martes, 29 de julio de 2014

ESMERALDA

Era una muchacha esplendorosa. Una gacela de cuerpo juncal, ojos verde jade que en momentos se tornaban negros, color de sus largas y risadas pestañas, como de sus arqueadas y bien delineadas cejas; frente amplia y recta su nariz; labios rojos y carnosos que delineaban una boca sensual, resguardo del más fino marfil de sus dientes; mentón y pómulos bien señalados. Era, sin más, una soberana criatura.  
De sus muchos hermanos, todos bien dotados por la naturaleza, las mujeres eran rubias como la mamá, y los hombres bastante morenos, aunque no tanto como el papá, que denotaba las señales cotidianas del sol por muchos más años. Esmeralda era pues, una mezcla resplandeciente de los dos colores raciales.   
La señora se dedicaba a los hechizos y la brujería. Muchos daban santo y seña, de variadas formas, acerca de sus artes sobresalientes en la materia. Incluso, falsamente, la atrofia en una mano de su esposo, se la achacaban en castigo a una fuerte discordia que tuvieron antes de casarse. La realidad era que se la había causado un balazo mal atendido en sus tiempos de soldado de la revolución.   
Como madre que se precie, deseaba y buscaba lo mejor para su familia, y en particular para las hijas casarlas con buenos partidos, pero por las circunstancias de su actividad, pocos galanes osaban acercárseles, no obstante los preciados dones de éstas y por supuesto, los sobresalientes de Esmeralda.  
Se hizo novia del heredero y administrador del rancho más importante de la región, del que se había hecho cargo unos años después de la muerte de su padre, bajo la tutela de la viuda, quien se oponía férreamente al noviazgo. Se comentaba mucho el resultado de la relación entre los vecinos. 
Aparte de la oposición de su madre y la diferencia social, el novio no tenía mucha firmeza en el noviazgo. Temía, con razón, no poder dar pleno cumplimiento a sus obligaciones afectivas como consorte, por la dedicación tan apegada a las obligaciones del rancho y a negocios personales que con especial apego había emprendido. Esmeralda era sin duda para un hombre de mejores recursos maritales. Vino la ruptura y el grito en el cielo de la güera mamá, que ya contaba con el conveniente emparentamiento de las familias.  
Esto lo conocí de cerca cuando de chico iba seguido al rancho en cuestión, propiedad de mi abuela materna, y además de que un primo hermano que vivía ahí, me enteraba de muchos detalles.
Unos 25 años después, casado, en asuntos sociales inherentes a mi actividad, en la casa de un distribuidor de una conocida marca de refrescos, vi una pintura de Esmeralda que me causó curiosidad, ya que la esposa del empresario era otra persona. El pariente y compañero de trabajo que me invitó al lugar, me sacó al momento de la duda.  
-Es la primera esposa de mi amigo, anfitrión del festejo, ella, por cierto era de un rancho cercano a tu natal Garabatos. Fue muy apreciada por esta familia. Se te hace raro ¿verdad?
 -Si, desde luego. 
-Resulta que murió en el viaje de bodas sin consumarse aún el matrimonio.
Ante mi asombro, continúo contando.
-Al llegar al hotel destino del viaje de bodas, se empezó a sentir de tal manera mal que no valió lucha alguna para salvarla. Los médicos que la atendieron, ni siquiera lograron diagnosticar el padecimiento.  
-¿Sabes que fue novia de un hermano de mi mamá?   
-Claro, e hija de una señora muy bonita que decían que era bruja.
-Sí, todavía vive, y sigue en esa actividad aunque ya está muy grande. 
-Se dijo entonces, entre otras cosas, que había maldecido a la hija porque no quería al yerno. Esto no era cierto, pues recuerdo que estuvo muy contenta con su familia política desde la boda, en la que estuve presente. Además me consta que desde el fallecimiento de la hija, hasta contraer segundas nupcias el viudo, la señora y su esposo lo visitaban con gusto.   

-Fueron compadres de mis papás. Nos visitaron más de una vez por allá de 1942 o 1943, en el rancho El Salvador donde vivíamos. Esmeralda era la ahijada.   

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