lunes, 16 de marzo de 2015

LA BANCA EN MÉXICO

Uno de los principales problemas que ha venido aquejando terriblemente al país, desde hace muchos años, es el económico. Durante los últimos cinco sexenios priístas pasados las cosas fueron de mal en peor. Esta treintena la inició el presidente Luis Echeverría Álvarez, 1970-76. A sólo 19 días de empezar el quinto período, 1994-2000, de Ernesto Zedillo Ponce de León  y recién terminado, el más nefasto de todos, de Carlos Salinas de Gortari, 1988-94, el caótico error del 19 de diciembre de 1994 trajo el máximum de estas crisis recurrentes, cuyas consecuencias van aún para largo de sanar. 
El gobierno de Vicente Fox necesariamente tendrá que hacer, ante miles de adversidades de toda índole, una titánica, inteligente y honrada labor que alivie las heridas de un  arisco y maltratado pueblo mexicano, víctima de la malsana hegemonía de un septuagenario sistema de  gobierno.
La banca mexicana fue hasta principios de los ochentas, un respetuoso y respetable acreditado intermediario financiero en el desarrollo económico de México. El 1 de septiembre de 1982 se produjo la malhadada, esquizofrénica e inconstitucional estatización del presidente José López Portillo, 1976-82. La banca, no obstante, ya había venido sufriendo presiones crecientes de los gobiernos anteriores.    
Miguel de la Madrid Hurtado, 1982-88, habiendo tenido más de una oportunidad, no quiso o no pudo hacer nada por éste, ni por otros graves problemas del país. Carlos Salinas de Gortari, en una inadecuada, maquiavélica y criminal en no pocos casos reprivatización de la banca, y de otras mega empresas paraestatales, permitió el acceso de prestanombres, improvisados y voraces nuevos banqueros, advenidos varios de casas de bolsa, macro negocios ajenos al medio u otros oportunistas de amplias y cuando menos, extrañas riquezas.
Oficialmente los precios pagados por los bancos fueron muy altos. Hubo protestas sobre la legalidad de la ingeniería financiera poco ortodoxa utilizada en las licitaciones. Conocidos y auténticos exbanqueros declinaron participar o fueron bloqueados en sus pretenciones para recomprar sus u otros bancos. Sólo uno, después de varios intentos, adquirió un banco, ajeno y bastante maltratado que a fin de cuentas, más pronto que tarde como otros, cambió a manos extranjeras.
Creyeron los neobanqueros en las supuestas y grandísimas espectativas económicas primermundistas de crecimiento del país,  tan cacareadas por el salinismo oficial y privado, incluyendo contlapaches del medio internacional. Abrieron así el crédito irreflexivo y peligroso a manos llenas. Gran parte fueron operaciones mega millonarias amiguistas o abiertamente fraudulentas, concedidas con premeditada insanía. Se contravinieron de manera descarada y salaz las normas y criterios sanos para la concesión de préstamos. La respetabilidad tradicional del banquero mexicano cayó a su más ínfima categoría.
Recipientarios de estos exabruptos financieros fueron a veces los mismos nuevos banqueros, jerarcas políticos y sus partidos, o empresarios sin moral. Todos al fin, influyentes y amigos del sistema salinista dominante. 
Como respuesta a este irresponsable y desastroso manejo tenía que venir el caos económico y social de muy difícil solución. El gobierno tuvo que crear el llamado rescate de la banca mediante, primero, del FOBAPROA, Fondo Bancario para la Protección del Ahorro, ahora IPAB, Instituto para la Protección del Ahorro Bancario.
El monto que guarda en su seno el IPAB es de más de 800,000 millones de pesos, compuestos de la cartera vencida de todos los deudores de la banca que no pudieron o no han querido pagar. En este monto están descontadas algunas recuperaciones que se han logrado. Se aspira a recuperar en forma adicional, según los representantes de este instituto, menos de un tercio de este mundo de dinero. La enorme y fatídica diferencia la pagaremos tarde o temprano, vía impuestos, todos los mexicanos.
Este enorme desbarajuste económico y moral nacional hizo quebrar a millones de empresarios micro, pequeños y medianos, que en número representan más del 90 porciento de la planta productiva del país. Las grandes y macro empresas representan el porcentaje restante, pero en pesos y centavos más del 80%.
La panza del IPAB está pues en gran parte llena con los adeudos de estas últimas y de las operaciones sucias mencionadas. Resultando, ¡suerte les ha dado Dios! que los responsables de semejantes desaguisados son los grandes beneficiados con cargo a la deuda pública, o sea, al  pueblo mexicano.    
La diferencia entre bancos y banqueros anteriores y de épocas aún  más remotas a la estatización de 1982 y los de ahora, es sencillamente abismal. Antes el personal bancario hacía de su trabajo una verdadera, honorable y apasionada profesión, rica en conocimientos y vocación bancaria, no una pasarela oropelesca y oportunista que poco tiene de espíritu de servicio hacia el público  demandante de sus servicios. 
Todo empleado bancario empezaba a prepararse desde el día que ingresaba en el puesto más bajo con la mira, en un constante bien hacer, a ocupar de manera sucesiva puestos superiores hasta llegar, generalmente, a Gerente de Sucursal. Gran etapa, digamos carrera,  que compendiaba un universo de conocimientos y relaciones con la clientela y la comunidad.      
La estructura bancaria de entonces no contaba, ni remotamente, con los grandes adelantos electrónicos de ahora. Su personal a cambio brindaba y promovía con gran entusiasmo los mejores servicios a la clientela. El gerente, experto responsable y jefe nato de la sucursal, tenía amplios conocimientos y en consecuencia facultades económicas y morales absolutas para atender y sugerir el menú financiero que  llegara a requerir su clientela y jurisdicción.
Las operaciones que llegaran a presentarse en exceso de sus facultades, mediante su propio análisis de viabilidad, las turnaba en tiempo y espacio a su superioridad correspondiente, ya fuera una Gerencia o Dirección Regional. Entraban en esto casos de excepción, por ejemplo, clientes propios o de otras sucursales con operaciones regionales, nacionales o en el extranjero. Este funcionario aparte de un real y verdadero experto en conocimientos bancarios, tenía que ser probo a cabalidad  para que sus actos bancarios y personales contaran con la credibilidad de la sociedad.
Ahora las cosas son muy distintas. Los gerentes, si resisten este calificativo, son individuos de baja capacitación y menores facultades o atribuciones para operar, no se diga promover, los negocios y servicios propios e inherentes a la banca mexicana, que al degradarse tanto perdió su primordial y básica función: la de prestar dinero ética y responsablemente, cayendo como consecuencia en una especie de limbo compartido con el desdén del público usuario. (Nota, tomar en cuenta la fecha de emisión de la línea siguiente) 
14112003.

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