lunes, 16 de marzo de 2015

BANAMEX ATOTONILCO

El lunes 8 de junio de 1954 ingresé al Banco Nacional de México a instancias e invitación del señor Urbano Díaz Aguirre segundo gerente de la institución en Atotonilco, después de que estuve tres años en la tienda “La Colmena” propiedad del Sr. Cecilio Hernández Quiroz. Banamex fue el primer banco que hubo en Atotonilco, había iniciado sus labores al público el lunes 6 de febrero de 1950, siendo la fiesta de inauguración el domingo 5. Su primer domicilio fue en la esquina de 16 de Septiembre y Prisciliano Sánchez.
Como antecedente Banamex había tenido una corresponsalía con avances como apertura de Cuentas de Cheques, a cargo del conocido hombre de negocios originario de Sahuayo, Mich., don Alejandro Orozco Ramírez, fundador de la Aceitera de Atotonilco muy cerca de la estación del ferrocarril, en donde fueron al final socios don Cristóbal Lozano Hernández y don Enrique Fonseca Navarro, quienes a la postre se quedaron con esta industria. Don Alejandro construyó y vivió hasta su muerte en su distintiva casa de la calle 16 de Septiembre casi esquina con Calderón, que luego y hasta la fecha es propiedad de la familia del Sr. Guillermo Fonseca Navarro. 
La planta de personal inicial de Banamex había sido encabezada por el Sr. Raúl Morales González, Gerente; Juan Cervantes López, Contador Interino mientras llegaba el titular Miguel Martínez Gutiérrez quién recién casado vivió en la planta alta del citado local; Cajero, Andrés Lecuanda Arreola originario de Ahualulco de Mercado al igual que el Sr. Morales, los cuatro procedían de Guadalajara; como empleados, Ignacio García García encargado de los departamentos de Cheques y Cobranzas; Enrique Moncada Hernández de Cartera y Diversas, ambos entrenados previamente en Guadalajara y Ocotlán; Rodolfo Muñiz Hernández como Cobrador y la Srta. Nelly Morales González, hermana de Raúl, como Secretaria.
Hasta mi ingreso los cambios de personal habían sido: don Urbano Díaz Aguirre, toluqueño venido del Banco de Oriente en Atlixco, Pue., uno de los muchos bancos afiliados de Banamex, como gerente en lugar de Raúl Morales quien fue promovido como Jefe de Relaciones, equivalente entonces a Subgerente, a la importante sucursal de Torreón, Coah.; Ignacio García García, primer funcionario local, Cajero en lugar de Andrés Lecuanda que fue promovido al Depto. de Auditoría de operación nacional; José Guadalupe Pérez Serrano, José Silva Carranza e Hilario Arias ingresaron como cobradores sucesivamente.
Al irse Miguel Martínez, Ignacio García sube a Contador y Enrique Moncada a Cajero, como segundo y tercer funcionarios atotonilquenses y cuando Nacho en junio del 54, a mi llegada, se va a Tampico sucursal de primera importancia a nivel nacional como Subcontador subiendo casi de inmediato a Contador, Enrique ocupa su lugar y Lupe Pérez el de éste como Cajero; yo llegué como Cobrador en lugar de Hilario Arias y éste toma Cartera y Diversas y José Silva pasa a Volante; como Secretaria, a la Srta. Morales ya la había sustituido María Dolores Salcedo y luego a ésta Arcelia Córdova Ibarra, llegando después Yolanda Orozco Jiménez. También estaba ya como Office Boy Antonio Macías quien después continúo como policía en la sucursal Guadalajara. Dos de sus hijos son abogados. Después de que yo ingresé llegaron José González Arámbula “El Profe”, Francisco Hernández Muñoz, José González Duarte, Jaime Orozco Orozco y Carlos Parra Cuéllar.
De 16 de Septiembre y Prisciliano Sánchez, el primer cambio de Banamex fue a Colón, a media cuadra entre Nicolás Bravo e Hidalgo, donde después estuvo la farmacia del Sr. Ezequiel Parra Frías y la mueblería de Antonio Chávez. El segundo cambio, donde ya no estuve, fue por la misma acera a la esquina con Hidalgo, contra esquina de la Presidencia Municipal, propiedad del Sr. Samuel Hernández Martín del Campo. La mudanza definitiva y actual sede propia, es la bella y valiosa finca colonial adquirida a la familia del Lic. José María García Plascencia, en 5 de Febrero esquina con López Cotilla o Jardín Hidalgo. 
