domingo, 14 de mayo de 2017

EXCURSIÓN AL SANGANGÜEY

Entre los clientes de Banamex en Tepic, Nay., a donde llegué como contador a mediados de 1963, el personal de la planta local de Coca Cola seguido nos estaban presumiendo que hacían una subida al volcán Sangangüey, ubicado a unos kilómetros por la carretera  a Mazatlán, pernoctando una noche en el cráter.
En una de sus cacareadas, puesto que nosotros trabajábamos todavía los sábados, les reviramos que nosotros lo íbamos a hacer en un día. Así, un domingo a las siete de la mañana ya estábamos en la carretera a la altura de una ranchería donde nos bajó el camión para iniciar el ascenso cinco o seis compañeros de trabajo, incluyendo a Alfonso Bazonni Castro que me habían enviado de la sucursal Guadalajara en plan de entrenamiento en la rama administrativa.
En lugar de tomar una vereda por el filo del cerro un tanto regresando después del rancho mencionado, si no en línea recta y a campo traviesa como lo habíamos planeado, subimos haciendo camino. No faltaron obstáculos, principalmente de piedras y malezas diversas, que para nuestra juventud no fueron mayor problema, con todo y carga que llevábamos de más.
Llegamos un poco antes de las doce al remanso espléndido y paradisiaco del cráter. Jugamos, bebimos refrescos y comimos opíparamente para un poco después de las 4, emprender el regreso, teniendo que dejar bastante comida y refrescos excedentes. Como lo habíamos planeado también, lo haríamos por el filo o espinazo de la sierra que contaba con camino, calculando unas tres horas de recorrido.
Como a la hora se dio cuenta Bazonni que había olvidado su cámara Kódak Retinette último modelo. Lo acompañé a recogerla, como sucedió, aguardándonos al regreso donde íbamos, el resto de la comitiva por desconocer todos, igual que nosotros, la vía de regreso. 
Por el tiempo perdido, enseguida empezó a oscurecer y caer la noche ajena de luna, perdiéndonos irremisiblemente. Por las luces que veíamos abajo en la ranchería de donde partimos en la mañana, decidimos bajar igual, después de  varias horas a la deriva. La gente aparte de lo cansada que andaba se  desesperó mucho. Si no los aliento a la mayoría con unos generosos tragos de tequila blanco 7 Leguas que llevaba, se me hubieran achicopalado más, en el ambular de toda la noche.
Arribamos a la carretera ya con sol, a eso de las 7.30; abordamos unos minutos después el primer omnibus que apareció y pasadas las 8 salíamos de su terminal a arreglarnos a nuestras casas, no sin antes pedirles a todos que al tiempo más corto posible, se presentaran a trabajar. No faltó, afortunadamente,  ninguno a sus labores casi puntualmente.  

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