lunes, 16 de marzo de 2015

BANAMEX GUADALAJARA DOS

En abril de 1966 don Adolfo Sánchez Medal, que había sido nombrado gerente de la Sucursal Guadalajara (No.110) solicitó a la Dirección General que me nombraran subgerente en su equipo de trabajo, por la experiencia que me precedía en el conocimiento de la plaza y su entorno. Era coterráneo (Ario de Rosales, Mich.,) y compañero de fecha de ingreso al banco de don Claudio Pita Hurtado, mi gerente, magnífico gerente, en la sucursal Zamora (No.154) a donde había llegado como su subgerente a principios de 1964, procedente de la contaduría de Tepic Nay., (No. 133) donde con don Gilberto Sarmiento Maldonado había estado sólo nueve meses, desempeñando a su petición expresa,  prácticamente, además del mío, el cargo de subgerente oficioso de este también un experimentado gerente.  
Don Claudio entonces ya me había propuesto para ocupar la gerencia en la inminente apertura de la dependencia en Sahuayo, Mich., plaza con muy buenas expectativas. Coincidimos plenamente en la inconveniencia del puesto ofrecido en la 110. Fernando Veytia Jr., hijo de don Fernando Veytia de la Vega, Director Adjunto de la Dirección de Banamex, a quien aparte de haber conocido como junior abusivo en Atotonilco (No. 201) me había tocado, sin saber él prácticamente nada de la actividad bancaria, instruirlo en mi estancia en Tepic, en un plan de entrenamiento rápido para la rama de negocios del que quedó muy complacido. Como se le “metió en la niñas de los ojos” a don Adolfo, de inmediato le pidió que me jalara de apoyo, donde sagazmente lo convenció de otorgarle la segunda subgerencia, después de Alfredo Bué Vázquez, y a mí, discriminadamente, la tercera.
Don Manuel Moreno Guevara, Gerente Regional, entró al quite pidiéndome,  con su voz de trueno característica, que compensaba su baja estatura física, que ayudara a su amigo “Fito” y al banco aceptando el cambio, que fue mi segundo destino a Guadalajara, debido a la conveniencia que le representaban a don Adolfo mis conocimientos. Las subgerencias de esta sucursal, la más importante después de la Oficina Central en la ciudad de México (No.100) se equiparaban a una gerencia, pero no dejaban de ser colas de león y no cabezas de ratón, como en lo personal apreciaba la situación. Obviamente no estaba de acuerdo con el cambio.
Desde luego el Sr. Sánchez consultó a varios de los funcionarios del banco con quien había compartido responsabilidades. Insistió, como ya expresé, más por conveniencia propia y la de Veytia Jr., quien  lo que si había aprendido muy bien era no dejar de intrigar y saludar con sombrero ajeno en muchas cuestiones de trabajo. Con Don Adolfo, igual que en otras sucursales,  los tres subgerentes teníamos asignada una parte de la clientela y del territorio geográfico de la sucursal para promover clientes y servicios. Adicionalmente se me encomendó también la atención básica de Banca de Menudeo de la que más adelante hablo, y además otras funciones. Entre ellas gestionar la recuperación de un bloque de cartera vencida morosa correspondiente a la filial Financiadora de Ventas (FIVE), después Financiadora de Ventas Banamex, procedente de créditos directos con garantía colateral a empresas vendedoras de vehículos automotores. Algunos empresarios de este ramo, faltos de ética o solidez financiero administrativa, realizaban operaciones mal fundamentadas que traían por consecuencia serios problemas de cobro, con la complacencia y falta de aplicación y responsabilidad de funcionarios anteriores de la gerencia.  
Banamex había traído al país y luego lo siguieran algunos de los demás bancos, la trascendente llamada Banca de Menudeo con los importantísimos Préstamos Personales, tanto Directos como para Adquisición de Bienes de Consumo Duradero (ABCD); Tarjeta de Crédito; y Préstamos Hipotecarios para Vivienda de Interés Social. Esta gama de productos crediticios, que de base, como dije, manejaba yo en mi oficina,  puso por primera vez en la historia bancaria mexicana el dinero al alcance de los trabajadores y personas con ingresos por su cuenta que los comprobaran, facilitándoles esto último hasta donde sanamente se podía.
