En la celebración escolar del domingo 21 del citado
mes se me acercaron en la fiesta unos religiosos, probablemente legionarios de
cristo o jesuitas, que de la manera más sorpresiva me dijeron que iban
exprofeso por mi para ingresarme al seminario. La propuesta fue tan inesperada
como para ellos el rechazo a la misma. Mis planes eran empezar a trabajar al
día siguiente para auxiliar en el gasto de la casa. Me replicaron que era un
honor y una consideración única que se me concedía por méritos escolares y
personales. Ante su insistencia y su aparente alta investidura y mi notoria
novatez igual les dije que no. Nunca supe cómo obtuvieron mis datos.
Efectivamente ya tenía un trabajo, eventual, para
más o menos un mes en la casa Lorenzo V. Valle y Cía. Consistía en seleccionar
manualmente por tamaños, del 1 al 5, el pepino criollo que entonces se
cultivaba en Atotonilco y se procesaba en salmuera para la firma Clemente
Jacques de la ciudad de México, en donde se terminaba su proceso comercial. En
esta tarea trabajábamos otras cuatro o cinco personas más a cargo del señor
José Núñez Vázquez hermano de doña Esperanza que era la esposa de don Francisco
Valle, socio y directivo de la Casa Valle. Don Lorenzo Valle Valle, de donde
tomaba nombre la importante negociación atotonilquense, era un rico y muy
reconocido empresario en la producción
nacional de naranja y uno de los benefactores del pueblo.
Al terminar el proceso indicado me ocuparon como dos
meses más en labores relacionadas hasta que se terminaron los envíos a México.
Mis pantalones de pechera de la mezclilla azul marino dura de aquel tiempo, la
que tenía la orilla anaranjada, junto con mi demás ropa se ponían como cuero al
abastecer las barricas y el escozor de la sal en la piel me importaba muy poco.
El Sr. Núñez y la familia Valle incluyendo a don Lorenzo eran muy buenos
personas conmigo, como era fama que lo eran con los demás empleados de los negocios que se manejaban en la organización,
destacando el gran número de huertas de naranjos, a cuya fama atotonilquense de
productora de cítricos incluso a nivel internacional contribuía la corporación
en gran parte.
Los pepinillos se preparaban en la finca sede de la
Casa Valle que en la actualidad es el Hotel Portal del Vergel propiedad de la
Sra. Elba Hernández Gutiérrez en la calle Terán frente al Mercado Hidalgo,
conocida entonces como Portal Florencio Luna. Muchas familias dependían económicamente del trabajo
en las huertas. Todos los días después de
su asistencia a misa de cinco de la mañana, los grupos de jornaleros le
empezaban a dar literalmente movimiento al pueblo.
De la Casa Valle, de cuya familia se tratará en otro
escrito, me fui luego a la tienda abarrotera "La Colmena", uno de los
principales negocios mayoristas del ramo,
que había adquirido el señor Cecilio Hernández Quiroz, originario del
rancho Santa Equiteria, al señor Efrén Morales Orozco, quien junto con sus
hermanos Alfredo e Ismael eran conocidos hombres de negocios del pueblo que
emigraron luego a Guadalajara. Esta familia Morales que llegó en mayor número
al justamente llamado El Vergel de Jalisco, procedía del rumbo de Santa María
del Valle municipio de Arandas.
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