domingo, 27 de julio de 2014

CAÍDA DE CABALLO

Con sólo seis meses de edad, mi papá, que me llevaba en brazos,  decidió amarrarme con los arzones o correas de silla a ésta arriba del caballo, para desmontarse él y arreglar un portillo en la cerca del potrero donde andábamos. 
El animal que no obstante era bastante manso se asustó con el movimiento de una serpiente de cascabel y al reparo aterricé sobre una piedra con la parte baja externa del pie izquierdo a la altura del tobillo.
El chipote que causó el golpe quedó sólo en eso y al empezarse a desinflamar con rapidez y no causar molestias adicionales, se consideró que no eran necesarias precauciones mayores. Mi mamá me aplicó fomentos de agua hervida con sal y si acaso pomada de árnica. En otras circunstancias seguramente lo más que había podido hacerse en el rancho era recurrir a un buen sobador con cualidades de curandero.
Mucho tiempo después noté que se me habían alterado un poco las venas de la pierna y que inconscientemente engarruñaba la extremidad en diversos actos y en el colchón en la noche. Achaqué el problema aunado a una cortada profunda cuatro años después en la planta de la misma extremidad  con un asiento de botella trasladando las vacas de ordeña a su campo de agostadero que en otro espacio relato. Ambos percances realmente nunca fueron mayor problema y ahora a muchos años de por medio con el uso de medias especiales y ejercicios se mantienen en buenas condiciones.  
Una enorme ventaja de aquellos supuestos desprotegidos tiempos en comparación con las innovaciones de salud de los actuales, era el medio ambiente libre de las horribles contaminaciones actuales de la naturaleza en todos aspectos. Solo en este nicho paradisiaco se puede explicar la ausencia de complicaciones infecciosas y otras en los casos citados y otros que me tocó vivir.   

No hay comentarios.:

Publicar un comentario