viernes, 25 de julio de 2014

DÍGANLE SÓLO JESÚS

Por costumbre, en muchas familias como la nuestra, al primogénito le tocaba llamarse como el abuelo paterno, en mi caso Cipriano, y si hubiera sido mujer, Manuela por mi abuelo materno Manuel. Al corresponderme en el santoral el del único santo mexicano, decidieron mis padres no hacerle caso a la regla y bautizarme como Felipe de Jesús. También como regla tampoco escrita, pero que al caso sí se cumplió, mis padrinos fueron mis abuelos maternos.
Al registrarme en Atotonilco el Alto en vez de Tototlán, a cuyo municipio corresponde el rancho Garabatos donde nací el 5 de febrero de 1936, que divide las dos municipalidades mencionadas y la de Tepatitlán, mi abuelo declaró, por haberse pasado más de siete días, que había venido al mundo el día 14, dos antes del registro, y no en el rancho citado, sino en el lugar de registro. Curiosamente conocí Tototlán muchos años después.
Mi padrino y abuelo pidió, como quien dice ordenó, que me llamaran sólo Jesús, como su estimado cuñado y compadre hermano de mi abuelo Cipriano (ver relato Un artero cuádruple Asesinato) Así que fui Jesús, y lo sigo siendo para la mayoría de parientes y conocidos del medio rural. Cuando nos trasladamos a Atotonilco, procedentes de El Salvador, este rancho sí perteneciente al lugar, estaba por cumplir 9 años. Al inscribirme en la primaria, junto con José Luis, hermano menor, mi madre nos mandó solos a la escuela, diciéndome a bocajarro, mi nombre completo. Al dar sólo Jesús, ni en cuenta lo de Felipe, la directora María Felícitas Sánchez Ramírez, a un codazo rectificatorio de mi hermano, di mi nombre completo, pero por falta de espacio o comodidad, anotó sólo Felipe, en la Escuela Urbana Foránea para Niños No. 15 Benito Juárez.
Y fui sólo Felipe hasta que al inicio del cuarto grado, pedí hacer la corrección. ¿Por qué tanto tiempo? Al principio por una timidez que parecería inexplicable y luego por haberme acostumbrado y no considerar importante el equívoco. Los problemas de la discrepancia no se hicieron esperar. Por ejemplo al irme a buscar los amigos, mi mamá en la casa me negaba porque ahí no vivía ningún Felipe y, que una tía dijera que era una fantochada que me hubiera cambiado el nombre. Las dificultades trascendentes vinieron después.
Documentos como el Certificado Escolar de Primaria, Mi Diploma y diversos papeles de Contador Privado de la Escuela Bancaria y Comercial, Cartilla Militar, Credencial para Votar, facturas de mis ya bastantes libros de varias librerías y editoriales, etc., contenían mi nombre, lugar y fecha de nacimiento ciertos. Banamex en 1955, había ingresado el 8/6/1954,  nos pidió actas de nacimiento a todo el personal. Así, me enteré de las diferencias y decidí gestionar la modificación del acta de nacimiento, que era lo correcto y más práctico, principalmente porque era la verdad; además, a diferencia de no pocos individuos que conozco, me gustaba el lugar donde dejé el ombligo. El Juicio de Jurisdicción Voluntaria correspondiente, por amistad a cargo de un abogado consultor del banco, en que obviamente no llevaba interés económico, como tampoco el tortuguismo oficial característico en estos asuntos, incluyendo la repetición de edictos dizque desaparecidos en el expediente, y la concurrencia testimonial de tres personas mayores que dieran fe de la petición, después de tres años,  tuvo feliz término.
Cuando el banco me dotó de tarjetas de presentación, como premio a mi calidad y cantidad de trabajo, dándole varias veces la vuelta a todos los departamentales de la sucursal, sin siquiera nominalmente el de Volante, que brincaba hasta para darle vacaciones al contador, tuve que pedirle que incluyera en las mismas “de Jesús”, por la confusión que originaban.
Las diferencias en los documentos del registro civil, como  nombres, fechas, lugares, etc., son muchísimas y muy variadas, provocadas en su mayor parte por los encargados de los registros civiles, inaptos o no entrenados para desempeñar el cargo, conjuntándose la aportación de datos inexactos de los familiares, en lo que, peor aún, se les ocurre identificar a alguien, como si nada, con otro nombre y hasta con un apodo.
Imprecisiones de diferente índole en los libros, como faltas de ortografía y de criterio, abreviaturas extrañas, y otras, llenarían considerable de páginas. En la emisión de certificados oficiales, las inobservancias u omisiones de las notas marginales por rectificaciones, como me pasa seguido al solicitar un acta de nacimiento, son cosa ,prácticamente común en los registros civiles; incluso en los centralizados o digitalizados con los sistemas modernos.
En la petición citada del banco, al compañero José Silva Carranza, lo localizaron en los libros hasta que, tiempo después por ausencia, su papá le dijo que no se llamaba José sino Martín como él.
Anotaciones como M M. Ma Ma. o J J. por María y por José, así como Velasco o Velazco, Hueso o Huezo, causan serios problemas, e igual lo chusco por ejemplo de los Ufemios o Ulogios, sin la E inicial. Al caso viene que el personaje Coné del cómic chileno Condorito, que es su tío, el registrador, no nada más en México se cuecen estas habas, asentó así el nombre por la  misma incongruencia.

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