras  y los demás sólo sufrieron leves daños”.
Mi angustia era terrible ¿Qué hacer? El servicio telefónico ya estaba cerrado. Mi madre estaba delicada de salud. Mis hermanos todos más chicos y los parientes y amigos de confianza ¿en qué me podían ayudar? Lo más seguro era que de inmediato divulgaran el asunto. Decidí callarme y aguantar hasta la mañana del día siguiente.
No dormí casi nada. Me fui sin mencionar el problema a abrir la tienda La Colmena, propiedad de Cecilio Hernández Quiroz, de la  que yo me encargaba, ubicada en 16 de Septiembre frente al Mercado Hidalgo, justo donde ahora son Las Fábricas de Francia del señor Luis Hernández Navarro. En cuanto se abrieron las oficinas de teléfonos ya estaba pidiéndole a la señorita María Cervantes Estrada que me ayudara a comunicarme al lugar de trabajo de mi papá. La única información que tenía era el nombre antes mencionado y que creía estaba cerca de San Francisco.
El supuesto mal carácter de la señorita Cervantes para mí fue todo lo contrario. Desde al explicarle atropelladamente el problema me calmó diciéndome que no me apurara, que a lo mejor no se trataba de mi padre, aunque coincidieran el nombre y el lugar de origen según el periódico; que más rápido de lo que me imaginara conseguiría la llamada. 
Y así fue. Unos veinte minutos después ya tenía yo nada menos que a mi padre contestando el teléfono. Sus palabras fueron de lo más reconfortantes y gratificantes para mí; muy lejanas y con mucha interferencia pero verídicas y ciertísimas de mi padre, que a su vez se imaginó que acá nos hubiera pasado algo grave por lo insólito de la llamada. Me regresé rápidamente a la casa para poner al tanto a mi mamá y a mis hermanos; no fuera que  alguien más llegara con la noticia del periódico y se descompusieran las cosas. Al rato ya estaba de regreso en el  trabajo. Las personas que leyeron la noticia fácilmente se enteraron que no se trataba de mi padre.
Siempre llevé buena amistad con la señorita Cervantes que al tiempo falleció en Guadalajara, así como con muchos de sus parientes. Su hermana María Ana, también ya fallecida, con quien manejaba la telefónica, era la esposa de Don José González Flores, quien al enviudar casó con Etelvina Jiménez. Una hermana de Don José, la señora Aurora, fue la esposa de Don Víctor González Orozco, en cuyo importante negocio abarrotero que compartía con su hermano Don Ezequiel, su cuñado trabajaba como contador. Este muy conocido negocio estaba en lo que ahora baldío funciona como estacionamiento por la  calle eje Juárez entre la 5 de Febrero y la Madero. En esta esquina se ubica ahora la escuela oficial para niñas Manuel Ávila Camacho, habiendo sido antes la primaria para niños Benito Juárez donde estudié.
Cuando esta vez regresó mi padre de los Estados Unidos, después de estarse yendo para allá año con año, yo ya no la hacía bien como padre sustituto de mis muchos hermanos. Me costó bastante trabajo convencerlo que se quedara en Atotonilco y tanto o más que se dedicara al comercio de abarrotes. Traté casi a escondidas la tienda del ramo que tenía Don Trinidad Vázquez Tejeda, en la esquina de Colón y Javier Mina, justo donde ahora son los cafés el Zancas y el Mora, propiedad hasta su fallecimiento de Miguel Gutiérrez Valle. El lugar no podía quedar más a la mano porque vivíamos enfrente en el No.31 de Juárez, ahora Colón 109/115, desde que empezando enero de 1945 habíamos llegado del rancho El Salvador a esta casa que era propiedad de nuestra abuela materna Emilia González. La tienda fue desde entonces la ocupación definitiva de mi padre y base del sustento familiar.
Antes de Don Trino, papá de Pepe Vázquez Valle (qepd), propietario de la Ferretería Central por la calle Bravo, y de Hugo y Othón, el local había sido negocio abarrotero primero de Doña Josefina García y su esposo Don José Becerra y luego de Doña Emilia Villalpando y su esposo Don Teófilo Muñiz, hermano de Don Hilario y Don Vicente; después, de las señoritas Soledad y Anita Rubio, hermanas de Doña Brígida esposa de Don Manuel González, cuya familia sigue manejando su tienda familiar  en Ramón Corona y Terán. Desocupado por nosotros, el inmueble fue ocupado por poco tiempo con el mismo giro por la señora Catalina  Angulo y su esposo Francisco Romero.
Doña Josefina fue hermana de Don Guadalupe García, conocido y popular personaje de Atotonilco, propietario a media cuadra por Colón de uno de los principales y antiguos molinos de nixtamal; Doña Catalina era hermana de Doña Isabel esposa de Don Lupe. La propiedad fue adquirida de esta familia García por el señor Gutiérrez Valle a cuyos sucesores pertenece. Mi papá  cambió el negocio casi enfrente a la casa de Colón en donde aún está, en uno de los dos locales que se acondicionaron. En el otro está mi hermano Adolfo con la distribuidora de publicaciones. Negocio que yo gestioné también para Mi hermano Cipriano. Mi padre en su momento le pasó la tienda de abarrotes a mi hermano Ramón y éste a Javier Aguirre Villagrán (qepd) esposo de mi hermana María de la Luz, que ahora lo maneja con la ayuda de sus hijos.

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