lunes, 28 de julio de 2014

UN ASUNTO COMPLICADO

Era una señora de todo el pueblo conocida; medio sirvienta, medio celestina. Llegó un día al banco allá por los sesentas del pasado siglo veinte, a ofrecerles una vez más, y en esta ocasión  con suma presunción, un par de mujeres a dos empleados que en el banco estaban uno al lado del otro. Supuestamente con las dos jóvenes pupilas que había conseguido, iban a quedar encantados, lo mismo que ellas con tales galanes. 
En esta ocasión, a diferencia de las anteriores, los adulados muchachos, por la verborrea de la lenona mujer, aceptaron hacer la incursión esa noche a una casa, cuyas señas ya conocían pero ella les precisó por si había dudas. Como a las diez y media de la noche, cuando el pueblo estaba casi ausente de transeúntes, llegaron los dos un tanto novatos hombres de mundo.  
Había dos casas juntas muy parecidas, que respondían a las señas indicadas. ¿Cuál será? que ésta, no, que la otra. El más aventado de los muchachos tocó en una. Ni quién diera señas de vida. Continúo tocando, claro con sigilo y precaución, hasta que una voz de hombre incomodado contestó que qué demonios buscaban y se quedó en calma. El demandante llamó de nuevo. 
Pasados unos instantes el ocupante abrió, a medio vestir. Era un hombre que vivía en otro lado del pueblo. Traía un enorme cuchillo en la mano y luego de una selección de lacónicas y altisonantes palabras, a la respuesta de: buscamos lo mismo que usted, le lanzó al joven unos lances con el arma de cargador del mercado donde laboraba, que éste con la reacción y agilidad que da el miedo y la plena juventud, esquivó como consumado duelista. El viejo hizo una pequeña pausa y reflexionando, contestó: es al otro lado, babosos pendejos hijos de la chingada. 
Les abrieron al lado de inmediato. Que sí se habían dado cuenta de su llegada, pero por precaución  tenían prohibido abrir así nomás.  
-Bueno ¿Y las muchachas?
-Pues nosotras somos. ¿Apoco no les gustamos? Yo nomás tengo veintiocho y mi amiga treinta.
-Hecho su buen descuento ¿Verdad? Pero viéndolas bien y después de las trifulcas, todavía aguantan.  
Así los dos amigos y compañeros, pasaron una larga velada con las dos maduritas damas.  
Al día siguiente se presentó la alcahueta mujer en el banco, disculpándose con sus apenas conseguidos nuevos clientes. Les aseguró que sí tenía las primicias que les había ofrecido,  pero que, enterado del hallazgo tuvo que cedérselas, a uno de sus principales y antiguo cliente, no sin aclararle que la iba a hacer quedar mal con el compromiso adquirido.

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