sábado, 7 de marzo de 2015

EL BRINCO DE LOS VIEJOS

Atotonilco es prolífico en bellos lugares para disfrutar paseos, excursiones y otros eventos sociales. A Los sabinos, Taretan, El Rincón del molino, Los chorritos, etc. se agregaban otros en aquellos años ya remotos de 1950/1960, más retirados, menos populares pero igualmente interesantes y quizá más tradicionales y rústicos que los mencionados, como La cueva del agua, La cueva de Renterías, El rincón del molino, Los tepames, El brinco de los viejos, y algunos más que no vienen ahora a mi  memoria. 
Al brinco de los viejos, existente desde años inmemoriales,  llegamos a ir con frecuencia en días festivos en grupos de 6, 8 amigos, repartiéndonos lo que había que llevar para una comida-día de campo. Es un corte u hondanada angosta a todo lo alto del cerro que en el fondo tenía un precioso y basto ojo de agua fresca tirando a fría, lleno todo el año, rodeado de árboles y arbustos. No sé sí su estado actual sea el  mismo, quizá la situación ecológica lo haya modificado. 
 A este paradisiaco lugar se llegaba por una vereda de a pie que arrancaba más o menos en el cruce del camino, ahora pavimentado, con la carretera-libramiento a Los Altos, menos de un kilómetro después de pasar por lo que fue Industrias Unidas de Atotonilco y ahora es la fábrica de muebles tubulares del señor Francisco Hernández Aceves. A la distancia al lado izquierdo en temporadas muy lluviosas se veía en la cresta del cerro alteño la espectacular caída de agua llamada cola de caballo, que creo a la fecha, en igualdad de condiciones fluviales, todavía debe verse. 
En una de estas excursiones en que entre todos los asistentes nos repartíamos lo que había que llevar para la comida, a Ramón Arámbula (qepd) que debía llevar la carne para asar, se le el compromiso. Después de bañarnos, acompañar la plática y chascarrillos con sus respectivas cervezas y unos tragos, el hambre feroz que traíamos, característica nada ajena a nuestra juventud, con tortillas, queso, jitomates, cebollitas cambray,  limones, sal y chiles serranos, con postre atotonilquense de cajeta de membrillo y hasta unos chongos zamoranos, comimos todos a placer.  
Respecto a lo ecológico, ha habido consecuencias graves para Atotonilco. El mayor uso y desechos acuíferos sin ningún control ni tratamiento por el despegue urbano e industrial en la zona inmediata de Los Altos, ha semi secado y contaminado altamente el río Los Sabinos y seguramente mermado la afluencia subterránea de agua para el llamado con razón Vergel de Jalisco. No sería raro que el manantial de Taretan, abastecedor bastante sobrado antaño de agua potable y para otros usos, haya reducido su caudal y pueda estar en  riesgo de extinción por la cantidad de aprovechamientos y perforaciones profundas de los mantos friáticos que se sigan haciendo en la zona alteña. 
Ignoro si se hayan tomado ya las medidas para solucionar este grave problema ecológico. Atotonilco merece con sobrados méritos que sus autoridades le regresen esta parte, y muchas otras, de su grandeza. 

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