Aunque ya habían aparecido en el banco las oficinas controladoras internas de Gerencia Regional para esta rama de la banca, hicimos un trabajo intenso, agradable, redituable y muy gratificante por el número de clientes a quienes llegaban  los beneficios, con todo y que nos traían fritos los cuida escritorios administrativos, con  “se terminó la cuota, o “no hay recursos” o “este mes les hemos asignado mucho más de lo normal”, etc.    
Así, bajo mi responsabilidad, criterio y experiencia crediticia adquirida de manera privilegiada en Banamex, en cargos y funciones anteriores, desde luego dentro del marco de las facultades individuales autorizadas por la gerencia, otorgué Préstamos Personales a discreción, que todos y cada uno de ellos fueron siempre satisfechos cabalmente por los deudores. Clasificado y calificado adecuadamente el solicitante ¿para qué burocritizar  varios días el trámite, como era costumbre? Una vez llenada la solicitud y satisfecho los documentos identificatorios respectivos, llegué a perfeccionar varias operaciones en treinta minutos o menos. Con Ramón Amaral Huerta, delegado del área en la Gerencia Regional, tuve álgidos roces al respecto.
También me tocó traer a Guadalajara, de la matriz de la Ciudad de México, la línea de arrendamiento financiero, a través de Arrendadora de Maquinaria y Equipo (AMESA), después Arrendadora Banamex, que también fue una innovación del banco. El Sr. Roberto T. Marcor Director Fundador de Amesa, me escogió para este objetivo que quedó instalado en mi oficina, previa capacitación en el Distrito Federal.
Cuando nació en el seno de BNM la Tarjeta de Crédito Banamex, denominada inicialmente Bancomático, todavía con los colores azul y amarillo tan tradicionales, la afiliación de empresas para vender con este novedoso instrumento de ventas en la ciudad y su zona de influencia, la realizamos entre siete parejas, de las cuales seis eran conjuntadas por los llamados universitarios o maicitos y la mía con uno de ellos. Celebramos aproximadamente 420 contratos, de los cuales me tocó signar más de 300. Sirvió mucho el conocimiento que tenía del entorno, entonces  más difícil a los cambios.  
En esta época Banamex decidió su cambio de imagen después de más de 80 años. Los colores azul y amarillo y las letras clásico antiguas que ya habían perdido algunas puntas, pasaron a ser las que conocemos en tonos terracotas, con variantes después en algunos grises. Previo al cambio, sin decirnos específicamente para qué era, nos pidieron en una junta a un grupo de funcionarios escogidos, trabajar en el diseño de un logotipo. En nuestra mesa de trabajo diseñamos uno que resultó sumamente parecido al que se adoptó. Era una mesa circular con seis círculos en derredor que podía representar una junta de trabajo, de consejo, un planeta y sus satélites, o un todo. Las grecas del logo actual primero fueron también seis y luego se quitó una; la parte central, igual que en nuestro trabajo, forma una circunferencia. Se supo luego que este logo había tenido un costo millonario. 
Todas estas tareas adicionales a las asignadas normalmente, daban cabe aún a algo más. Los dos años, 1961/1963, que manejé nominal y oficialmente asuntos de gerencia y de contaduría se prestaban para ello. Esto de alguna manera me hizo necesario, no indispensable, en las funciones que desempañaba, y como calca de los casi seis años que duré para salir de Atotonilco, los seis meses prometidos se convirtieron en dos años ocho meses, hasta que iniciando 1969 me fui a la gerencia de Zacapu, Mich., cuya actuación extraordinariamente afortunada será materia del siguiente trabajo. También quiero recalcar que en todo momento, y en todos mis cargos,  desempeñé mis atribuciones con el índice más alto de profesionalismo y dedicación.
Guadalajara era apetecida en el banco por medio mundo, lo que hacía que hubiera mucha grilla en las sucursales urbanas que ya eran bastantes, principalmente en la Guadalajara y en las diversas secciones de la Gerencia Regional. Yo siempre me mantuve ajeno a estas cosas. No hay una sola persona que pueda decir lo contrario. Pensaba firmemente que si  alguien pretendía que lo destinaran a Guadalajara tan apetecida, tenía que tener méritos de trabajo suficientes y no de favoritismos nefastos, ni pedirlo. En mi paso de 20 años en Banamex, 1954/1974, con siete lugares de residencia: Atotonilco 6 años 11 meses, Guadalajara 2.1, Tepic 10 m, Zamora 1.10, Guadalajara 2.8, Zacapu 1.9 y Guadalajara Independencia 3.9; siempre hubo favoritismos e imposiciones a favor de compañeros y funcionarios, incluso por estrategias de la misma institución, a quienes hacíamos la tarea.
