Entonces se trabajaba el sábado en el banco y éste
era y es desde tiempos remotos en Atotonilco el día más apreciado, festivo y
alegre de la semana. Todo mundo suspende actividades a las dos o tres de la
tarde o antes, para descansar o festejar de diversas maneras. Las reuniones,
comidas y eventos sociales se celebran con especial dedicación en este día. Los
convivios campestres en aquellos años
eran muy socorridos y algunos de ellos verdaderos acontecimientos en los que
asistían invitados incluso de otros lugares. Algunas de las huertas de las
familias principales del llamado Vergel de Jalisco eran especiales escenarios
de estos convivios, como por ejemplo la denominada Las Corrientes propiedad de
Don Lorenzo V. Valle por el rumbo de Milpillas.
Para aprovechar
el domingo en recuperación, decidí ir un sábado con el dentista, pidiendo salir
del banco a las doce. Unos minutos después ya estaba yo en el consultorio del
Dr. Cruz Córdova Ibarra. Después de tener que aplicarme doble dosis de
anestesia, con el consiguiente retraso
en el proceso, el doctor hizo
varios intentos infructuosos de remover las piezas. Pasaba ya bastante de las
dos de la tarde y la situación en las mismas. Llegaron por el doctor Cruz
algunos de sus amigos y compañeros del festejo del día. Antonio Flores Zaher,
amigo mutuo, quien fue después presidente municipal, se ofreció a ayudar en el
jaloneo pero ni así. En un momento dado yo mismo apoltronado en la silla del
martirio también me puse a jalar. De esta manera salieron una a una mis cuatro
resistentes y heroicas piezas molares que debía haber conservado y seguramente
serían todavía útiles y sanas
compañeras, en lugar de los sustitutos puentes. La cosa no fue tan sencilla después. Aunque no falté a trabajar, fui expulsando pequeñas partículas que se quedaron en las encías, no pasando de eso afortunadamente pero tuve que hacer frente al espejo labores de cirujano con unas pequeñas tijeras de una de mis hermanas. El singular incidente fue motivo de bromas y chascarrillos un buen rato, principalmente de Toño Flores, que en paz descanse, y del doctor Córdova, que actualmente, jubilado, radica en León, Gto., donde ejerció muchos años su profesión.
En esa época en Atotonilco ejercían también la odontología los médicos Rafael Barrera, que tenía su consultorio en el inmueble propiedad de los Córdova en la esquina del eje Colón (entonces Juárez) y Andrés Terán; Gerardo de la Mata, en un local por 16 de Septiembre muy cerca de lo que fue el Colegio Atenas, al parecer de ascendencia cubana avecindado en nuestro pueblo, quien luego se trasladó a Guadalajara; y Crescencio Romero, que fue después dos veces presidente municipal. Urbano Córdova Ibarra, hermano del Dr. Cruz, desarrolló esta actividad profesional varios años después. Un sobrino del Dr. Rafael: Luis Barrera González, fue Director de la Lotería Nacional.
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