Como cobrador en lo posible tuve la suerte de fortalecer la buena relación e imagen características del banco con los clientes y otras personas relacionadas porque casi todos me conocían y tenían buena voluntad. Sin mediar para nada retribución, algunos clientes como don Salvador Fonseca Magaña y don Víctor González Orozco, que también hacían operaciones de dinero, me confiaban eventualmente gestiones de cobro aprovechando que yo iba a visitar a las mismas personas; otros, principalmente cuentahabientes de cheques les revisaba sus estados de cuenta mensuales. El transporte en bicicleta era muy rápido porque entonces había muy pocos vehículos automotrices y a mis 18 años las calles todavía todas empedradas y algunas en terracería, eran muy buenas pistas para mi trabajo.
Para que todos, o la gran mayoría, pudieran pagar sus documentos les ayudaba en lo posible y permitido manejando los tiempos de espera. En algunas ocasiones hasta llegué a pedirle a mi papá pequeñas cantidades para que el cliente completara, como el Dr. Octavio Barragán a la vuelta de la casa por la calle Colón, donde estaba de asistente y encargada de su farmacia Chela Navarro Curiel amiga de la familia.
Un año después de mi ingreso se promovió al Sr. Díaz Aguirre a la gerencia de la Sucursal Pacífico de La Paz B.C., una de las diez o doce que tenía al fusionarse el Banco del Pacífico. Yo en ese lapso había participado en los diversos departamentos de servicio de la sucursal por iniciativa propia, ayudando a los demás compañeros en sus puestos. Don Urbano, que conocía de sobra mi trabajo, me ofreció el puesto de Subcontador en La Paz cuando volvió a Atotonilco por su familia en septiembre de 1955, pero la formalización del cambio no fue apoyada por el nuevo gerente titular, quitándome así una oportunidad tempranera extraordinaria.
Antes de llegar el gerente designado Sr. Antonio Billión Vidal, estuvo en el puesto interinamente el Sr. Carlos Mendoza Casasa por unos tres meses, hombre de edad que sólo quería cubrir el expediente de la manera más cómoda posible. El Sr. Billión llegó de igual cargo en Ciudad Juárez, Chih., su nuevo cargo era menor pero en una sucursal muy noble y tranquila que le permitiría recuperarse de los sinsabores y trastornos de carácter que le había provocado allá un sonado y cuantioso asalto al banco. El incidente dio pie al dicho “se llevaron un millón pero dejaron un billón”.
El Sr. Mendoza pudo muy bien autorizar mi cambio pero se lo dejó a quien en unos días lo sustituiría. El pretexto de éste sin tomar en cuenta la eficaz y rápida capacitación que había logrado, fue que tenía muy poco en el banco y que le hacía falta ahí. No era el primer caso en que la falta de voluntad y conveniencia de jefes inmediatos adujeran el sistema de escalafón para detener méritos de sus subordinados. También adujo que nominalmente no había ocupado el puesto de Volante que detectaba y detectó varios años más José Silva Carranza desde mi ingreso. Así en los cinco años siguientes le di varias vueltas a los departamentos de la sucursal, incluso vacaciones al contador Jesús Solís Cervantes que había tomado el cargo de Enrique Moncada Hernández al irse este al afiliado Banco de Oriente en Puebla. Tenía ya firma autorizada sin titularmente ser funcionario. Obviamente el haberme convertido hasta cierto punto indispensable también me perjudicó.
Al terminar las labores diarias del puesto como cobrador con la entrega de valores por lo cobrado al cajero y la devolución de documentos sobrantes a los departamentos de cartera y diversas, procedía a elaborar los duplicados de Cuentas de Cheques que era parte oficial de mi trabajo, o bien si ya era posible, recontar el efectivo del arqueo de caja, que se me había adicionado desde mi ingreso. Cuando se iba la luz, que era muy seguido, a fin de que no salieran parchados y feos con el auxilio de la tradicional sumadora manual Burroughs y sello fechador, pedí permiso para elaborarlos en la noche con la máquina especial regresando de mi casa al banco cuando se reanudara la electricidad. Los policías en ronda celebraban mis correrías nocturnas y me cuidaban. 
Siempre hacía que me sobrara tiempo para ayudar a los demás departamentos, como el intenso registro diario individual de cobranzas de clientes y terceros, así como los de cartera de la sucursal que no se alcanzaran a mecanografiar paralelamente con la operación; compartía la comprobación semanal de estos registros. Mis informes no dejaban de auxiliar a la gerencia en la complementación de expedientes de la clientela. 
