martes, 29 de julio de 2014

RIQUEZA INTRANQUILA

Es un hombre bastante rico. También bastante enfermo y viejo. En edad, no obstante, le aventajan varias de las hermanas que tiene. En enfermedades, con mucho, él les gana a todas, mayores y menores.  
Con todo y que hace años heredó en vida a sus muchos hijos e hijas, su patrimonio sigue siendo muy grande. Terrenos de los mejores del rumbo, cuentas millonarias en bancos en moneda nacional y dólares; seguramente oro, el que ha sido muy de su estima; joyas y otros atesoramientos, forman parte de su amplio caudal.
Sexto de una familia de doce hermanos, segundo de sólo dos hombres. Quedó, a finales de los años treintas, al frente de los negocios rurales de la familia como hombre de la casa, después del fallecimiento de su padre y del asesinato de su hermano.  
Antes de morir, su señor padre repartió teóricamente las tierras a todos sus hijos, lógicamente sin usufructo o beneficio alguno. Esto se formalizaba legalmente haciendo las escrituras o hijuelas correspondientes. Debe haberse pactado o acordado tácitamente, que el reparto efectivo se haría hasta que faltara la  esposa viuda,  propietaria por derecho conyugal de la mitad de los bienes.  
Este procedimiento, seguido por muchas otras familias en aquellos tiempos, obedecía a la par, para protegerse de un gobierno repartidor de lo ajeno, y al posible despojo de las hijas por parte de sus esposos.   
También por costumbre general, o porque así lo haya deseado el padre fallecido o bien, porque la viuda se haya apoyado en causa común con el hijo, la totalidad de los bienes de todo tipo en el rancho, quedó al cuidado de éste, quien de inmediato se encargó de hacer y deshacer a su libre albedrío en los asuntos del rancho.  
A un yerno de sobrados méritos de trabajo y honradez a carta cabal, le fueron retiradas  las concesiones de trabajo, no de bienes, que recién le había concedido su suegro. Este hombre desde muy joven se había hecho cargo, en circunstancias casi heroicas, de su madre viuda y sus muchos  hermanos, por el robo de unas tierras de parte de un intermediario sinvergüenza.  
Las ventajas que daba el rancho por su tamaño, buenas condiciones y prosperidad manifiesta, nuestro personaje las aprovechó muy bien, agregando sus grandes habilidades innatas para los buenos negocios o tratadas como se dice en la región. En buena mesa todo se daba para que el hábil comensal se despachara a su gusto. Sin embargo, por otra parte, también había podido ser de otra forma, pues ha habido casos similares en que los hijos o encargados han menguado y hasta acabado con grandes fortunas.  
Se cuidó mucho de no agrandar vecinalmente las tierras del rancho. Desechó más de una buena oportunidad para hacerlo en los casi treinta años que lo usufructuó a sus anchas. Sus negocios favoritos, eran a corto o inmediato plazos, más productivos y convenientes a sus proyectos. La compra de tierras  y más a lo cortito, le provocaría problemas familiares. 
Más allá de simples habladas o quizá de alguna débil reclamación aplacada conveniente-mente, no tuvo nunca mayores problemas con sus hermanas y sus respectivos esposos. Las inconformidades mencionadas vinieron curiosamente de dos o tres de los cónyuges con mejor situación económica y de uno muy flojo con quien tenía  mayores lazos de parentesco. Los demás, principalmente el que por méritos el suegro había querido ayudar, jamás reclamaron nada.  
No llevó durante todos esos años de ambición y trabajo febril, un orden de vida adecuado para su salud. Malpasadas frecuentes de todo el día sin comer nada por andar en camino o haciendo labores que no quería interrumpir; desatenciones en épocas de calor y de frío ante las inclemencias del clima y poca o nula atención a gripas y similares, fueron factores importantes para   la quebrantada salud que ahora padece de manera crónica.  
