Me había dado entonces por hacer reseñas escritas y dibujos de algunas de las películas que veía y/o analizaba. Mi afición como he dicho en los relatos anteriores del tema, era a tal grado fuerte que sólo la falta de recursos económicos o el inflexible impedimento paterno o de otras instancias morales por la clasificación para adultos, me impedía brincarme las trancas para estar frente a la pantalla. En lo tocante a minoría de edad, tal vez por mi aspecto de formalidad, nunca tuve problemas. Después así mismo muy raramente tenía que mostrar la cartilla del servicio militar, ni a su tiempo la de votar, ahora del IFE. La opción de entrar al cine de contrabando sin pagar, ya no me atrevía a llevarla a cabo.
Con la complicidad de mi hermana, Irma mostró
interés en mis apuntes. Pensé que era sólo benevolencia sentimental. Al
cuestionarme sobre ponerle una dedicación más alta al asunto del cine, le
contesté que eran meras puntadas de aficionado. Las cosas quedaron en nada y
ella regresó en su momento a México.
Volvió en sus siguientes vacaciones. Yo había
salido de la primaria en junio de 1951, de quince años por haber entrado a
primero de nueve empezando enero de 1945, cuando llegamos del rancho El
Salvador. Por la premura económica familiar de inmediato empecé a trabajar
primero tres meses en un trabajo eventual en la casa Lorenzo V. Valle y Cía. y
sin pausa en septiembre en el negocio abarrotero mayorista La Colmena.
Elaboraba las reseñas en el poco tiempo que
podía disponer después de trabajar todos los días hasta algo de noche en la
tienda. Como mencioné en el escrito anterior, tenía ya revistas y otros medios
de información sobre cine que presuntamente me daban bases para desarrollar mis
opiniones.
La amiga familiar era secretaria en una
dependencia de Ferrocarriles Nacionales de
México, de donde su papá era jubilado y tenían algún contacto con gente
del cine. Había hecho investigaciones y gestionado en principio entrevistas con
miras a que yo ingresara en los equipos
de trabajo del ya reconocido director Alejandro Galindo. Me aseguraba que este
señor estaba entusiasmado con lo que le había platicado sobre mi dedicación al
cine.
Me sentía muy comprometido con la aportación
económica a la familia, así como con el trabajo en el que ya era el encargado.
Aunque no ganaba mucho mi ayuda era importante.
Mis ya siete hermanos, en total fuimos diez, no podían ayudar. Estaba iniciando la carrera de Contador
Privado por correspondencia en la Escuela Bancaria y Comercial de la ciudad de
México y además me encargaba de la administración de una vecindad propiedad de
mi abuela materna Emilia González Franco que estaba ubicada en la calle 16 de
Septiembre casi esquina con el entonces callejón de Santa Rosa, inmueble que al
tiempo le vendió al Sr. Cristóbal Lozano.La oposición de mis padres y familiares sin la menor duda iba a ser totalmente férrea para irme al “mundo de perdición” en que se conceptuaba al llamado séptimo arte. Aún ahora en pleno siglo XXI, esta circunstancia no dejaría de causar grandes controversias familiares, y más en una ciudad pequeña. Además estimaba que como arrimado con la familia de Irma con todo y su buena disposición, aparte de inconveniente al rato no iba a funcionar.
Pude haber considerado los ingresos de algún trabajo colateral en el Distrito Federal, así como vivir con algún pariente, pero definitivamente deseché esta oportunidad que pudo haber cambiado del todo mi vida para bien o para mal, como otras ofertas que por similares o diferentes razones también tuve que rechazar.
Alejandro Galindo (Héctor Alejandro Galindo Amezcua), 14/1/1906 Monterrey, N.L. 1/2/1999 México, D.F., fue uno de los directores importantes del cine mexicano. Denominado como cronista cinematográfico de la ciudad de México, rodó más de 80 películas de 1935 (Teotihuacán, tierra de emperadores) a 1985 (Lázaro Cárdenas). También participó en el Séptimo Arte como escritor, actor, escenógrafo y productor en algunas de sus y otras obras. Con la ayuda de su hermano Marco Aurelio había emigrado a E.U.A. en donde entre 1925 y 1930 intervino en California en varias disciplinas de la cinematografía. Entre sus cintas, por lo menos 20 se consideran de relevante importancia, entre otras Mientras México duerme (1938) Virgen de medianoche (1941) Campeón sin corona (1945) Esquina Bajan (1948) Hay lugar para…dos (1948) Una familia de tantas (1949) Doña Perfecta (1950) Espaldas mojadas (1953) Los Fernández de Peralvillo (1953) México nunca duerme (1958) Corona de lágrimas (1967) …y la mujer hizo al hombre (1974) y El color de nuestra piel (1982). Sus películas ganaron 12 premios Ariel y por su trayectoria personal el Ariel Especial de Oro y la Medalla Salvador Toscano.
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