Me metí de lleno a los manuales de operación del banco pidiendo incluso permiso para llevármelos a mi casa. Así me enteré que había algunas cosas que no se hacían conforme a lo reglamentado, como por ejemplo para el pago de un Giro Bancario antes de recibir el abono y aviso de la sucursal o banco expedidor, en vez de ficha de asiento compuesto se elaboraba una simple que duplicaba luego el trabajo. Al comentarle el caso al Contador, quizá con cierto sesgo vanidoso de mi parte, le disgustó tanto mi intromisión que a boca jarro me espetó con todo rigor que las cosas se harían como se estaban haciendo y que si no me gustaba, tronándome los dedos, ahí estaba la calle. 
En el interinato del Sr. Mendoza hubo una visita de supervisión de gerencia a cargo del Sr. Joaquín Ruiz Fernández, muy exigente, autoritario y temido Primer Subgerente poblano de la sucursal Guadalajara que hacía las veces de las futuras Gerencia y Dirección regionales, con quién después me tocó intercambiar experiencias bastante desafortunadas en dicha sucursal y luego todo lo contrario. Resulta que al requerir a don Carlos información de los negocios de la sucursal, quien como mencioné no se había empleado a fondo en el cargo, entre otras preguntas no satisfechas oí desde donde estaba trabajando no contestar quien era el cliente Pedro Ocegueda Hernández, grité con cierto sesgo de involuntaria insolencia que era el Presidente Municipal. Luego en vista de la escasez de otras respuestas ordenó el visitador una lista completa de los clientes de cartera y cuentahabientes importantes para la mañana siguiente. Volví a meter mi cuchara para que se hiciera de inmediato porque yo los conocía prácticamente a todos con domicilios y teléfonos. Siempre dije, mientras existió en el banco, que el puesto de cobrador podía ser muy útil en otros aspectos.
El ambiente cosmopolita del que siempre ha hecho gala Atotonilco en comparación con otras poblaciones de la región, ha sido fiel espejo para medir a cada persona por sus actos. Las reuniones sociales, señaladamente las masculinas, son en gran medida intensas. Hay además de las fiestas onomásticas familiares convivios grupales prácticamente todos los días de la semana a las que con frecuencia se adhieren contertulios nuevos locales y foráneos.
El gerente del banco en aquellos años sino el personaje principal era el segundo o tercero del lugar con el Sr. Cura o el Presidente Municipal. En Atotonilco el protagonismo del Sr. Billión fue un tanto empañado por algunas descomposturas personales en dicho tipo de grupos, menoscabándole méritos ante los superiores, principalmente de Guadalajara. Con todo y esto la operación interna de la sucursal no se vio afectada por la buena atención del personal y la nobleza de la clientela.
La remoción del Sr. Billión, se llevó a cabo como Subgerente de una de las sucursales importantes de la Ciudad de México, en donde me pidió que lo visitara ofreciéndome el cargo de Subcontador que yo quedé de consultar con su sucesor. Aparte de no considerar mayor atractivo al ofrecimiento, el nuevo gerente me pidió que esperara un poco. Por otra parte, a menos que fuera una oportunidad verdaderamente importante, en provincia a donde menos queríamos irnos era a la Capital.
El sucesor Sr. Salvador Dávalos Gutiérrez, a quien en Atotonilco se le agregó el mote de don Susanito Peñafiel y Somellera en analogía con un personaje popular del actor Joaquín Pardavé su paisano guanajuatense, me hizo esperar toda su gestión. Al llegar en su lugar el Sr. Rafael Esqueda Garibay también guanajuatense, de inmediato tomó en serio mi caso. Estuve a punto de irme a Auditoría pero en mi lugar, más novato, se fue José González Duarte, después mi compadre, a quien había llevado de la mano para su aprendizaje en el banco.
Por este tiempo llegó una vez con unos amigos Fernando Veytia Jr., hijo de un miembro del consejo directivo del banco, don Fernando Veytia de la Vega, disponiendo en la sucursal del telex para un asunto personal que con toda libertad se le facilitó. Después personalmente habló don Fernando indicando que no se le facilitara en otra ocasión. Menciono el intrascendente incidente sólo porque en el futuro cruzaríamos nuestro camino en la institución.
