lunes, 16 de marzo de 2015

UN CLIENTE MOROSO Y FANFARRÓN

Era un cliente de los clásicos despreocupados "me vale" con los que en algunas ocasiones tenían que lidiar los bancos, sobre todo en ciudades grandes. La cultura del no pago de ahora, en lo que coadyuvó mucho la peor crisis económica y social de la historia reciente del país con motivo de los acontecimientos de diciembre de 1994, entonces no nada más era inexistente sino inimaginable. En general no pagar un compromiso y más a un banco, en circunstancias alevosas, era una cuestión de deshonor, señalamiento y descrédito social.  
A la comercialización de electrodomésticos y muebles para el hogar que como giro comercial tenía registrado el deudor que nos ocupa, mezclaba operaciones de otra índole  que descuidaban mucho el objetivo principal del negocio. Su caso había sido turnado por mi antecesor, Federico Mendoza García, QEPD, al departamento jurídico  para su gestión legal. Unos días después de mi llegada se me presentó en la oficina al hijo mayor del dueño, quien se hacía cargo de la empresa.
De entrada le dio luego por destacar sus dotes comerciales, soslayando a propósito su situación anómala con el banco. Pasó rápido a las felicitaciones y demás agregados por mi llegada  Que si qué televisión tenía y qué otros muebles. Que si conocía equis variedades o restaurantes. Al contestarle que de momento no podía comprar nada y que en lo que tocaba a restaurantes y variedades, ya conocía los establecimientos que mencionaba, por haber estado antes en Guadalajara,  y al no ocuparse de sus créditos impagados con el banco, tuve que abordar el asunto.  
Sin inmutarse mayor cosa, me dijo  que no me preocupara y al decirle que él era el que debía preocuparse, quedó de hacerme una propuesta que debía consultar con su papá cuya  jerarquía no quería pasar por alto. Al día siguiente como a las diez de la mañana llegó junto con un empleado que cargaba una televisión Sony último modelo.    
-¿Le gusta?  Es muy buena. Es lo último en el mercado. Es suya.
-Si me gusta pero, discúlpeme, llévesela, no la puedo recibir. Tenga la seguridad de que por mi parte llegaremos al mejor arreglo para que pueda liquidarle al banco, en la medida que usted tenga también voluntad para ello, sin que haya ningún tipo de regalo.
Pasaron algunos días. Por medio Armando Mendívil de Anda, contralor de la sucursal, con quien llevaba amistad, propuso el cliente pagar con un cheque post fechado de un conocido y popular propietario de negocios de juego o "brincos" y  hasta lenocinios, de la ciudad Sr. Julián Carrillo..
-¿Cubre toda la cuenta hasta la fecha del cheque?
-Con la quita de intereses moratorios y gastos legales que usted autorizó, habría hasta un pequeño remanente.
El cheque, en su fecha,  rebotó por cuenta cancelada, como no era remoto suponer.
-Voy a ir a cobrarle al cuentahabiente a medio día; si voy ahora debe estar dormido aún - Le dije al contralor.
-Es peligroso ¿Lo acompaño?
-No, espero que no haya  problemas.
Llegué a la casa del personaje. Estaba en una colonia de buen nivel bastante retirada del centro. Era una residencia  grande, de  buena construcción y muy protegida. Tuve que esperar un rato para que apareciera un empleado un tanto mal encachado, quien regresó a abrirme después de otra espera, ya menos hosco. Lo seguí a lo largo de la mansión hasta una recamara del fondo en que estaba todavía acostado y crudo, en penumbras, el personaje que buscaba. 
En el recorrido de la casa observé los vestigios de la actividad de la víspera. Mesas sucias, con botellas, platos, vasos vacíos o con restos, tubos labiales, algunas barajas finas de póker y un olor desagradable, mezcla de alimentos, bebidas  y humores.
-Pase amigo. Qué bueno que vino. Disculpe este desmadre. Hay clientes que me dejan la casa hecha una basca. Creí que me iba a mandar a alguien. ¿Le ofrezco algo? Tuve que  cancelar la cuenta con ese pinche banco, voy a cambiarla con el suyo, nada más que me queda muy retirado. Ahora mismo le pago el cheque en efectivo.
Se bajó de la cama acompañado de algunos quejidos por la tremenda desvelada y cruda que traía. Sacó de una caja fuerte un buen puñado de un monto mayor de billetes revueltos de varias denominaciones. Me pidió que le echara una mano para separar y contar. Completamos lo correspondiente más la pequeña comisión financiera del banco girado. Le advertí que éste seguramente le iba a cobrar  por el sobregiro.
-Sí les deposito. Que se jodan; no me tienen tan contento. Tengo otras cuentas; de veras un día de estos voy a abrir una con usted. 
-Cuando guste, estamos a sus órdenes.
-Dese una pasadita por aquí cuando quiera, se va a divertir mucho, aunque no juegue; tenemos una concurrencia muy selecta y un servicio a la altura. Aquí puede amarrar muy buenos clientes para su banco, no como mi compadrito mueblero que con blofees quiere hacer los negocios.
-Le agradezco mucho, un día le caigo por aquí. Que tenga usted buen día.
-Acompaña al señor gerente. En cuanto lleguen los muchachos encárgate de que limpien  toda la porquería que haya;  hoy van a venir  amigos importantes.
-Le cayó usted muy bien al patrón; es raro que deje entrar a alguien. Yo desde que llegó lo vi  y me esperé a ver si se iba; pensé que fuera algún inspector; no sabe la lata que dan. Luego al llevarle su tarjeta al patrón se acordó del su asunto. A ver si de veras viene, se la pasaría muy a gusto.
Unos días después fui con un  compadre y pariente cercano Pedro Galindo de la Torre, que celebraba su cumpleaños.
-Con que en negocios gordos, compadre.
-No, que yo sepa ¿Por qué?
-Saliste a relucir en una plática con mi amigo Julián Carrillo en las carreras del domingo pasado.
-Nomás fui a cobrarle el otro día un cheque de hule.
-Pues me pidió que te invite a una de sus pachangas. En plan de cuates es un tipo a todo dar.
-Pues si compadre, no es que me asombre, pero luego dan en salir otros compromisos.
En otras ocasiones se habló del Sr. Carrillo y de sus negocios. Se le acreditaba como un hombre de honor y de alta responsabilidad en sus compromisos. Estas dotes, como es sabido, no siempre son atributos en las personas que se desenvuelven en el medio. No lo volví a ver.  

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