Este suceso está considerado como "La más
grande de las invenciones humanas, no tanto por sí misma, sino por sus
profundas e innumerables consecuencias" (P. Louisy). El descubrimiento de
la xilografía, contribuyó mucho al movimiento intelectual, que ya era muy
considerable debido al desarrollo de las universidades y las escuelas, con un
medio mucho más rápido y efectivo que el de la escritura a mano. La imprenta
multiplicó pues, de gran manera, las
manifestaciones del pensamiento.
No obstante, tanto de la xilografía como de la
imprenta, se consideran sus orígenes más remotos. De la primera cuando menos a
1418 o antes, pues se conserva en Bruselas una obra de este tipo que representa
a la Virgen y al Niño Jesús. De la imprenta existen pruebas de que fue conocida
por los chinos desde el siglo XI. El invento no traspasó entonces sus
infranqueables murallas.
De la relativamente corta época bibliográfica de la
xilografía, que no obstante en nuestros días aún tiene aplicaciones en trabajos
como la tapicería, se conservan libros sumamente valiosos. La Biblia pauperum, Speculum
humanae salvationis, Ars moriendi, Historia Virginis et Cantico canticorum,
Liber de Anticristo y otros, son sólo algunos de estos.
Se denominan incunables (del latín incunabula: en la
cuna) a los libros impresos en el siglo XV, que fue la cuna del arte
tipográfico, es decir, desde su descubrimiento por Gutenberg hasta 1500,
inclusive. Se considera incorrecto
aplicar este término a los libros de épocas posteriores, como incunables
americanos o mexicanos a los publicados en el siglo XVI.
A los incunables más antiguos o primeros de la
tipografía se les designa como paleotipos o protoincunables. Estos primeros
libros guardan una gran similitud con los manuscritos, cual era la intención de
Gutenberg. Se llegaron a confundir con ellos y comercializar como tales, hasta
que los copistas, que no les convenía el engaño, se apresuraron a denunciar su
procedencia.
Una gran cantidad de los incunables fueron impresos
en caracteres góticos, uso seguido generalmente hasta en los países latinos,
como Italia, Francia y España. Cuando Jenson creó el tipo romano, este fue
sustituyendo poco a poco, con ventajas, a los góticos. Ello principalmente en los pueblos citados y otros
de su mismo origen. Alemania puso larga resistencia, apoyada en sus fuertes
posiciones nacionalistas.
No pocos incunables, sobre todo venecianos, están
impresos con tipos aldinos, inventados por Aldo Manuncio el Viejo. No muy tarde
el grabado en madera, xilografía, dio su aportación a la decoración de los
libros. Ha aportado desde una lámina al principio a guisa de frontispicio,
hasta innumerables ilustraciones muy comunes en los diccionarios e infinidad de
obras hasta nuestros días.
El grabado como ilustración propiamente dicha,
figura por primera vez en Las fábulas de Boner (Bamberg, Baviera 1461, por Abrecht
Pfister). Como prototipo de incunables ilustrados se puede considerar la Crónica de Nuremberg, con
más de mil grabados en madera, de Wolgemuth, maestro de Durero y de
Pleydenwurff.
En el siglo XVI el libro, sin perder del todo su
influencia gótica, fue despejándose de
la severidad de los manuscritos. Las portadas o frontispicios se formaron con
un grabado de madera de grandes dimensiones, en cuya cabeza o pie figuraba el
título de la obra. Carecía el tema del grabado, casi siempre, de relación con el
contenido del libro. Después el adorno fue un escudo de armas, regularmente del
mecenas o la marca del tipógrafo o bien, viñetas diversas más tarde.
En los textos se van eliminando las múltiples
abreviaturas o signos convencionales, como la S larga y otros elementos. Ello
fue modificando y dando al libro el sello distintivo que ha llegado a tener en
el transcurso del tiempo.
