Era una muchacha esplendorosa. Una gacela de
cuerpo juncal, ojos verde jade que en momentos se tornaban negros, color de sus
largas y risadas pestañas, como de sus arqueadas y bien delineadas cejas;
frente amplia y recta su nariz; labios rojos y carnosos que delineaban una boca
sensual, resguardo del más fino marfil de sus dientes; mentón y pómulos bien
señalados. Era, sin más, una soberana criatura.
De sus muchos hermanos, todos bien dotados por
la naturaleza, las mujeres eran rubias como la mamá, y los hombres bastante
morenos, aunque no tanto como el papá, que denotaba las señales cotidianas del
sol por muchos más años. Esmeralda era pues, una mezcla resplandeciente de los
dos colores raciales.
La señora se dedicaba a los hechizos y la
brujería. Muchos daban santo y seña, de variadas formas, acerca de sus artes
sobresalientes en la materia. Incluso, falsamente, la atrofia en una mano de su
esposo, se la achacaban en castigo a una fuerte discordia que tuvieron antes de
casarse. La realidad era que se la había causado un balazo mal atendido en sus
tiempos de soldado de la revolución.
Como madre que se precie, deseaba y buscaba lo
mejor para su familia, y en particular para las hijas casarlas con buenos
partidos, pero por las circunstancias de su actividad, pocos galanes osaban
acercárseles, no obstante los preciados dones de éstas y por supuesto, los
sobresalientes de Esmeralda.
Se hizo novia del heredero y administrador del
rancho más importante de la región, del que se había hecho cargo unos años
después de la muerte de su padre, bajo la tutela de la viuda, quien se oponía
férreamente al noviazgo. Se comentaba mucho el resultado de la relación entre
los vecinos.
Aparte de la oposición de su madre y la
diferencia social, el novio no tenía mucha firmeza en el noviazgo. Temía, con
razón, no poder dar pleno cumplimiento a sus obligaciones afectivas como
consorte, por la dedicación tan apegada a las obligaciones del rancho y a
negocios personales que con especial apego había emprendido. Esmeralda era sin
duda para un hombre de mejores recursos maritales. Vino la ruptura y el grito
en el cielo de la güera mamá, que ya contaba con el conveniente emparentamiento
de las familias.
Esto lo conocí de cerca cuando de chico iba
seguido al rancho en cuestión, propiedad de mi abuela materna, y además de que
un primo hermano que vivía ahí, me enteraba de muchos detalles.
Unos 25
años después, casado, en asuntos sociales inherentes a mi actividad, en la casa
de un distribuidor de una conocida marca de refrescos, vi una pintura de
Esmeralda que me causó curiosidad, ya que la esposa del empresario era otra
persona. El pariente y compañero de trabajo que me invitó al lugar, me sacó al
momento de la duda.
-Es la primera esposa de mi amigo, anfitrión
del festejo, ella, por cierto era de un rancho cercano a tu natal Garabatos.
Fue muy apreciada por esta familia. Se te hace raro ¿verdad?
-Si,
desde luego.
-Resulta que murió en el viaje de bodas sin
consumarse aún el matrimonio.
Ante mi asombro, continúo contando.
-Al llegar al hotel destino del viaje de bodas,
se empezó a sentir de tal manera mal que no valió lucha alguna para salvarla.
Los médicos que la atendieron, ni siquiera lograron diagnosticar el padecimiento.
-¿Sabes que fue novia de un hermano de mi
mamá?
-Claro, e hija de una señora muy bonita que
decían que era bruja.
-Sí, todavía vive, y sigue en esa actividad
aunque ya está muy grande.
-Se dijo entonces, entre otras cosas, que había
maldecido a la hija porque no quería al yerno. Esto no era cierto, pues
recuerdo que estuvo muy contenta con su familia política desde la boda, en la
que estuve presente. Además me consta que desde el fallecimiento de la hija,
hasta contraer segundas nupcias el viudo, la señora y su esposo lo visitaban
con gusto.
-Fueron compadres de mis papás. Nos visitaron
más de una vez por allá de 1942 o 1943, en el rancho El Salvador donde vivíamos.
Esmeralda era la ahijada.
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