En esta ocasión, a diferencia de las anteriores,
los adulados muchachos, por la verborrea de la lenona mujer, aceptaron hacer la
incursión esa noche a una casa, cuyas señas ya conocían pero ella les precisó por
si había dudas. Como a las diez y media de la noche, cuando el pueblo estaba
casi ausente de transeúntes, llegaron los dos un tanto novatos hombres de
mundo.
Había dos casas juntas muy parecidas, que
respondían a las señas indicadas. ¿Cuál será? que ésta, no, que la otra. El más
aventado de los muchachos tocó en una. Ni quién diera señas de vida. Continúo
tocando, claro con sigilo y precaución, hasta que una voz de hombre incomodado
contestó que qué demonios buscaban y se quedó en calma. El demandante llamó de
nuevo.
Pasados unos instantes el ocupante abrió, a
medio vestir. Era un hombre que vivía en otro lado del pueblo. Traía un enorme
cuchillo en la mano y luego de una selección de lacónicas y altisonantes
palabras, a la respuesta de: buscamos lo mismo que usted, le lanzó al joven unos
lances con el arma de cargador del mercado donde laboraba, que éste con la
reacción y agilidad que da el miedo y la plena juventud, esquivó como consumado
duelista. El viejo hizo una pequeña pausa y reflexionando, contestó: es al otro
lado, babosos pendejos hijos de la chingada.
Les abrieron al lado de inmediato. Que sí se
habían dado cuenta de su llegada, pero por precaución tenían prohibido abrir así nomás.
-Bueno ¿Y las muchachas?-Pues nosotras somos. ¿Apoco no les gustamos? Yo nomás tengo veintiocho y mi amiga treinta.
-Hecho su buen descuento ¿Verdad? Pero viéndolas bien y después de las trifulcas, todavía aguantan.
Así los dos amigos y compañeros, pasaron una larga velada con las dos maduritas damas.
Al día siguiente se presentó la alcahueta mujer en el banco, disculpándose con sus apenas conseguidos nuevos clientes. Les aseguró que sí tenía las primicias que les había ofrecido, pero que, enterado del hallazgo tuvo que cedérselas, a uno de sus principales y antiguo cliente, no sin aclararle que la iba a hacer quedar mal con el compromiso adquirido.
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