A lo anterior contribuyó mucho el citado impresor
Aldo Manuncio el Viejo, con el empleo de los caracteres itálicos. Se permitieron
formatos más prácticos y manuales con un ahorro considerable de espacio. El
huecograbado, el grabado a buril y las
aguas fuertes, se integraron también como decoraciones de los frontispicios y
láminas interiores de los textos, sin dejar de ser muy importantes las viñetas
o estampas pequeñas.
El siglo XVII tuvo muy en boga los frontispicios
llamados a la passe-partout, muy recargados o ennegrecidos de tinta, que
también poco o nada tenían que ver con los temas del libro. Fueron ideados por
el impresor Cristóbal Plantino.
Desde principios de este siglo XVII se inició así
mismo un cambio radical en los mencionados frontispicios. Se cambiaron en ellos
los motivos casi exclusivamente religiosos, no obstante que buen tiempo
invadieron toda Europa, en beneficio de una gran variedad de motivos profanos
de muy buen gusto y calidad. En esto contó mucho la influencia de Luis XIV de
Francia. Un buen motivo de belleza, haciendo a un lado exageraciones, que
también estuvieron presentes en esta etapa, es el frontispicio grabado en
lámina, al buril, del Dictionaire de L´Académie (París 1694)
Durante la primera mitad del siglo XVIII el libro
evolucionó integrando nuevos elementos decorativos al gusto y tendencias
naturalistas de la época. Se utilizaron caracteres más elegantes y viñetas más
espirituales. En este siglo además, el libro se fue simplificando, acabando por
despojarse de los últimos y tradicionales elementos antiguos que había
conservado, para dar paso al
advenimiento del libro moderno al nacer el siglo XIX.
Como perfecto reflejo de su tiempo, el libro se
democratizó en la centuria XIX. Al parejo de los progresos notables de las
artes gráficas y de la industria papelera. Dejó de ser patrimonio de los
hombres de letras, haciéndose asequible a todos, tanto por su forma popular
como por su bajo costo, aunque, hay que decirlo, en detrimento de su calidad.
La multiplicación de los tipos y la reforma de las
letras de texto por conducto de varios impresores, así como el empleo de
viñetas y demás adornos tipográficos de diversos estilos, constituyeron un
libro enteramente distinto al de los siglos anteriores. El grabado en madera
resurgió como elemento capital en la decoración e ilustración. En plena era del
romanticismo, contribuyó sin duda a intensificar su popularización.
La litografía (del griego lithos: piedra y graphein:
escribir) fue inventada a fines del siglo XVIII por Luis Senefelder en Baviera.
Ayudó mucho en la decoración general de los textos, así como en la evolución de
las cubiertas artísticas de los volúmenes a la rústica hasta los últimos años.
Posteriormente la implementación de los grabados modernos ha impreso al libro
un nuevo aspecto exterior e interiormente.
Se han implementado cubiertas policromadas o
textualizadas con muy buen gusto y calidad, gran parte realzadas y con solapas
hasta del tamaño de estas. De la misma manera, formatos y cuerpos geométricos
uniformes en lomos y cantos. Para los interiores, aunque en nuestro país se
sigue utilizando mucho el papel bond, se emplean papeles más propios y
adecuados para una mejor lectura.
Tipografías e impresiones muy cuidadas con titulares
novedosos y variadas ilustraciones a una o más tintas, son parte y apoyo
importantes de los temas correspondientes. La disponibilidad de tecnologías de
trabajo y comunicación tan avanzadas en nuestros días, han hecho de la
innovación una realidad asombrosa en el
mundo de las letras y en muchos otros medios. Los sistemas computarizados para
labores y comunicación instantáneos, fax, modem, escanner, internet, impresoras
multicromáticas personales, etc., son ya medios ordinarios para plasmar la
creatividad y el pensamiento humanos, instantáneamente, del más remoto lugar a otro.
Sin embargo la humanidad toda debe estar muy atenta
a no perder, por ningún motivo, su capacidad de asombro y el gusto por todos
sus logros y belleza de la vida. Lo contrario nos iría llevando, cada vez más,
a un desfazamiento y pérdida de identidad muy lamentables.
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