Un amigo
pudiente me dio a probar un pedacito que con las puntas de los dedos pulgar e
índice le cortó al dulce que era la novedad en las tiendas de Atotonilco, allá
por fines de 1945 o principios de 1946.
El apetitoso
chocolate costaba como un peso. Yo recibía diez centavos de domingo, pero ya le
hacía más o menos semanalmente algunos mandados y le lavaba su coche al Dr.
José Guzmán Martínez. Por esos días al comprarle sus cigarros Lucky Strike y
otras cosas y dejar reluciente el automóvil del año, me pagó con el cambio que
fue de ¡80 o 90 centavos! Otras veces me daba como la mitad, que yo consideraba
muy buenos.
Ya tenía para
adquirir el antojo tan deseado. Pero tuve que librar, para decidirme a
disfrutar el goloso evento solo y sin acompañante, no como un Macario
cualquiera del cuento homónimo de B. Traven, una dura batalla de conciencia. Lo
que iba a gastar podía servir para mis muy arraigadas aficiones; como el cine,
renta de las revistas de monitos Chamaco, Pepin, Paquin y otras en el puesto de
don Juan Gómez en la plaza, y algunos de los libros infantiles de Buena Prensa,
San Ignacio u otra librería, que solicitaba de la ciudad de México por correo
reembolso.
Este producto
actualmente comercializado en todo el mundo, fue creado en E.U.A. por Franklin
C. Mars, apoyado por su hijo Forrest, a principios del pasado siglo XX y tiene
su matriz en el Estado de Virginia. Mars Inc. es también propietaria de las
marcas mundiales M&M’s y Snickers entre otras. Cuenta con más de 70,000
empleados e ingresos del orden de los
30,000 millones de dólares anuales. En México se ubica en Querétaro, Qro.
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