En Atotonilco
existieron varios personajes populares que sufrían alguna discapacidad, y que,
desafortunadamente no recibían atención ni asistencia alguna de parte de las
autoridades municipales; viviendo la mayoría de la caridad pública. Casi todos,
aparte de menesterosos, eran verdaderos filósofos del pueblo. Sobrellevaron de
manera digna y resignada, sus penurias y desaires de la sociedad con la que les
tocó vivir.
Los nombres que
recuerdo de estos personajes, ya fallecidos, a reserva de agregar otros, son:
Pancho Violines;
La Trucha; El Moreno; María Pollos; La Verónica; El Babalú; La Cinia; y don
Jesús Dueñas. Con los pocos datos que recuerdo, voy a describirlos.
Pancho Violines
era de complexión delgada y más bien bajo de estatura. Vestía ropa rústica de
manta blanca, limpia siempre. Portaba sombrero de palma y un morralito de
ixtle, donde guardaba algunos objetos personales y algo de lo que se le
obsequiaba para comer.
Aparecía
caminando por el centro, a eso del mediodía, pasando enfrente de la escuela
primaria para niños, donde yo estaba, por la calle Juárez y Aldama, a unos
pasos del puente rastrojero. Al gritarle los alumnos que salíamos del turno de
la mañana, el consabido “Pancho Violines te vas a morir, chorros de mocos te
van a salir” se enfurecía contestando a pedradas, cuyos proyectiles sacaba del
morral o recogía del piso, de empedrado que aún portaba, como todas las demás,
la calle Juárez, eje oriente poniente de la ciudad, hasta que la poniente se
convirtió en Colón.
La Trucha era un
hombrón alto, moreno renegrido por el sol y la falta de aseo y cambios de ropa.
Parece ser, aunque no hay certeza, que fue cargador en la estación del
ferrocarril y en otras labores. En algún momento tomó adicción a la marihuana y
vivía permanentemente bajo su influjo. Curiosamente murió ahogado al bañarse en
el compartimiento más hondo de los cinco que había en los baños públicos El
Edén, que se ubicaban en la esquina de 16 de Septiembre y Santa Rosa.
El Moreno,
aunque más bajo de estatura, era de complexión y hábitos similares a La Trucha.
Familiar oculto de una de las familias más opulentas de Atotonilco, que jamás
lo ampararon. Era menos callado que los anteriores; me tocó varias veces
platicar con él en la banqueta de la calle Mina, donde vivíamos y solía
pernoctar.
María Pollos,
hermana de El Moreno, solía entrar a la parroquia de San Miguel, en el centro,
gritando incoherencias durante las misas, cargando pollitos en los senos.
La Verónica, era
infaltable rezandero en los velorios y duelos en el panteón del Barrio de
Josefino. Interpretaba los rosarios muy a su manera y sin salirse de lo
reglamentario, era un verdadero show que distraía a la concurrencia de los
eventos. Tenía este personaje, lo que ahora se denomina preferencia sexual
diferente, que le provocaba mayor rechazo de la gente.
El Babalú, junto
con La Cinia, eran los dos más cuerdos del grupo. Este personaje de mote
musical, era cargador en la abarrotera de los señorees Víctor y Ezequiel
González Orozco, antes Eleuterio González e Hijos, que se ubicaba en las calle
Juárez, a media cuadra entre 5 de
Febrero y Madero. Su jefe directo era don Ezequiel, y de todos eran conocidas
las alegatas entre ambos e irreverencias del empleado con su jefe, que éste,
con todo y su fuerte carácter le consentía.
La Cinia, se
sabía, sin pronunciarlo, que era hijo de un importante y conocido hombre de
negocios atotonilquense, y de una señora medio sirvienta medio alegrona. Era
popular y de buena presencia, aunque un tanto difícil de carácter. Se dedicaba
a lavar coches para sostenerse, gozando como clientela a los dueños de los
mejores autos, e incluso se daba el lujo de negarles el servicio a propietarios
pobretones.
Don Jesús Dueñas
era un hombre de amplia cultura, que por alguna razón perdió sus capacidades.
Su esposa era de una de las familias más importantes de la ciudad, en cuyos
negocios don Jesús tuvo un cargo importante. En sus ratos lúcidos disertaba con
toda normalidad de diversos tópicos culturales.
Desde luego que
los ocho personajes darían para información más copiosa, la cual me empeñaré en
lograr, y agradecería mucho a quienes la tengan, y así ampliar estos raquíticos
apuntes.
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