miércoles, 18 de mayo de 2016

MARÍA ELENA

-Andamos en estas desde mediodía y ya es tarde, pero hay venimos, como siempre.
-Yo te vi el otro sábado y también a tus compañeros, aquí son muy conocidos. ¿Te acompaño, sólo para platicar, sí tú quieres? Me llamo María Elena.
-¿Con todo y la borrasca que traigo? Siéntate, eres muy hermosa ¿Quién te tenía escondida? ¿Te puedo llamar Malena?
-Sí, aquí estoy desde hace poco. Te acaparan otras compañeras. Eres muy solicitado. Estás muy guapo.
-Achícale, achícale.
 Él, un poco antes de la mitad entre los treinta y los cuarenta años, había llegado al filo de las diez de la noche con dos compañeros de trabajo, al centro nocturno “Las Modelos” La seguían después de dos reuniones sabatinas con clientes del grupo financiero en el que era gerente. En la segunda reunión las cosas se habían puesto delicadas con unas damas a cuyas sugerencias íntimas no era conveniente corresponder. Como consecuencia o costumbre más o menos frecuente, se dirigieron al centro nocturno, uno de los dos o tres en que se remataban las juergas en la Perla Tapatía de principios de los setentas del pasado siglo XX.
María Elena a insistencia de su acompañante aceptó tomar un coñac y él como siempre, pero ahora a diferencia de botella, pidió un Herradura Blanco doble derecho y sus acompañantes rones con refresco de cola. Ordenó también, para recuperar fuerzas, filete grueso en trocitos, con molcajete de salsa martajada picosa y tortillas de maíz. El gerente del lugar, después de sus comedidos saludos, le encargó al mesero que siempre los atendía, que les prestara la mejor atención.  
Malena tenía 23 años. Alta, morena clara, con cuerpo juncal cuya exuberancia impactaba al más exigente parroquiano. Vestía un entallado vestido negro con pequeños adornos blancos, que extasiaba de inmediato. El encanto se aumentaba con su discreto arreglo personal de un poco de carmín en sus labios y de rímel, hasta innecesario, en sus largas y curvadas pestañas negro azabache.  
La plática fluyó al parejo de la mutua atracción. En momentos el acompañante notaba un asomo de inquietud disimulado por Malena. En una ida al tocador un mesero le dijo algo que ella negó con la cabeza. A su regreso siguió la charla en la misma situación. De repente apareció un hombre como de la edad del que le hacía compañía, con indumentaria campestre, barba de días y la piel bronceada.  
-Tienes que regresar conmigo y aceptar lo que te ofrecí; es mucho mejor que esto y más de lo que te mereces.
-Como te dije entonces, no me interesan tus promesas ni las de tu familia; quédense con todo.
-Somos tu familia y no permitiremos que la deshonres más.
-La única deshonra tú la has provocado con tus mentiras y mañas. Vete, no quiero que me molestes más.
-Ya veremos cuánto tardas en cambiar de parecer, adiós. Y salió enfurecido.
-Es mi primo hermano. Tienen un rancho en Los Altos cerca de San Miguel, de donde salió al Norte (E.U.A) mi abuelo paterno y coheredero del rancho hace muchos años en compañía de mi padre, muy niño, quien se casó joven. Mi mamá murió de la cama de la última de mis dos hermanas más chicas. Hace como año y medio nos fueron a visitar, diciéndole a mi padre que querían enmendar el atropello a mi abuelo ya fallecido, y que como heredero les firmara un poder para los trámites legales, resultando que el papel era su conformidad para pagar con lo que le tocaba una deuda que tenía su papá.  
-Mi papa –siguió contando- tenía un problema del corazón a su regreso como veterano de la Segunda Guerra Mundial, después que como ilegal en Texas lo habían enrolado en el ejército en 1943, y la mala acción de sus parientes lo terminó de llevar a la tumba. Luego fueron cínicamente a darnos el pésame, dejándome en mal momento convencer de que viniéramos a pasar unos días con ellos. Me hice novia de este primo, cayendo por tonta en sus malas intenciones y al mes se casó con la novia a quien primero había hecho lo mismo, obligado por la familia de ella.   
-¿Algún abogado o persona de confianza revisó lo que firmó tu papá, así como los elementos de la deuda de tu abuelo? ¿Te entregaron algo escrito?
-Me llevaron con unas gentes mayores del rancho, con quienes estaba un representante del municipio y me dijeron que todo era legal, y que si quería reclamar que lo hiciera. No, no tengo ningún papel. Dejé las cosas en paz, que era la que necesitaba. Gracias a Dios no había salido con niño. No quiero saber nada de mis parientes de acá. Insistió en que podía haber algo que pudiera ayudar, pero la posición de ella era definitiva,  y cambiaron al tema interrumpido por la inesperada visita. Los compañeros de trabajo ya se habían retirado.  
Malena llevó la charla a terrenos más íntimos. Él revisó discretamente como andaba su cartera después de tanto gastadero del día; por prevención le aceptó la palabra de otras ocasiones al amigo mesero,  reforzándose económicamente, por si fuera necesario, con la condición de que el lunes pasara a cobrarle a la oficina.  
El encuentro con María Elena, primero de muchos otros, fue pleno y altamente satisfactorio para ambos, ajeno a la costumbre trivial de estos menesteres. La portentosa mujer lo demostró con palabras y sin ellas. ¡Qué diferencia con el ultraje físico y moral de su primo!  
La auxiliaba económicamente lo más generosamente que podía, aunque no mucho. Ella estaba fascinada con su trato y delicadeza. Siempre estaba atenta a sus visitas sabatinas y se alegraba sobremanera cuando en otros días ocurría y corrían a avisarle los meseros o sus amigas. Por necesidades de su trabajo tuvo que asistir a unas juntas en el Distrito Federal, que de ahí se turnaron a otro lugar, que convenía a su carrera, por poco más de un mes.  
El fin de semana inmediato a su regreso a Las Modelos, el amigo mesero le informó que hacía dos semanas Malena se había regresado a su tierra sin dejar domicilio. No quería que se le empezara a notar el embarazo. También le informó que en su ausencia no había tenido otras relaciones. Ninguna de las muchachas, ni del demás persona nada. El primo violador se apareció algunas veces por ahí buscándola. Por suerte una compañera dio señas vagas del departamento que alquilaba.  
Después de muchas pesquisas dio con los departamentos donde vivía. La encargada le informó de su regreso a la casa materna de Torreón, Coahuila, con sus hermanas, a donde le había enviado unas cosas que no pudo llevarse, pero que de ahí iban a irse las tres a los Estados Unidos, sin decirle a donde. Por gestiones a través de contactos de su empresa, logró identificar el domicilio de Torreón, pero con nuevos propietarios que no sabían el paradero de las guapas muchachas. Tampoco pudo avanzar con algunos vecinos del rumbo. Publicó anuncios clasificados en periódicos de ciudades fronterizas, con iguales resultados. En San Miguel se enteró que el primo malandrín había perdido la tierra al cometer un asesinato, y su familia no sabía ni quería saber nada.                                          
Ahora retirado y entrado en años, alimenta la esperanza de alcanzar a conocer a su posible hijo y volver a ver a María Elena. 

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