lunes, 16 de marzo de 2015

COSAS DE LA CRISIS

Una de estas tardes circulando por la calle de Juan Manuel, de poniente a oriente, donde ésta toma su nombre y con San Felipe en su  intersección dan lugar al nacimiento de la Avenida México hacia el poniente a partir de Chapultepec Norte, de esta nuestra Perla Tapatía,  intempestivamente en el alto de Ramos Millán me abordó una dama por mi lado del volante. Iba distraído como casi es normal que conduzca y no es raro que amigos o conocidos  usen el claxon o me llamen en voz alta si van caminando. 
Me sacó esta dama de una manera sutil y familiar de donde andaba yo con mis divagaciones cotidianas. Normalmente son éstas el repaso de las broncas en que me he metido por la crisis económica. Al caso va que en menos que se los cuento ya tenía yo a la dama sentada a mi derecha en el coche, del que casi siempre traigo sin seguro sus puertas.
Si la conocía o ella a mí como aseguraba, para nada lo recordé. Tal vez sí haya sido gerente de relaciones del restaurant que mencionó, al que como a otros muchos fui, en otros tiempos,  asiduo asistente con amigos, proveedores, o clientes.
El caso es que estaba angustiada, sola, con problemas económicos, según sus explicaciones y... ¡de buen ver! … De mediana edad, unos treinta a treinta y cinco años, morena clara, grandes ojos negros como sus arqueadas cejas casi juntas y sus enormes pestañas ,,, ¡un hermoso ejemplar tapatío, pues! … Yo, decía ella, tan caballero y guapo como siempre.
Para esto, había ya recapacitado en la situación. Los asaltos, el sida, mi retiro desde años atrás de este tipo de negocios transitorios. Además andaba escaso de dinero: ¡He aquí una ventaja insospechada de la crisis! ¿Sería una trampa o no? Antaño estaría probablemente yendo a manejar el asunto en otro lugar y en otra realidad o ... ¡en problemas!
A lo mejor leyó mis pensamientos en uno y otro sentido. O vio como toda mujer que sabe lo suyo, que yo no era cabra que daría leche. No sé. Se mostró más obsequiosa y luego, habiendo recorrido unas cuadras más, tan fácil como se subió me pidió que la bajara. Me dio un beso y las gracias por un billete de mediana denominación que le obsequié y ella aceptó de buen grado.

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