El espíritu de trabajo, solidaridad y satisfacción personal, así como el apego a una actividad, a un patrón y a una imagen personal de eficiencia y estatus nos hacía actuar con todo profesionalismo y honestidad. No digo que entonces no hubo personas que le fallaron a los bancos, pero eran las excepciones. Después, a partir de la malhadada expropiación lopezportillista de 1982, muchos se corrompieron y muchos entraron corrompidos, siendo el máximum la reprivatización salinista entre sus amigos, con dueños de la nueva banca bolseros, improvisados, prestanombres y algunos abiertamente criminales. Todos y sus contlapaches, tributarios solidarios de Carlos Salinas de Gortari.                                                           
México había conseguido las sedes para realizar las Olimpiadas en 1968 y el Mundial de Fut Bol en 1970 y Guadalajara por derecho propio iba a ser subsede principal en tan importantes eventos. Gozábamos de un estado de relativo progreso y optimismo nacional, con todo y que las olimpiadas fueron ensombrecidas en el Distrito Federal  por los hechos sangrientos de Tlatelolco. Guadalajara y otras ciudades del  estado, y en general muchas del país, despegaban nacional e internacionalmente. La actividad  privada y oficial estaba en buenos términos, o eso se nos hacía creer. Bajas deuda externa, inflación y paridad del dólar. Ni idea que el estúpido echeverrismo iba a ser el primero de cuatro sexenios tan nefastos que nos iban a dejar en la bancarrota y con los ánimos tan bajos a tantos que la recuperación hoy en día está todavía muy lejos sino imposible de llegar.    
Don Adolfo consintió en su gerencia y luego como Gerente Regional, un grupo de  cortesanos encabezado por Fernando Veytia en la primera gestión y por éste y Fernando Garza Lira y otros advenedizos del Distrito Federal en la segunda, que a su vez enrolaron a no pocos vasallos locales. El relevo de José Parada en la gerencia, quien venía bastante desencanchado del banco como Delegado en Los Ángeles, Calif., E.U.A., no mejoró las cosas en la misma y en algunos aspectos como liderazgo personal empeoró. El  señor Garza, de quien obviamente no era para nada santo de su devoción, no desaprovechaba ocasión para nombrarme sarcásticamente gerentito en potencia.
¡Qué lejos andaban de mi trayectoria! aunque Veytia Jr., y don Adolfo la conocían cuando menos en parte. Algo sin embargo tengo que agradecerle al primero de estos compañeros. Me aconsejó comprar el lote para construir mi casa en Guadalajara en la Colonia Providencia del entonces Sector Hidalgo. Además como yo no había querido comprar carro, si no que el banco me lo proporcionara cuando fuera gerente, al ser por unos cuantos metros vecinos en dicha colonia, me transportaba a y del trabajo con él en su nuevo y caro automóvil.     
Un mediodía rumbo a nuestras casas por la avenida Juárez, a unas cuantas cuadras del edificio de BNM ubicado en dicha avenida y Corona, nos interceptó pistola en mano un individuo como de la edad de Fernando bajándose a encararlo, que al ver quien lo acompañaba, se concretó a decirle que le diera gracias a Dios que andaba con una persona decente sino de inmediato se lo llevaba la chingada. Para romper el pánico que lo invadió, con un “que amiguitos tienes” empezó a tranquilizarse.
Al tiempo, el día que a finales de diciembre de 1968, don Adolfo, Garza Lira, con la presencia de Erik Palacios Villa, ex gerente de Zacapu, me informaron su proposición para ocupar la gerencia de esta sucursal en Mich., (No. 223) que describo en el siguiente escrito, al unísono me pedían y recomendaban como disco rayado, que conservara la prestigiosa  posición que ahí detentaba BNM. Erik llegó hasta la falsa presunción de ostentarse como el mejor gerente que hubiera tenido dicho lugar. ¡Igualmente, que distantes estaban del papel superior que iba a desempeñar!    

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