Fue muy calculador y sagaz en cuestiones de negocios y tratadas. Lo que se dice un verdadero friega quedito. Era fama que con él todo mundo salía trasquilado. La cría y engorda, más esta última, de ganado bovino en pastizales propios del rancho, que año con año guardaba de aguas a secas en varios potreros, le facilitaban hacer un magnífico negocio. Les llevaba así ventaja a otros engordadores que pudieran competirle.  
Otros dos muy buenos negocios para su patrimonio personal, fueron el cultivo de mezcalillo o agave tequilero y la habilitación de tierras de siembra al tiempo o a la cosecha. Esta última operación, de antigua y arraigada tradición en el campo, se equipara con ventajas, al agio.
La gente, normalmente muy necesitada, le ofrecía sus bienes ya rebajados en precio. El presunto comprador, después de atacar con las historias de una serie de desgracias y problemas que decía le sucedían, preguntaba de manera sorpresiva y a boca de jarro el precio. El vendedor, atribulado e impresionado, proponía un precio aún más rebajado del que había pensado. De ahí, casi siempre, venía una contraoferta y regateo en que terminaba por pactarse; a menos que el necesitado, cosa muy poco frecuente, no lo fuera tanto que lograra desembaucarse y no hacer trato.  
Argumentos como los siguientes, eran parte de su estrategia:
-Tú sabrás, si no me vendes los becerros se te van  morir de hambre.    
-Los fríos vienen muy fuertes, ya lo ví en el Calendario de Rodríguez, a lo mejor hasta los mezcales se helan.
-El año pasado no fueron buenas las cosechas como esperaba y en este que va a ser muy pinto de lluvias, no creo que sean mejores.
Su carácter y trato siempre calmado y conciliador, no hacían desentonar en su plática la gran cantidad de malas palabras que folklórica y cotidianamente usaba. Siempre las lanzaba con habilidad admirable hacia terceras personas o cosas, que en vez de ofender le ayudaba.
Con esta tesitura personal también controló problemas familiares graves. Como cuando en el asesinato de su único hermano, éste de carácter festivo muy diferente al de él y muy popular entre medieros, vecinos y conocidos, no quiso seguir ninguna acción legal. Lo mismo pasó cuando varios años después aprehendieron al asesino por otros delitos.
Su manera de vestir fue siempre muy sencilla y hasta humilde. En una ocasión se encontraba en un patio de exhibición de una agencia automotriz de Guadalajara. Los vendedores no lo tomaban en cuenta. Después de comprometerlos con rebajas extra-ordinarias en los precios si compraba de contado, los dejó atónitos al pagarles un camión y un tractor con todos sus implementos, con parte del dinero que llevaba en una bolsa de ixtle. 
Sus  hijos en una ocasión, casi a fuerzas, lo treparon a un avión para que acompañara a su esposa a una excursión por Europa en los años en que los hippies andaban a pata rajada por todos partes. Regresó renegando por que lo habían llevado a ver, correteando, una bola de piedras viejas y gentes deschavetadas, de malas costumbres que seguramente no se bañaban ni se cambiaban de ropa, por el tufo que expedían.
Las enfermedades crónicas que padece lo acompañan desde hace muchos años. La longevidad buena salud de sus hermanas, y de otros familiares y conocidos, son ajenas a su diabetes, osteoartritis o mal de parkinson. A esto han contribuido seguramente también, otros problemas y sinsabores propios de los hombres ricos.
Han sido parte de su vida: amenazas de secuestro, chantajes económicos y "préstamos de Santa Anna", robos de ganado por abigeos que solapa el gobierno, así como descalabros morales y económicos que no han dejado de darle algunos de sus hijos. A lo anterior habría que agregarle una conciencia seguramente inquieta, compañera de su fortuna intranquila buena parte de su vida.
 Cambiaría ahora con gusto su riqueza por la salud, aunque con limitaciones económicas, de sus hermanas y otras personas que ve disfrutando de la vida, como él no quiso y ahora no puede hacer.     

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