viernes, 16 de diciembre de 2016

ALGO SOBRE EL LIBRO (Segunda parte)

A fines del siglo XIV las limitaciones de los libros escritos a mano fueron superadas por la xilografía (del griego xylon: madera y graphein: esculpir). En tanto se inventaba hacia 1440 la imprenta tipográfica por el alemán Juan Gutenberg (Maguncia 1397-1468). 
Este suceso está considerado como "La más grande de las invenciones humanas, no tanto por sí misma, sino por sus profundas e innumerables consecuencias" (P. Louisy). El descubrimiento de la xilografía, contribuyó mucho al movimiento intelectual, que ya era muy considerable debido al desarrollo de las universidades y las escuelas, con un medio mucho más rápido y efectivo que el de la escritura a mano. La imprenta multiplicó pues, de gran manera,  las manifestaciones del pensamiento. 
No obstante, tanto de la xilografía como de la imprenta, se consideran sus orígenes más remotos. De la primera cuando menos a 1418 o antes, pues se conserva en Bruselas una obra de este tipo que representa a la Virgen y al Niño Jesús. De la imprenta existen pruebas de que fue conocida por los chinos desde el siglo XI. El invento no traspasó entonces sus infranqueables murallas.  
De la relativamente corta época bibliográfica de la xilografía, que no obstante en nuestros días aún tiene aplicaciones en trabajos como la tapicería, se conservan libros sumamente valiosos. La Biblia pauperum, Speculum humanae salvationis, Ars moriendi, Historia Virginis et Cantico canticorum, Liber de Anticristo y otros, son sólo algunos de estos. 
Se denominan incunables (del latín incunabula: en la cuna) a los libros impresos en el siglo XV, que fue la cuna del arte tipográfico, es decir, desde su descubrimiento por Gutenberg hasta 1500, inclusive.  Se considera incorrecto aplicar este término a los libros de épocas posteriores, como incunables americanos o mexicanos a los publicados en el siglo XVI.  
A los incunables más antiguos o primeros de la tipografía se les designa como paleotipos o protoincunables. Estos primeros libros guardan una gran similitud con los manuscritos, cual era la intención de Gutenberg. Se llegaron a confundir con ellos y comercializar como tales, hasta que los copistas, que no les convenía el engaño, se apresuraron a denunciar su procedencia.   
Una gran cantidad de los incunables fueron impresos en caracteres góticos, uso seguido generalmente hasta en los países latinos, como Italia, Francia y España. Cuando Jenson creó el tipo romano, este fue sustituyendo poco a poco, con ventajas, a los góticos. Ello  principalmente en los pueblos citados y otros de su mismo origen. Alemania puso larga resistencia, apoyada en sus fuertes posiciones nacionalistas.  
No pocos incunables, sobre todo venecianos, están impresos con tipos aldinos, inventados por Aldo Manuncio el Viejo. No muy tarde el grabado en madera, xilografía, dio su aportación a la decoración de los libros. Ha aportado desde una lámina al principio a guisa de frontispicio, hasta innumerables ilustraciones muy comunes en los diccionarios e infinidad de obras hasta nuestros días.
El grabado como ilustración propiamente dicha, figura por primera vez en Las fábulas de Boner (Bamberg, Baviera 1461, por Abrecht Pfister). Como prototipo de incunables ilustrados se puede considerar la Crónica de Nuremberg, con más de mil grabados en madera, de Wolgemuth, maestro de Durero y de Pleydenwurff.
En el siglo XVI el libro, sin perder del todo su influencia  gótica, fue despejándose de la severidad de los manuscritos. Las portadas o frontispicios se formaron con un grabado de madera de grandes dimensiones, en cuya cabeza o pie figuraba el título de la obra. Carecía el tema del grabado, casi siempre, de relación con el contenido del libro. Después el adorno fue un escudo de armas, regularmente del mecenas o la marca del tipógrafo o bien, viñetas diversas más tarde. 
En los textos se van eliminando las múltiples abreviaturas o signos convencionales, como la S larga y otros elementos. Ello fue modificando y dando al libro el sello distintivo que ha llegado a tener en el transcurso del tiempo. 
