Me sacó esta dama de una manera sutil y familiar de
donde andaba yo con mis divagaciones cotidianas. Normalmente son éstas el
repaso de las broncas en que me he metido por la crisis económica. Al caso va
que en menos que se los cuento ya tenía yo a la dama sentada a mi derecha en el
coche, del que casi siempre traigo sin seguro sus puertas.
Si la conocía o ella a mí como aseguraba, para nada
lo recordé. Tal vez sí haya sido gerente de relaciones del restaurant que
mencionó, al que como a otros muchos fui, en otros tiempos, asiduo asistente con amigos, proveedores, o
clientes. El caso es que estaba angustiada, sola, con problemas económicos, según sus explicaciones y... ¡de buen ver! … De mediana edad, unos treinta a treinta y cinco años, morena clara, grandes ojos negros como sus arqueadas cejas casi juntas y sus enormes pestañas ,,, ¡un hermoso ejemplar tapatío, pues! … Yo, decía ella, tan caballero y guapo como siempre.
Para esto, había ya recapacitado en la situación. Los asaltos, el sida, mi retiro desde años atrás de este tipo de negocios transitorios. Además andaba escaso de dinero: ¡He aquí una ventaja insospechada de la crisis! ¿Sería una trampa o no? Antaño estaría probablemente yendo a manejar el asunto en otro lugar y en otra realidad o ... ¡en problemas!
A lo mejor leyó mis pensamientos en uno y otro sentido. O vio como toda mujer que sabe lo suyo, que yo no era cabra que daría leche. No sé. Se mostró más obsequiosa y luego, habiendo recorrido unas cuadras más, tan fácil como se subió me pidió que la bajara. Me dio un beso y las gracias por un billete de mediana denominación que le obsequié y ella aceptó de buen grado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario