lunes, 16 de marzo de 2015

FOBAPROA IPAB

El Fondo Bancario para la Protección del Ahorro, FOBAPROA, ahora Instituto para la Protección del Ahorro Bancario, IPAB, es un asunto que representa para México un problema cuasi imposible de solucionar. Es el peor atraco económico, y también moral, que sus malos gobiernos hayan propinado jamás a este país.  
Acordémonos también de otros fondos, fideicomisos, planes, programas y varios etcéteras, que han tenido supuestamente como objetivo enderezar o revivir causas perdidas o a medio perder. Sus resultados han sido casi siempre, prolongar agonías de enfermedades graves y peor aún,  engrosar las fortunas de favoritos y miembros del gobierno.
En el obeso FOBAPROA-IPAB, hay más de 800 mil millones de pesos. Su vientre lo forman en gran parte los megacréditos no pagados de macroempresas y supermillonarios que siguen operando como si nada, ¡ladrones de cuello blanco solapados por las autoridades!
¿Que hubo abusos, manga ancha, compadrazgos, autopréstamos, planes fraudulentos para obtener créditos; privatizaciones pagadas con este tipo de ilícitos, lo que se dice, con saliva, tráfico de influencias y muchos etcéteras? ¡Los que hubo!  Si no, no tendríamos encima semejante problema, que desgraciadamente vienen a sumarse a muchos otros, acumulados en los últimos cinco sexenios de mal gobierno.
Por otra parte, dentro de esas centenas de miles de millones de pesos, están millones de micro, pequeñas y medianas empresas, personas morales o físicas, que no les quedó otra que quebrar. Negocios muchos, no improvisados, sino con  años de experiencia y buena, normal, operación, que con una planta productiva del país prácticamente paralizada, no podían  hacer nada. 
Todas las empresas y particulares han tenido que sufrir las crisis económicas recurrentes de los últimos cinco gobiernos. La con mucho peor de todas, desatada a partir del fatídico 19 de diciembre de 1994, está todavía muy lejos de cerrar las heridas que ha provocado. Las cuentas originales en el IPAB están incrementadas con los descomunales intereses por lo que los deudores no pudieron pagar ¡Cómo iban a poderlo hacer, si de golpe y porrazo los vieron elevados hasta más de ocho veces!
¿Cómo solucionar o buscarle la mejor salida a este asunto? Por lo pronto, con todo y los tiempos políticos tan intensos, deben aclararse debidamente los créditos fraudulentos, que constituyen la mayor parte de este mundo de dinero, para ejercer todo el peso de la ley contra los responsables y con sus cuantiosos bienes que ¡claro! siguen usufructuando como si nada, amortizar sus deudas. Proceder de manera similar con las empresas que pueden pagar sus megacréditos pero no han querido, y del resto recuperar lo recuperable, después de analizar con el sano criterio de que de lo perdido lo que aparezca.
En semejante cantidad de casos hay muchas garantías y bienes que para que no sean botín de deshonestos apetitos, deben manejarse con una rigurosidad e incorruptibilidad extrema por gente capaz estrechamente vigilada, rindiendo periódicamente al pueblo información fehaciente de su gestión.  (Nota, tomar en cuenta la fecha de publicación de la siguiente línea)
05022001.

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