martes, 17 de mayo de 2016

LA BURRADA

En la plenitud de la temporada de lluvias, ahí por fines de agosto, se realizaba antaño en Atotonilco una romería sabatina al lugar denominado Los Tepames que está al terminar la cuesta de Los Altos, un poco antes de Lagunillas y al lado derecho de Los Mesones donde se encuentran ahora varias casas de campo de atotonilquenses, y así mismo no lejos del antiguo camino real y de una parada que se llamaba la Casa Blanca. 
Este singular festejo se preparaba con la anticipación necesaria para su mejor lucimiento. Se iniciaba del centro de Atotonilco a las 10 de la mañana y regresaban al lugar de partida a las 6 ó 7 de la tarde. Durante unos 15 años, hasta que se dejó de hacer hará como 20, lo organizaba la  Srta. Arcelia Valle Núñez. Lo peculiar de este acontecimiento era que el traslado se hacía en burros en una cantidad muy numerosa, hasta con más de 200 jinetes en este tipo de transporte, agregándose algunos en caballos, muchos a pie y cada año más en vehículos automotrices por la escasez de asnos.  
 Los arrieros locales, encabezados por el mezcalero Pedro Zamudio, auxiliados a veces por otros de lugares de la periferia, rentaban todos sus animales para la fiesta. Venían participantes de casi todos los municipios alteños y también del plan: Arandas, Ayo el Chico, Tepatitlán, San Miguel, Lagos de Moreno, San Francisco de Asís, San José de Gracia, Tototlán, Ocotlán, así como de Guadalajara, Ciudad de México y hasta de los Estados Unidos.  
Mayor lucimiento y trascendencia tenía el evento sí, nada fuera de posibilidades, caía un fuerte aguacero, que algunos se bajaran de sus monturas contra su voluntad, y que la gran mayoría regresara con las ropas repintadas de lodo colorado alteño. La Srta. Valle controlaba con celo el comportamiento de los concurrentes, siendo esporádicos los casos de reprimenda. Sin embargo en años anteriores a su época, llegó a haber algunos desmanes que lamentar.  
Después del reposo opcional de la compartida y opípara comida, se organizaban en el espléndido y paradisíaco multicolor campo alteño en plenitud, grupos nutridos de juegos tradicionales, dedicándose buena parte de los sobrantes y eliminados a recolectar flores de Santa María,  Mirasoles y otras, y hasta Chirlos y Talayotes que entonces se daban en abundancia en dichos parajes y a la fecha están prácticamente extinguidos por el uso de herbicidas en los cultivos.  
Después del regreso y del baño absolutamente necesario, una parte del grupo continuaba el festejo de diferente manera en el Social Recreativo Atotonilco que fue propiedad de Don Benjamín Navarro Hernández y se ubicaba frente a la plaza en la esquina de Juárez y 5 de Febrero, donde ahora está el Portofino, propiedad de la Sra. Lupita Castillo. Se ponía la fiesta en grande. Aparte de contarse y refocilarse con los incidentes de la burrada, la amenizaban  conjuntos musicales, muchas veces el gustado mariachi del Regimiento de Caballería que tenía su sede en Atotonilco, o bien, la magnífica orquesta del maestro José Parra. Generalmente el ágape terminaba muy entrada la madrugada del domingo.  

Esta verbena se celebraba desde mucho antes. A la Srta. Valle la antecedió la familia Estrada, que eran muchos hermanos y hermanas: José, Cristina, Anita, Cuca, Narciso, Elías y Sofía. Seguramente a ellos los antecedieron otras personas en la organización de la peregrinación. Muchos años el festín de continuación se celebraba en la plaza de armas porque no existía aún el Social Recreativo.

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