A lo anterior contribuyó mucho el citado impresor Aldo Manuncio el Viejo, con el empleo de los caracteres itálicos. Se permitieron formatos más prácticos y manuales con un ahorro considerable de espacio. El huecograbado, el grabado a buril  y las aguas fuertes, se integraron también como decoraciones de los frontispicios y láminas interiores de los textos, sin dejar de ser muy importantes las viñetas o estampas pequeñas.  
El siglo XVII tuvo muy en boga los frontispicios llamados a la passe-partout, muy recargados o ennegrecidos de tinta, que también poco o nada tenían que ver con los temas del libro. Fueron ideados por el impresor Cristóbal Plantino. 
Desde principios de este siglo XVII se inició así mismo un cambio radical en los mencionados frontispicios. Se cambiaron en ellos los motivos casi exclusivamente religiosos, no obstante que buen tiempo invadieron toda Europa, en beneficio de una gran variedad de motivos profanos de muy buen gusto y calidad. En esto contó mucho la influencia de Luis XIV de Francia. Un buen motivo de belleza, haciendo a un lado exageraciones, que también estuvieron presentes en esta etapa, es el frontispicio grabado en lámina, al buril, del Dictionaire de L´Académie (París 1694) 
Durante la primera mitad del siglo XVIII el libro evolucionó integrando nuevos elementos decorativos al gusto y tendencias naturalistas de la época. Se utilizaron caracteres más elegantes y viñetas más espirituales. En este siglo además, el libro se fue simplificando, acabando por despojarse de los últimos y tradicionales elementos antiguos que había conservado,  para dar paso al advenimiento del libro moderno al nacer el siglo XIX. 
Como perfecto reflejo de su tiempo, el libro se democratizó en la centuria XIX. Al parejo de los progresos notables de las artes gráficas y de la industria papelera. Dejó de ser patrimonio de los hombres de letras, haciéndose asequible a todos, tanto por su forma popular como por su bajo costo, aunque, hay que decirlo, en detrimento de su calidad.
La multiplicación de los tipos y la reforma de las letras de texto por conducto de varios impresores, así como el empleo de viñetas y demás adornos tipográficos de diversos estilos, constituyeron un libro enteramente distinto al de los siglos anteriores. El grabado en madera resurgió como elemento capital en la decoración e ilustración. En plena era del romanticismo, contribuyó sin duda a intensificar su popularización. 
La litografía (del griego lithos: piedra y graphein: escribir) fue inventada a fines del siglo XVIII por Luis Senefelder en Baviera. Ayudó mucho en la decoración general de los textos, así como en la evolución de las cubiertas artísticas de los volúmenes a la rústica hasta los últimos años. Posteriormente la implementación de los grabados modernos ha impreso al libro un nuevo aspecto exterior e interiormente. 
Se han implementado cubiertas policromadas o textualizadas con muy buen gusto y calidad, gran parte realzadas y con solapas hasta del tamaño de estas. De la misma manera, formatos y cuerpos geométricos uniformes en lomos y cantos. Para los interiores, aunque en nuestro país se sigue utilizando mucho el papel bond, se emplean papeles más propios y adecuados para una mejor lectura.   
Tipografías e impresiones muy cuidadas con titulares novedosos y variadas ilustraciones a una o más tintas, son parte y apoyo importantes de los temas correspondientes. La disponibilidad de tecnologías de trabajo y comunicación tan avanzadas en nuestros días, han hecho de la innovación una realidad asombrosa en  el mundo de las letras y en muchos otros medios. Los sistemas computarizados para labores y comunicación instantáneos, fax, modem, escanner, internet, impresoras multicromáticas personales, etc., son ya medios ordinarios para plasmar la creatividad y el pensamiento humanos, instantáneamente,  del más remoto lugar a otro. 
Sin embargo la humanidad toda debe estar muy atenta a no perder, por ningún motivo, su capacidad de asombro y el gusto por todos sus logros y belleza de la vida. Lo contrario nos iría llevando, cada vez más, a un desfazamiento y pérdida de identidad muy lamentables.

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