viernes, 7 de agosto de 2015

PARROQUIANOS DEL CAFÉ DEL HOTEL LA MARINA

El Hotel La Marina, ubicado en la finca esquinera derecha de 16 de Septiembre con la norte y Prisciliano Sánchez, donde ahora está el banco HSBC, propiedad de los señores Abraham y Carlos Ibarra, era en los cuarentas del pasado siglo XX, con mucho, el hotel principal de Atotonilco, después de que lo fue el Hotel Jardín, de una señora María Guadalupe Mora, ubicado  donde luego se instaló el Centro Social Recreativo Atotonilco, que menciono repetidamente en estos relatos. Estaban pero mucho más abajo en categoría los hoteles  de las hermanas Lemus un poco más adelante por 16 de Septiembre, el Romo en donde ahora hay varias ferreterías tlapalerías en el costado norte del mercado Hidalgo, ahora calle  Dr. Espinosa, el de don Doroteo Aguilar por la calle 20 de Noviembre casi esquina con Rayón, y creo que ya estaba el ahora Hotel Estrella por la calla Mariano Navarro, frente al templo de El Calvario, que reconstruyó don Enrique Fonseca Navarro. Un poco después don Adolfo Fonseca Arámbula, edificó el Plaza frente a la plaza de armas, en Juárez, a media cuadra entre 16 de Septiembre y Morelos. 
Pues bien, los señores Ibarra fueron pioneros desde entonces del tan afamado café extracto  
Atotonilquense, que servían a sus clientes e invitados en el lobby y área de restaurante del hotel.  Esta infusión líquida de Atotonilco, llamado también El Jardín de Jalisco y Puerta de los Altos, en la actualidad la hacen en varios lugares o cafés de la ciudad, habiendo sido algunos de los que siguieron a los señores Ibarra, don Concepción Rodríguez en su negocio de bar y billares por la calle Colón, entre Rayón e Hidalgo; don Lorenzo González en su domicilio en José María Rojas esquina con Morelos, y Miguel Gutiérrez “El Zancas” que ahora se llama Café Mora, en la esquina poniente de Javier Mina cerrada con Colón. 
Los parroquianos al café de los señores Ibarra, de entre la crema y nata de hombres de negocios atotonilquenses, estaban entre otros, Francisco Salcedo Ordaz, industrial y agricultor; Enrique ”Chato” Fonseca, comerciante, industrial y fortísimo agavero, e inmobiliario habiente; Adolfo Fonseca Arámbula, comerciante y padre del chato; Jesús Valle Vázquez; Medardo Vázquez; J. Trinidad Vázquez; Ignacio García Espinosa, Filiberto Salcedo Ordaz; Jorge de la Torre Angulo; Francisco Lara; José Abel Torres Segura; Filiberto Escoto; José “Taralatas” Segura. (ver  relatos de Sector Empresarial de Atotonilco a Mediados del S.XX) 
Entre tan heterogénea nómina de asistentes, no faltaban discusiones álgidas que muchas veces tocaban asuntos delicados y peligrosos, como los del señor Lara y mi tío Jorge que al ser tartamudos los dos y más discutiendo, se culpaban de estarse remedando mutuamente,  así como el mencionado  tío con don Nacho García Espinosa, a quien una vez lo cayó con tal ahínco achacándole que era un manda matar hombres indefensos traicionados, en relación al asesinato de sus tres hermanos y un amigo desarmados cobarde previa y engañosamente,  don Nacho optó en esa ocasión por abandonar el lugar inmediatamente (ver relato Un Artero Cuádruple Asesinato) 
En una visita oficial del gobernador Agustín Yáñez, no se hizo esperar la invitación a la tertulia cafetera, que aceptó al momento, no obstante  la advertencia que era muy fuerte el brebaje y debía tomarse con precauciones, contestando que no había problema porque él era buen cafetero. Se tomó tres o cuatro tazas, teniéndolo que sacar a pasear varias horas en la madrugada, para que se le bajara el efecto.         
En un grupo integrado por una variopinta y nutrida asistencia de contertulios, que celebraba reuniones los miércoles de cada semana, y entonces en el restaurante del Hotel Vista en Plaza del Sol, organizada por el Ing. Eduardo Riverón Gámez, presidente municipal de San Pedro Tlaquepaque 1992-1995,  llevé en una ocasión una botella de este extracto café de la cual algunos disfrutaron. Como se hacía con otros víveres que sobraban en cada reunión para utilizarlos en la siguiente semana, un mesero conocido que nos atendía regularmente, no obstante advertido de las consecuencias negativas que podría provocar, se tomó una ración bastante generosa del producto, quedando como consecuencia incapacitado laboralmente tres semanas.    

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