El Sr. Dávalos que se había ido a la gerencia de la sucursal Santa Mónica en Guadalajara, en dos ocasiones solicitó mi apoyo en las semanas santas de 1960 y 1961 incluyendo los días feriados. La primera para aclarar unas diferencias en los registros del departamento de cobranzas con motivo de la salida del cajero principal Sr. Vicente González Golláz del que el banco prescindía por haber apoyado en un mitin del Pan a su hermano Ignacio e iba a tomar la caja el Sr. Trinidad García. La segunda para que al Sr. García se le comprobara una disposición fraudulenta pero que en sus arqueos de caja daba números supuestamente correctos. Pesamos unas bolsas recontadas de la gran cantidad de moneda fraccionaría que manejaba la sucursal, saliendo el faltante de veintidós mil y pico de pesos en diferencias hasta de $200.00 en las bolsas de 1,000 piezas. El objetivo en ambas participaciones se logró plenamente, y de los días feriados de ambas semanas santas hasta nos sobró tiempo. 
En la segunda estancia en Santa Mónica, me fue a buscar don Julio González Estrada para ofrecerme el trabajo administrativo en su fábrica de tequila Tres Magueyes en Atotonilco; de esta manera ingresó a su empresa para muchos años, Francisco Hernández Muñoz a quien le sugerí para el trabajo, puesto que no estaba ya en buenas migas con el banco.
Ya había rechazado antes el ofrecimiento de recursos de don Víctor González Orozco, quien desde que llegamos a Atotonilco en el 45 nos tenía muy buena disposición, para que junto con su sobrino Jaime Orozco que ya estaba en el banco, abriéramos una tienda de ferretería y similares, para lo que se ofrecían a surtirnos lo necesario de sus giros proveedores que yo conocía desde mi trabajo en La Colmena como La Casa del Vidrio, de Aguascalientes y Ferretera Panamericana, de Guadalajara. 
Jaime al poco tiempo se fue a la ciudad de México, donde empezó su camino en la burocracia. Después de un buen tiempo en Guadalajara como delegado regional de Tránsito Federal de la SCT, falleció ya jubilado. Ignacio García García después de Tampico se fue a la sucursal Acapulco y de ahí como Contador General del Banco de Oriente en Puebla, a donde jaló a Enrique Moncada Hernández quien tenía como un año de haberse salido del banco en Atotonilco y radica ahora en dicha capital poblana. Nacho de Puebla se vino a Guadalajara al desaparecido Banco del Pequeño Comercio del Distrito Federal de la banca oficial. Después estableció un negocio de ropa en la conocida zona comercial del barrio tapatío de San Onofre que a su fallecimiento debe manejar su familia. 
José Guadalupe Pérez Serrano, después de muchos años más como cajero en Atotonilco, salió en uno de los planes de entrenamiento para la línea de gerencia, tocándome en dicho proceso apoyarlo cuando estaba de Subgerente en Zamora, Mich., y después entregarle la gerencia de la nueva sucursal en Puruándiro, que se abrió durante mi gestión gerencial en Zacapu y actualmente jubilado radica en Colima. José Silva Carranza al liquidarlo extrañamente el banco por enfermedad pasó como burócrata al Ayuntamiento Municipal en donde después de varios años en un desafortunado y previsible accidente de tránsito carretero falleció regresando de Guadalajara. Rodolfo Muñiz a principios de 1954 se fue con sus hermanos a la ciudad de México donde todos tuvieron negocios propios en el ramo de mercería.
Hilario Arias se separó del banco y se dedicó en otro lugar a labores agrícolas falleciendo al poco tiempo. José González Arámbula, ya fallecido, fuera del banco continuó en la docencia. Carlos Parra Cuéllar, a quien junto con el Profe y González Duarte apoyé bastante en el trabajo a su ingreso, renunció para hacerse vendedor de la Harinera El Refugio de don Francisco Salcedo Ordaz, donde falleció. José González Duarte después de Auditoría que tomó en mi lugar, estuvo mucho tiempo en el Banco Provincial de Chihuahua, otro de los afiliados de Banamex. Se radicó en Torreón, Coah., donde falleció en 2005.
El Sr. Roberto de la Rosa Nuño que ya conocía mi trayectoria, era en 1961 Funcionario de Personal en la zona. Con el apoyo total del Sr. Esqueda Garibay, esperaban se me asignara una contaduría en la región. Antes se presentó una vacante en el Departamento de Análisis de Crédito de la Sucursal Guadalajara. Se trataba del puesto de Investigador de Crédito en campo, el que aunque distaba mucho del que se esperaba, tenía expectativas interesantes y que al aceptarlo, con sus peripecias extraordinarias relataré en Banamex Guadalajara Uno.


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